17.4.07

Acabó la Liga Juvenil

Acabamos nuestra participación en la Liga Juvenil clasificados séptimos de nuestro grupo
Hay veces que uno se va satisfecho de un encuentro de yudo y no le encuentra muy bien la explicación. Los muchachos no han ganado y ni siquiera ha habido algún ipón bonito que celebrar. Los ipones siempre son la sal y la pimienta de nuestro querido yudo.

(Los yudocas de Yudo R. Ortega, con el maestro Rafael Ortega a la izquierda, forman junto a los de las escuelas de Parla, con el profesor Wladimiro Martín a la derecha)


El pasado sábado día 14 de abril tuvimos la tercera jornada de la Liga Juvenil y estábamos deseando que acabara este compromiso que no siempre es bien entendido por quienes integran los equipos participantes. De hecho, una vez más, tuvimos noticias, al poco de llegar al pabellón, de que dos equipos de los que debían enfrentarse al nuestro no se iban a presentar. Además, un tercero, con el que ya habíamos medido fuerzas, también se retiraba de la competición. A nosotros mismos nos ha costado un importante esfuerzo el mantener el equipo y ya pensamos si lo volveremos a presentar la próxima temporada.


Es verdad que en los tiempos que corren la palabra compromiso se ha vaciado de cierto contenido. Se dice de los jóvenes que hoy no se comprometen por nada. Pero, aun cuando haya algo de cierto en ello –que sería muy discutible- habría, tal vez, que dar la vuelta a la pregunta: ¿por qué iban a sentirse comprometidos a ir a la Liga juvenil los yudocas de estas edades? Es cierto que si ha habido una aceptación tácita o expresa, los miembros de un equipo deberían ir y punto. Pero quizás no sea menos cierto que se les ofrece poco a los muchachos que acuden a estas citas. (En las gradas no vemos ni a sus padres, ni siquiera a sus novias) ¿Qué está pasando?


No es fácil organizar un campeonato por equipos de las características de la Liga juvenil de la Federación Madrileña de Yudo. Y está claro que los que participan con poderosos equipos la encuentran excelente. Ya hemos escuchado palabras de elogio (envidia sana) por la importante programación de actividades de la que disponemos en Madrid. Y, sin embargo… en cada jornada desaparece un equipo (o varios). Quizás sean equipos compuestos por chavales a los que les vaya al pairo el competir contra otro de Valencia o de Portugal.




Tampoco en otros deportes la cosa va mucho mejor (¡¿para nuestro consuelo?!). Hace poco hablábamos con un director de Deportes de una Concejalía de un importante municipio. Nos recordaba este hombre que las ligas de cualquier deporte se han venido reduciendo en número de jornadas a lo largo de los últimos años. Si hace poco se jugaban ligas (de fútbol, balonmano, baloncesto…) de 28 o 30 fines de semana, ahora son de 20 y se habla de reducir aún más las jornadas de competición (a 16). Quizás una de las conclusiones sea que quien más y quien menos, tiene muchas otras cosas que hacer (o que poder hacer). También es posible que haya que aceptar que estamos en la sociedad de lo breve. Existe un verdadero culto de lo breve (operaciones triunfo para sacar en poco tiempo a cantantes famosos, métodos acelerados para conseguir lo que antes llevaba un largo tiempo –operaciones quirúrgicas de reducción de cintura o para moldear cuerpos aparentemente atléticos, etc.-, e incluso métodos intensivos para acelerar procesos de maduración como sesiones de rayos UVA para broncearse).




Sea como fuere, tras la disputa de la tercera jornada de la Liga Juvenil no tenemos más que palabras de agradecimiento para los muchachos que acudieron a ella. Y este agradecimiento lo hacemos extensivo a todos los muchachos que renuncian a otras distracciones o actividades por dedicar una tarde a la práctica de este bello deporte tan singular que practicamos. En particular abundamos en nuestro agradecimiento a los chavales -y sus profesores- de equipos modestos que renuncian a juntar fuerzas con otros para reforzar sus equipos. Sabemos de los esfuerzos que tienen que hacer y de lo mucho que tienen que trabajar para inculcar en sus jóvenes yudocas el espíritu de generosidad que requiere incorporarse a un equipo, a un colectivo, en este caso de yudocas.




Quizás por todo esto nos fuimos satisfechos de ver a nuestros yudocas, jóvenes yudocas, saltar al tatami con buena actitud y deseos de hacer las cosas bien. Sin gritos, ni alharacas, pero con ganas de seguir aprendiendo yudo, dieron un buen espectáculo, aunque se nos resistiera la victoria. Quizás también por eso haya sido un placer el haber cruzado fuerzas con los excelentes deportistas de Yudo R. Ortega que, además de practicar un yudo limpio y elegante, demuestran en cada una de sus actuaciones lo que es un caballero (aún cuando aún están en edad de seguir formando su personalidad). Fue un placer compartir la tarde con ellos. Y eso que el resultado no podía ser menos contundente. El cinco a cero evidenció que nuestros muchachos aún están muy lejos del nivel de sus oponentes. Pero eso sólo ha de servir de estímulo… ¡hay que entrenar un poco más! (Ahora es cuando hay que recordar que en yudo –como en la propia vida- no hay atajos, no hay operaciones triunfo, ni operaciones milagrosas para hacer correctamente una llave, por ejemplo. Lo que hay es trabajo, perseverancia, método, esfuerzo, ilusión, voluntad… ingredientes que con un poco de fortuna y la dirección de un buen maestro son mezcla infalible para cocinar los más suculentos éxitos).




Pero tampoco nos quejamos dado que Sergio María y Francis son dos cadetes de primer años (nacidos en 1992) y que, en general, todos nuestros yudocas saltaban al tatami con poco peso para la categoría en la que luchaban. Precisamente Richi, con sus 61 Kg. defendió el peso de hasta 73 Kg y lo que le faltó fue –claro- un poquito de fuerza. En su encuentro contra el Yudo R. Ortega llegó a conseguir inmovilizar a su oponente con un buen tate-sio-gatame. Su rival acabó librándose del control con un poderoso puente inapelable. También notó algo la falta de peso Raúl que sólo inquietó a su amigo y compañero de entrenamientos cuando, al principio del encuentro se salieron juntos varias veces del tatami. Llegó Raúl, por este motivo, a tener una pequeña ventaja (se le sancionó a su oponente), que se demostró era poca para cuando en el trabajo de ne-uasa su oponente le volteó para inmovilizarle durante 25 segundos. En cuanto a Carlos Grande tuvo alguna ocasión pues salió valiente y atacando. Lástima que soltase el agarre cuando su primer ataque de jaraigosi había sorprendido a su oponente (Jaime). Luego en un segundo movimiento de ataque intentó un adorno que no sólo no engañó a Jaime sino que lo vio venir y aprovechó para marcar un bello ipón de contra. Finalmente, no nos olvidamos de Sergio María, el cadete (del 92) que salió trabajando bien, en la línea que mantiene en los últimos entrenamientos. Lo que pasa es que aún debe coger confianza en su movimiento de uchi-mata y en combinarlo con auchigari, pues al pararse se puede uno encontrar con una fulminante contra, como le ocurrió el sábado.



Después, enseguida volvimos a tener trabajo. En este caso nos enfrentamos al Magerit de nuestro amigo Oscar Martínez. También un equipo competitivo con chavales de buen hacer, muy valientes y nobles como pocos. Fue otro verdadero placer medir fuerzas con ellos pues el resultado quedaba por debajo del trabajo que se veía en el tatami. Entre que nos faltaba un peso por cubrir y que movimos a nuestros chicos para abarcar, al menos cuatro pesos, no era fácil inquietar al equipo contrario. Francis tuvo su oportunidad y luchó bravo como siempre. También se le notó su liviandad (pesa unos 54 Kg. y luchó en la primera categoría –hasta 60Kg.-) y su juventud, pues aún tiene catorce años. Tras Francis salió Sergio María que volvió a estar bastante bien, pero con poco que hacer frente a un rival muy maduro y fornido. En el tercer peso volvió a salir Richi con sus escasos 61 Kg. midiéndose a ‘grandones de cerca de 73. Para colmo se las vio con el hijo de Oscar que es todo un yudoca y lo demostró. Eso no quiere decir que Richi no diera todo lo que tiene y por eso, quizás nos fuimos tan contentos y orgullosos de nuestros chavales. Ricardo luchó como un valiente y vendió muy caro su encuentro contra un muchacho que el año pasado fue campeón de Madrid, siendo de la misma edad ambos. Finalmente, Carlos se midió a un cinturón verde muy fuerte, que no era enemigo fácil (si es que lo hay). No obstante, estuvo sobrio e hizo valer su experiencia llevando a su fogoso oponente al suelo donde le inmovilizó con cierta facilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario