18.10.07

Rafael Ortega da un segundo curso de yudo en Oviedo

La prensa tergiversa el sentido de la metodología de Ortega

Os incluimos, a continuación, el enlace a un artículo sobre el curso que nuestro maestro y amigo, Rafael Ortega Fernández, ha impartido recientemente en Asturias. (También puedes picar sobre la foto). El periodista no se entera de la misa la media, todo hay que decirlo. En el artículo se explica que el yudo de Ortega no tiene nada que ver con el de Yigoro Kano, ni con el Kodokan (de ahí lo de poner yudo con i griega). Y se queda tan pancho el tal Marco Rodríguez, que será muy licenciado en Ciencias de la Información –como lo es un servidor-, pero que demuestra total falta de conocimiento del idioma que debería manejar con más soltura. Yudo se escribe con i griega porque si no se pronuncia algo parecido a judío, pero sin la ‘i’; o algo parecido a jodío periodista, pero sin el periodista, ni la ‘i’ y sustituyendo la ‘o’ por una ‘u’. ¡Qué disparate! Con lo fácil que es escribir como te enseñaron cuando eras un crío: la ‘j’ con la ‘u’… ‘ju’… como en jueves. Igual el ‘plumilla’ asturiano todavía escribe ‘football’ para referirse al fútbol o balompié.

El caso es que Ortega hace yudo Kodokan y, seguramente, es el maestro español que más y mejor conoce el libro del Kodokan. Antes de que Villasante tradujera este libro al castellano (que, por cierto, lo tradujo del inglés y no del japonés) ya lo conocía Ortega y lo dominaba. La razón es que Rafael Ortega es bilingüe y lee el francés como el castellano. Pero, además, Ortega tiene traducido por un bilingüe (castellano y nipón parlante) el ‘Kodokán’ desde el japonés directamente. Y todo el yudo de Ortega y de su método ‘Yudo Total’ está en el libro del Kodokán. Lo que pasa es que algunos no quieren (o no saben) cambiar de chip, ni aún cuando se les demuestra que están equivocados.
El hecho de que Rafael Ortega vaya a dar un curso de su manera peculiar de entender la didáctica del yudo habla muy bien del presidente de la Federación asturiana de Yudo, nuestro amigo Jesús Verano. Precisamente él, que se ha formado en una línea, más que clásica, oriental, demuestra amplias miras de horizonte al presentar a los profesores de su Comunidad Autónoma una forma de enseñar yudo que se sustenta en su éxito. Que le digan al periodista de LA NUEVA ESPAÑA el número de licencias de yudocas adultos que hay en Asturias. Que le digan cuántos hombres o mujeres mayores de 40 años siguen practicando su ‘yudo clásico’, “del originario al fin y al cabo”, como apostilla el ‘plumilla’.
En el gimnasio que Ortega dirige desde hace más de 30 años hay grupos de yudo a todas las horas de la tarde (algunas con lista de espera). También hay una clase de yudo recreativo los lunes, miércoles y viernes, que se imparte de 13:00 a 14:00 horas. (¿Hay algún gimnasio en Asturias con una clase de estas características?) A veces está repleta y casi no cabe ni un alfiler en el tatami. En esta clase es habitual encontrar a tres yudocas de más de 70 años de edad. Ninguno de ellos empezó a practicar yudo de niño. El caso más espectacular es el de Ugo Mutarelli al que tuve el honor de entrevistar (yudiario: Una entrevista que merece la pena) -la entrevista tuvieron a bien publicarla nuestros amigos de ‘arajudo’-. Empezó a practicar yudo con los setenta ya cumplidos. Ha conseguido el cinturón marrón hace unos meses y sigue practicando sin obsesionarse con el cinturón negro (ni falta que le hace).
No me toquen Uds. las jotas con el yudo clásico o con que si Yigoro Kano montaba en moto antes de ir a hacer abluciones al monte Fuyi. Yigoro Kano fue la primera revolución del yu-yitsu y se cargó los kimonos negros (o pardos) para adquirir los revolucionarios yudoguis blancos. Luego llegó Geesink como la primera gran revolución del yudo (con sus kimonos de colores, por cierto). Dijo cosas como que ‘el deporte que no progresa y se desarrolla acaba desapareciendo’.
En estos días en que en las escuelas municipales de Parla hemos retornado al rumbo que siempre tuvieron las clases, tras la marcha de algunos ‘clásicos’, están volviendo, cada día, alumnos adultos a practicar yudo total con nosotros. Son cinturones amarillos, naranjas, verdes… entre los que se encuentran policías, vigilantes de seguridad, estudiantes… pero también abogados, informáticos, conductores, empresarios, fisioterapeutas… Y son hombres y mujeres de entre 18 y cincuenta años. Ninguno desea tener que ir a trabajar al día siguiente a la pata coja, ni está en sus planes participar en los próximos Juegos Olímpicos (ni en los siguientes), ni siquiera en badminton.
Sentí mucho no haber podido acudir en esta ocasión al segundo curso de Ortega en Asturias (estuve en el primero) y sobre todo, lamento no haberme arrostrado al periodista del ‘judo clásico’… ¡no te yode!
Perdón por el calentón… pero acaba de empezar el curso y ya he tenido que pasar unas cuantas veces por la Frutería-Federación. Ahí sí que te acaban con la paciencia del Santo Job. Se nos fue ‘juanita la kleenex’ y llegó ‘la triqui dedos cortos’. ¡déme cuarto y mitad de licencias que ésta se ha ‘colao’!. “A ver si dejas el móvil guapa que me lleva la grúa el bugati”… “¡Uy, qué grosero! Sí sólo llevas aquí media hora”. “Y tú, princesa, sólo llevas unos lustros y todavía no sabes lo que es un servicio de atención al público”. Lo dije y lo reitero…


“¡No me toquen Uds. las jotas!”






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