21.8.08

Algunas reflexiones

Al hilo de los, todavía por concluir, Juegos Olímpicos

Al haberse disputado dos Juegos Olímpicos (Atenas y Pekín) sin medallas, se colige que nos pasamos o pasaremos tres olimpiadas (períodos de cuatro años entre Juegos y Juegos) sin que suba un yudoca al podio. Es decir que, desde la medalla de oro de Isabel Fernández en Sydney 2000 hasta Londres 2012 (si es que mojamos para entonces, que la cosa está oscura), no levantamos los brazos jubilosos por alguno de los nuestros. Lo de que tengamos opciones para Londres, pues ¡hombre! no es momento de conjeturar. Queda mucho y habrá una gran reforma o remodelación –que se dice ahora- de la selección nacional. Son muchos los que han anunciado su despedida y son ‘los mejores’ a tenor de su currículo y reciente calificación mundial.

Llegados a este punto surge la pregunta, que ya barrunta debate, desde hace algún tiempo, sólo atenuado por la permanencia entre la élite de nuestros buques insignias: ¿hay relevo?

Claro que hay relevo; lo que no hay es recambio y vamos a explicarnos. El relevo viene a ser el que sustituye al anterior; el que toma el testigo y sigue la carrera hacia delante. Otra cosa es que lo haga mejor o peor, más rápido o más lento… hay relevo y a nadie se le ocultan nombres como el de Yahaira Aguirre en el lugar de Isabel Fernández, el de Sugoi Uriarte (o el de Javier Delgado) en el lugar de Oscar Peñas, el de… Casi casi paramos de contar. Por eso decimos que puede haber relevo (alguien ocupará el puesto que quede libre en cada peso en la selección nacional). Lo que no hay es recambio si entendemos por ello poder elegir otra pieza de entre varias, que es lo que uno hace cuando entra en una tienda de recambios. Busca pieza que sustituya a la anterior garantizando idénticas funciones e incluso mejorándola. “Aquí tiene ésta, que es de calidad aceptable, pero mucho más barata que la de la casa oficial. También tenemos otra mucho más barata que está saliendo muy bien, pero, Ud. verá…” De todo eso: ‘nasti de plasti’.

Bueno… ¿y qué?

Ahora nos vamos a poner en lo peor. Vamos a retroceder con el yudo hasta los tiempos de Santiago Ojeda; tiempos en que estar en condiciones de disputar la chapa era motivo de algarabía nacional. Desde que el canario lograse sus respectivas medallas en europeos –y recordemos que se llevó una de cada color- hasta que Miriam Blasco lograse su hazaña (primera mujer española en conseguir proclamarse campeona olímpica) pasaron muchas cosas. ¡Qué duda cabe! Y casi todas fueron muy buenas para nuestro querido deporte (el camino gentil). Pero… ¿cómo le ha ido al yudo desde esa primera medalla de oro olímpica de Miriam a la que sólo hubo que esperar un día para duplicar cosecha con la de oro, también, de Almudena Muñoz?

Ahí está la reflexión seria y profunda.

Es verdad que desde entonces –desde Barcelona 92- nació en este país un selecto club de esforzados deportistas de élite (y de sus correspondientes –o no tan correspondientes- entrenadores) que pudieron dedicarse a lo suyo ganando el suficiente dinero como para no tener que depender exclusivamente de su gimnasio o de otros trabajos. Con tales ayudas tal vez los legendarios Ortega, De Frutos… y otros, hubieran coloreado nuestro palmarés deportivo desde mucho antes que la llegada de la democracia y la eclosión del deporte con el invento –bendito invento- de la ADO (Asociación de Deportes Olímpicos). También es verdad que el carisma de nuestro amigo Ernesto Pérez Lobo y su infatigable presencia en televisión promocionando nuestro deporte, ha ayudado muchísimo. Pero, pero, pero…

Hace poco tiempo charlaba yo con un amigo que tiene un próspero gimnasio del que vive (y muy bien) y que ha resistido el paso del tiempo como no han hecho muchos otros (casi ninguno). Claro que el yudo es en ese gimnasio, hoy, una pequeña escuela infantil con una docena o dos de niños a los que ni siquiera se federa. La prosperidad de su gimnasio (del gimnasio de mi amigo) se debe hoy a otros deportes y especialidades (pesas, aerobic…). No olvidemos que, hoy día, el gimnasio De Frutos es una tienda de muebles; un histórico maestro como Rafael Hernando, padre de grandes maestros y competidores, probablemente siga vendiendo puertas acorazadas (que es a lo que se agarró –me dijeron- cuando cerró el Sugata). Eso por no nombrar otros gimnasios de yudo como Maiquez, Kamikaze, Dojo, Sempai, Rodolfo Cruz, algún Kiofu… Sé de buena tinta que un club puntero (y casi único) de capital de provincia se reconvirtió en ‘club de gays’ (con perdón) y su propietario es, ahora, desahogado empresario, cuando antes andaba a la pelea como casi todos.

Bien, pues ese amigo, del que comenzaba hablando, contaba que se frotaba las manos cuando Miriam y Almudena consiguieron sus medallas de oro. Luego llegó el momento de abrir el gimnasio y las niñas no corrían como locas a apuntarse a yudo. Tampoco los niños, ni sus madres, ni el cristo que lo inventó.

Quiero ser Fernando Torres

Tenemos un deporte muy singular y viene bien volver a cosas que tenemos claras, pero que conviene recordar. Lo que ha hecho Isabel Fernández en Pekín se llama yudo y también se llama yudo lo que hace mi amigo Félix del Valle cada lunes, miércoles y viernes a sus setentay… todos. Lo que pasa es que en el yudo nos creemos que si no ‘hay ostias’ no hacemos yudo. Es como si el papá que se coge las bicicletas con sus hijos y da un paseo por el campo no hiciera ciclismo. Como que el que no bate ningún registro a lo Contador, ya no vale… Ya no monta en bici.

Una vez un petimetre (que practica yudo; o eso dice) me dijo que se estaba pasando al boxeo y que este deporte nos iba a comer el terreno –a los yudocas, se entiende-. Lo dijo hace ya varios años y no veo que el deporte de los mamporros, por excelencia, haya comido el terreno a nada ni a nadie como el estulto vaticinaba. Luego cuando le hablé de adaptar el yudo a la persona y no la persona al yudo me dijo que ya había oído hablar del método que yo empleaba y calificó ‘el invento’ de ‘yudín’.

Ahora que se nos van los Juegos Olímpicos, ahora que Isabel se retira y seguramente también Oscar y Alarza, ahora que la próxima cita ya no saldrá por la tele ni el ratín que nos han dedicado en esta ocasión, ahora –digo- es momento de ocuparse del ‘yudín’ ese. Estamos hablando del ‘yudín’ que practica más del 90 por ciento de los que tienen licencia de yudo (niños, aficionados, adultos que no compiten…) A esos les parece bonito que un español gane una medalla aunque haga yudo de arrastre y fuerza física (o bruta –se admiten opiniones-), con tal de que sea español. Pero si se les da a elegir seguramente siguen optando por el partidito de fútbol en la tele antes que ir a ver un Campeonato de España al último rincón de la Comunidad de Madrid. Eso por no decir lo poco que motiva acudir a un campeonato a emular a los David Alarza, Oscar Peñas, Isabel Fernández, Ana Carrascosa y demás.

Nosotros a lo nuestro

En la Comunidad de Madrid hace tiempo que no se sacan tantos y tan buenos ‘competidores’, en especial en las categorías infantiles y cadetes. ¿Hay competidores de 13 años?

Es como si los profesores de yudo madrileños vinieran de vuelta de muchas cosas (incluso los jóvenes). Eso de andar de un lado para otro con más críos de lo que permite la ley en el coche, de un lado para otro, tirando del carro, convenciendo… Suena a siglo pasado (y es exactamente al momento histórico al que pertenece). Y eso que, de alguna manera, somos legión los que seguimos haciendo cosas por el estilo. Pero ya menos.

En la Comunidad de Madrid hace ya tiempo que se hacen festivales, entrenamientos, concentraciones, exhibiciones… Junto al festival infantil de yudo de la Comunidad de Madrid en Juvenalia, existe iniciativa privada como la del maestro Javier Linger (el futuro del yudo nacional) que monta un Festival modélico como el de Ajalvir. Este tipo de acontecimientos son del gusto de la mayoría de los niños que hoy practican yudo y debieran ser potenciados –aún más- por estamentos y organismos. Ya digo que en Madrid no va mal la cosa, pero no cejemos, que siempre están los del ‘randori a grito pelao’, para que los niños de doce años empiecen a curtirse. ¡Qué majadería!

Siento con mucho disgusto tener que reconocer que tras lo visto en la competición de yudo olímpica me veré en la necesidad de repetir constantemente, en mis clases, que así no se hace, que no arrastres, que no te tires encima, que desequilibres antes de entrar, que no te tires de rodillas, que vayas erguido, que no bloquees con los brazos duros… justo, justo, justo, todo lo que han visto hacer (si es que lo han visto) a los ‘mejores’.

Por todo esto hay que tener cierta gratitud a la sabia RTVE que con buen criterio ha debido pensar en nuestros yudocas de corta edad y ha emitido poco y a deshora para que no se maleen.

Resumiendo

Como me suele ocurrir cada vez que acaban los Juegos Olímpicos, me encuentro ansioso por comenzar mis clases de yudo, ahora interrumpidas por el verano. Ahora que es cuando se podía poner en práctica el SOCHU-GUEICO (ya que sí se ponen en práctica en muchos doyos el kan-gueico, que se realiza en pleno invierno).

Estoy expectante, decía, porque me motiva mucho el haber vivido, siquiera a distancia, el mayor acontecimiento para cualquier deportista. Pero, claro, ahora lo que tengo es que ‘reciclar’ y programar mis clases de manera que cualquier chavalín practique yudo pensando en poder llegar a esos Juegos Olímpicos, sin hacerse daño en la espalda, sin sobrecargar sus tiernas palancas, sin acortar ni un milímetro su crecimiento… ‘sin quemarlo’.

Paradójicamente, pese a haber trabajado estupendamente durante el pasado curso, tendremos que asistir (con estoicismo) al efecto de atracción que tienen otros deportes, sobre nuestros posibles ‘clientes’, por un curioso efecto. Lo que no vale para el yudo sí que vale para el fútbol, o el baloncesto o para –horror- la temible (por la competencia que nos plantea) natación. Dios nos asista Santa Isabel de Fernández. Que no huyan nuestras yudocas y se refugien en la aburrida piscina municipal; así se les meta el agua por la nariz.

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