21.9.08

Recorrimos la Vía Verde del Tajuña


Lo habíamos preparado todo con esmero, con cariño y el éxito sólo fue una consecuencia lógica de ello. Qué bien lo pasamos. Fue una mañana deportiva de lo más intensa en la que sólo hubo que lamentar el no haber podido contar con más participantes. A ver si recuperamos los ánimos por vivir este tipo de propuestas.


No tiene demasiada importancia, pese a todo, el haber sido pocos. Nos sentimos unos pioneros, como con la sensación de que habrá que repetir la experiencia, más adelante, para poderla compartir. De momento, el objetivo primordial se cumplió: el de organizar una excursión en toda regla en la que pudiera participar Rafa, siendo, además, él, protagonista principal. Y vaya que si lo fue. Nuestro recorrido por la Vía Verde del Tajuña estuvo salpimentada con multitud de anécdotas, casi todas producto de los descuidos y ocurrencias de Rafa.

Hay que decir que no teníamos claro el aguante de nuestro protagonista, que nunca antes había participado en una aventura de este estilo. Además, su limitación es la de su silla de ruedas. Es eléctrica y la maneja con mucha soltura, pero el acompañarle en bicicleta no era algo usual. Había que probar a hacerlo y, por eso, recurrimos a montar un ensayo. Lo realizamos el jueves por la mañana. Llevamos a Rafa hasta Arganda del Rey. La furgoneta la condujo Cristi hasta Morata de Tajuña, mientras Wladi, en bici, y Rafa, en su silla, subían las lomas de la cementera a unos 10 kilómetros por hora. No es que las cuestas sean pronunciadas, es que la silla eléctrica alcanza los diez por hora, ya vaya cuesta arriba, pendiente abajo o en llano. De ahí no pasa, de manera que cubrimos los 17 kilómetros hasta Morata de Tajuña en más de una hora y media. Con este dato hicimos algunos cálculos, recorrimos todo el trayecto en la furgoneta y organizamos todo: puntos de encuentro, de avituallamiento, posibles lugares de auxilio, etc.

La pena fue que ningún yudoca de Parla tuvo posibilidad de aprovechar esta singular y divertida excursión en la que tan bien lo pasamos los cinco participantes (cuatro yudocas –o exyudocas- y Rafa).

Iniciaron la ruta a eso de las diez de la mañana, Christian y Wladi, que llegaron a Morata una hora después, pero en el tiempo previsto. Siguieron hasta Perales de Tajuña donde se pusieron en contacto con el otro grupo, el de la furgoneta de apoyo. Todo iba conforme a lo previsto. Minutos después, los ciclistas dejaban atrás Tielmes y continuaban junto al río Tajuña, camino de Orusco. Ya estaban allí Cristi, Sara y Rafa, que encontraron una hermosa zarzamora a la que aliviaron de peso desprendiéndola de sus ricos y maduros frutos. ¡Qué ricas las moritas!

Tras los saludos, fotos y consignas, el grupo, ahora duplicado, se puso en marcha, con la primera anécdota. Como Rafa andaba tan ansioso por emprender la marcha como fatigados Christian y Wladi por haber cumplido los primeros 30 kilómetros, lanzó a toda velocidad su silla eléctrica y se adelantó. Sólo le siguió Sara, que también andaba sin merma de fuerzas. Menos mal que no se adelantaron lo suficiente para que las cosas fueran a mayores, pues hay que decir que en este punto en que se encontraron los dos grupos hay una bifurcación y la Vía Verde del Tajuña enlaza con la del tren de los 40 días. Rafa no dudó un instante y subió las cuestas que, una vez superadas, meten la vía en Castilla la Mancha. Había cogido la del 'tren de los 40 días'. Menos mal que Wladi y Christian hicieron un comentario sobre esta alternativa y levantaron la vista hacia la colina, viendo a Sara y Rafa a punto de superar la montañita y, a punto también, de desaparecer de la vista. Poniendo a prueba los pulmones conseguimos llamar la atención de ambos despistados excursionistas, que se reintegraron a la Vía del Tajuña para continuar con normalidad la excursión.

La normalidad enseguida volvió a desaparecer. Rafa se quedaba atrás quejándose, ora de las moscas, ora de los pantalones que le rozaban. Ya le explicamos que equivocó el equipo y se puso los pantalones de correr, cuando lo apropiado eran los de ciclista. El caso es que nos pasaron otros excursionistas comentándonos que se había ‘despistado’. Echamos la vista atrás y vimos a Rafa cabizbajo con su silla en medio de un sembrado. Parecía que andaba buscando flores. Al alcanzarle ya pudimos valorar que no sólo se había despistado sino que además las ruedas patinaban en la arena y no podía reintegrase al pavimento de la vía. No fue esa la única vez que hubo que poner la silla a modo de cuatro por cuatro.

Más adelante, tras superar Orusco, enfilamos el último tramo de nuestro viaje. Ya teníamos a la vista el bosque que se encuentra justo al final del recorrido y nos dirigíamos al pinar muy esperanzados en aliviar nuestro sofocón. El calor era importante y nuestra suave velocidad no contribuía en refrescar nuestra marcha dado que no conseguíamos levantar ni la más mínima brisa. Fue entonces cuando nos metimos en un tramo jalonado de troncos en las lindes de la vereda. Y Rafa se volvió a ‘despistar’.Ya se sabe, conducir mucho tiempo, con calor… entra el sueño y es mejor echarse a la calzada a recuperarse con una siestecita. Pero Rafa no pensó de esta forma y le vimos enfilar hacia uno de los troncos. Wladi se dio cuenta y le advirtió. Repitió la palabra ‘cuidado’, varias veces. Primero suavemente y con clama, luego con vehemencia e impaciencia hasta que ¡crak! El chasquido de madera hizo salir a los pajaritos del cercano pinar revoloteando hacia todas partes; hasta algunas ardillas se escondieron en lo más espeso de la maleza. Y Rafa intentaba disimular mientras comprobábamos que un reposapie había quedado mirando a Gerona mientras el otro, permanecía en su estado habitual. A mí me recordó a los tebeos de Rompetechos.

La silla no vio afectada su principal función, la de trasladar a Rafa, con lo que llegamos hasta donde Cristi nos esperaba con las viandas y bebidas fresquitas. Allí comentamos la última incidencia entre risotadas y bromas. Después, tras reparar ánimos y energías a fuerza de embutidos varios y alguna que otra fruta, nos dirigimos al chiringuito de la vieja estación de Ambite. Qué bien la han dejado, toda remozada y con aspecto de recién estrenada. En la terracita, a la sombra, varias docenas de excursionistas se dedicaban al saludable deporte de vaciar jarras de líquidos áureos o ambarinos. Hasta alcanzar la mesa que quedaba libre hubimos de desplazar media docena de bicicletas con el propósito de despejarle el camino a Rafa. Eran cerca de sesenta las monturas de dos ruedas que se apilaban en la entrada del chiringuito. Allí tomamos los últimos refrescos y hasta algún café y nos dispusimos a meter las bicicletas en la furgoneta. La tarea llevó más complicación de lo previsto y un último percance. La bici de Wladi quedó espachurrada y tendrá que pasar por el taller de reparaciones. No habrá de importar demasiado, pese a que ahora andaba en una fase muy ciclista. Los más de medio centenar de kilómetros cubiertos tanto por Wladi como por Christian, seguramente basten para que ambos tomen unos días de descanso ciclista y se dediquen a deportes de otro tipo. Ese periodo de tiempo bastará para volver a poner en funcionamiento la bici de Wladi y empezar a proyectar la próxima aventura ciclista. De momento, os adelantamos que antes de esa próxima excursión, sobre vehículos de dos ruedas, tenemos en proyecto dos caminatas. Una podría ser a las Tablas de Daimiel y la otra para recorrer la Ruta del Cares. Os mantendremos informados. A ver si se animan para estos proyectos unos cuantos deportistas más.

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