21.9.10

Reciclaje de profesores

Los pasados días 17 y 18 de este mes de septiembre se ha celebrado en el Gimnasio Banzai de Madrid el tradicional reciclaje de profesores de nuestro grupo: los que empleamos el Método R. Ortega a la hora de impartir las clases de yudo.

Problemas laborales y la inundación sufrida en el local de la AA. VV. La Laguna (donde tenemos actualmente nuestro ‘cuartel general’) han venido a dar al traste con la presencia (in corpore) de los profesores Cristina Carbonell y Wladimiro Martín. No obstante, tenemos que insistir en la importancia de este acontecimiento con el que solemos abrir el curso.

Somos fieles a nuestra filosofía y, especialmente, a nuestra característica forma de entender la enseñanza del yudo. Por eso, vamos a insistir en este ideario destacando algunas cuestiones esenciales, para nuestra escuela:

- No somos entrenadores de niños sino profesores; tampoco somos entrenadores de alumnos que vienen a practicar yudo para estar en forma y aprender a defenderse.

- Cuanto menor es un alumno tanto más yudo-suelo hace y menos yudo-pie practica.

- En el yudo tradicional el responsable de la caída es el que cae, para nosotros el responsable es el que tira (tori es responsable siempre de uke).

- La mejor y más barata recompensa es un aplauso.

- Nos dirigimos a nuestros alumnos primero potenciando lo positivo y luego corrigiendo lo negativo; no enfatizando los defectos y olvidando lo positivo.

- Si un alumno no aprende es que se le enseña mal.

- El profesor de yudo debe ser ejemplo en todo momento.

- Para reforzar nuestras explicaciones aprovechamos ‘buenos ejemplos’ (como decía A. Geesink), que siempre hay entre nuestros alumnos, pero procuraremos que no siempre sean los mismos.

- Evitamos al máximo el empleo de la palabra ‘no’ en nuestras clases; a cambio repetimos a cada momento: ‘bien’, ‘estupendo’, ‘fenomenal’, ‘ánimo’, ‘genial’, ‘de maravilla’, ‘un poco más’, ‘magnífico’…

- Controlamos la asistencia diaria a nuestras sesiones (todo alumno tiene derecho a saber que no ha pasado desapercibido en una clase, por numerosa que ésta sea).

- No se puede dejar a la improvisación una clase, pero se debe dejar margen a la adaptación del programa a la circunstancias de cada momento (“un buen profesor es un buen observador”, como decía A. Geesink).

- El profesor de yudo es como un grifo, si un alumno viene a beber para saciar su ignorancia, el grifo se debe de abrir. Entre tanto, el grifo está cerrado y no derrama el agua o conocimiento. Pero, a veces, conviene ser como un riego por goteo programado y, aunque nadie acuda al grifo, se humedece el ambiente.

- La enseñanza es como la alimentación, hay que dar lo que más gusta, pero, a veces, también un poco de lo que hace falta, aunque no guste tanto (como planteaba A. Geesink en otras palabras).

- La salud de nuestros alumnos está por encima de toda otra consideración. Un profesor no debe enseñar algo que va contra la salud (a corto o largo plazo) ni siquiera con falaces excusas como la de conseguir ganar, por ejemplo.

- El respeto es necesario, pero el sentido del humor también lo es. Si queremos alumnos humildes debemos ser humildes; si queremos alumnos respetuosos debemos ser respetuosos; si queremos buen ambiente debemos cultivar el buen ambiente…

- Saludar a una colchoneta no tiene por qué constituir un gesto de respeto lo que sí parece es la perpetuación de un gesto ritual anclado en una tradición de la que se sabe poco y poco se tiene que ver con ella.



Recomendamos los enlaces:

R. Ortega

J. Linger

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