28.8.11

El respeto y la educación (otra vez)

El mundo de la enseñanza es apasionante; a mi me apasiona. Es increíble lo útil que un ser humano se puede llegar a sentir cuando aprende algo, cuando se lo enseñan. Pero aún más increíble es el placer de enseñar algo, de instruir.

En estos días de verano pasan los días entre deseos de perpetuar el tiempo de solaz y las ganas del rencuentro con la tropa de chavalillos que año tras año nos vienen a nuestro alrededor a aprender yudo, a que les enseñemos llaves y cosas. Ya hemos explicado que nos redimimos de nuestras mierdas cada vez que recordamos que algo hacemos por esta sociedad desde nuestro humilde papel de educadores, aunque no dejemos de ser simples profesores de yudo para muchos de los que nos tratan.

En estos días de verano, también hemos aprovechado para preparar nuestros programas y para reciclar nuestros conocimientos y, si puede ser, para adquirir algún otro. Nunca está de más.

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