Ha acabado el Mundial de yudo celebrado en Astana
(Kazajistán). No soy experto, ni lo pretendo ser, en yudo internacional. No
obstante, quiero hacer mi particular reflexión, tras muchas horas de observar
encuentros a lo largo de toda esta semana. En particular, quiero traer a este
espacio las palabras de la recién proclamada campeona del mundo en menos de 48
Kg., Paula Pareto. La argentina dice en una entrevista realizada tras la
obtención de su medalla de oro: "Jamás entraría al tatami en zapatillas y
nunca olvidaría saludar a los cuadros con las fotos del maestro de artes
marciales japonés y creador del yudo, Jigoro Kano".
La propia argentina -doctora en Medicina, por cierto-
asegura que el yudo es para ella un estilo de vida. De eso se trata para muchos
que hemos dado con este fabuloso y singular deporte. Destaco estas palabras de
toda una campeona del mundo por encerrar mucho respeto y humildad, a mi modo de
ver. Y, eso, no está reñido -a la vista está- con ser ambicioso y tratar de
superarse a uno mismo.
Otro de los mejores momento vividos frente a la pantalla
viendo el desarrollo del Mundial ha sido cuando la española María Bernabéu
consiguió un puesto en la final de menos de 70 Kg. Lástima que a los pocos
segundos su rival, la francesa Emane, acabó con el sueño del oro. No obstante,
el descuido no debe de empañar el magnífico campeonato realizado por la pupila
de nuestro amigo Carlos Montero, que ganó cinco encuentros, tres de ellos por
ipón. De hecho, tras haber conseguido plaza para Río 2016 pasa a ser la más
firme apuesta de nuestra selección nacional para optar a la ansiada medalla
olímpica.
Aún queda un año para los Juegos y en ese tiempo hay mucho
trabajo por delante. Un trabajo muy desconocido para la mayoría de la gente
entre la que se encuentra la legión de críticos hacia el yudo cada vez que
llega una de las grandes citas (especialmente los Juegos) y no se colman las
expectativas en cuanto a consecución de medallas. Así es la vida.
Pero uno de los momentos épicos del pasado Campeonato del Mundo
de Astana fue el vivido en el combate para el bronce entre el belga Nikiforov y
el francés Maret. Una medalla en todo un Mundial estaba en juego pero el bravo
belga no estaba en óptimas condiciones. Desde el inicio mostró a las claras que
estaba lesionado. Por momentos no podía agarrar con su mano izquierda y, a
duras penas, contrarrestaba los ataques del francés Cirille Maret. Pero no
acababa de rendirse y estaba dispuesto a agarrarse a un hilito de esperanza que
sólo él veía. Parecía que sería cosa de tiempo que el galo encontrase la forma
de acabar con la resistencia (pasiva) del belga. Pero Nikiforov resistía. Lo
hacía acumulando sanciones por pasividad; eso sí. Hasta el punto que acumuló
tres y si volvía a ser sancionado lo sería con la pérdida del encuentro. Todo
pintaba en su contra. Se entraba en el último minuto y, entontes, el francés
atacó y Nikiforov, sin poder cerrar la mano izquierda contra-atacó. De manera
increíble sacó una gran ventaja: uasari. El francés no podía creerse el cambio
en el combate. Apenas quedaban unos segundos de contienda. Y cuando quedaban
sólo cinco segundos Nikiforov, enrabietado, volvió a lanzar un ataque; un
último ataque que se cobró un ipón. Entre lágrimas de dolor y alegría el belga
apenas celebró la consecución de su medalla de bronce. Y al salir del tatami y
abrazar al seleccionador belga aún se podía comprobar que no podía cerrar la
mano del dolor. Épico combate que podéis ver íntegro (y merece la pena) en el
enlace que dejo a continuación. ¡Qué grande es el yudo!
https://www.youtube.com/watch?v=19ZuYBYruSs
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