24.4.18

Tolerancia al fracaso



Hemos cambiado, este año, los criterios de selección para participar en el Trofeo del Rincón del Jiu Jitsu en el que venimos participando, por invitación del club organizador, en todas las ediciones... y van diez. Han sido muchos los momentos de gratitud y éxito, que nos han alegrado mucho por nuestros chicos. Pero también han sido algunos los malos momentos organizando parejas por falta de compromiso de los ¿chicos? y por diversas causas ajenas a nuestra voluntad.

Con toda esa experiencia hemos cambiado los criterios de selección y hemos dado la opción durante este mes de abril de que cada chico practicase con “su pareja” hasta que ayer comenzamos con las pruebas de selección, para inscribir únicamente a los que lo desean, se comprometen y cumplen unos mínimos requerimientos técnicos, para realizar el ejercicio que se viene explicando en las clases. Claramente, algunos chicos, decididos a acudir al torneo, no han dado esos mínimos.

Lamentamos mucho que un niño salga llorando y diga que no quiere volver más. Por eso nos permitimos recordar que frustración "es un sentimiento que aparece cuando no conseguimos lo que queremos o cuando nos suceden situaciones no deseadas. Según la intensidad del sentimiento y nuestras características personales, podemos reaccionar ante ella con enfado, angustia, ansiedad, etc." Son palabras de María José Dunjó, ingeniera reconvertida en consultora de transición profesional.

Algunos expertos aconsejan, para ayudar a tolerar el fracaso al niño (niña):

1. Dar ejemplo
2. Educarle en la cultura del esfuerzo.
3. No darle todo hecho.
4. No ceder ante sus rabietas.
5. Marcarle objetivos.
6. Convertir la frustración en aprendizaje.
7. Enseñarle a ser perseverante.


Hace años eramos firmes defensores de que el primer objetivo cuando el niño practica yudo es que sea feliz. Hoy lo seguimos creyendo de igual modo, pero creemos que no es el objetivo único. Había, antes, algunos sobre-entendidos que hoy conviene recordar. Cuando un niño acude a una clase de yudo tiene un profesor al que debe respeto y al que tiene que hacer caso… y luego ser muy feliz, claro. Cuando un niño acude a una clase de yudo es para aprender yudo… y luego ser muy feliz con ello, claro.

Antes hablábamos de la frustración y siguiendo a la mencionada María José Dunjó “de alguna manera, tenemos la creencia errónea de que las emociones negativas no forman parte de nuestra vida”, ese sentimiento o similares “nos hacen sentir fracasados, cuando simplemente son la respuesta adecuada a la situación que atravesamos, algo que sucede tanto en situaciones de frustración como en situaciones de fracaso. Son circunstancias temporales y es importante asumirlo, para no anular el proceso de aprendizaje que conllevan”.

“En la infancia creemos que todo el mundo gira alrededor nuestro, que lo merecemos todo y en el instante preciso que lo requerimos. No sabemos esperar porque no tenemos desarrollado el concepto del tiempo, ni la empatía suficiente para pensar en los deseos y necesidades de los demás. Es entonces cuando se empieza a aprender a tolerar la frustración, cuando nos ponen límites y nos sentimos <>; de lo que <> en un determinado instante. Como niños no tenemos las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar ese malestar. Sin embargo, si siempre nos dieran lo que pedimos, no aprenderíamos a aguantar la molestia que provoca postergar nuestros deseos y al llegar a la edad adulta seguiríamos sintiéndonos mal cada vez que nos viéramos obligados a posponer una satisfacción.

“Las personas con baja tolerancia a la frustración necesitan eliminar ese malestar inmediatamente, haciendo lo más fácil o lo primero que se les ocurre para conseguirlo. Sólo piensan en el bienestar a muy corto plazo y pasan por alto los resultados a medio y largo plazo. Por eso, ante cualquier frustración por pequeña que sea, restan importancia a sus verdaderos deseos y los supeditan a esa satisfacción inmediata, con la consiguiente desmotivación y abandono de sus metas o proyectos auténticos y de futuro”.

“Aprender a tolerar la frustración requiere paciencia, algo que no tiene tanto que ver con la necesidad o los tiempos de espera, como con la fortaleza para afrontar el dolor sin perturbarnos emocionalmente. Si no somos capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de nuestros deseos, nuestra vida se llenará de tragedias innecesarias, que nos estresarán y nos harán sentir insatisfechos. Por contra, la vida de los que toleran las frustraciones conlleva menos estrés y resulta más agradable, ya que podemos enfocarnos en convertir los problemas en oportunidades de cambio y mejora, incrementando la probabilidad de resolverlos más allá de la reacción o el escape”.

“La tolerancia a la frustración resulta vital para una vida feliz y más que con tiempos de espera, se relaciona con la fortaleza para soportar el dolor sin perturbarnos emocionalmente”.

Hoy día, los niños siguen siendo niños (son el educando) y “quizás” la tarea de ser padre requiera otra de implicación diferente a la que tuvieron nuestros padres y madres. Ellos, si tenían que hablar con un maestro se ataviaban convenientemente tras pedir entrevista. Hoy día no hace falta y las más de las veces se cuenta con canal directo desde aparatitos peligrosos para el decoro y el respeto. Todavía recuerdo (tampoco hace tanto) cuando en la Universidad se negaban a facilitarte el número de teléfono (fijo, claro) de los profesores. Hoy tenemos el famoso WhatsApp que es una maravilla y también fuente de discusiones y malos entendidos.

Pero sobre todo encaja bien con la sociedad moderna y con lo que venimos hablando.

Por volver al punto de partida diremos que algunos niños se lo pasan de maravilla en nuestras clases a condición de hacer lo que les da la gana, cuando les da la gana. Si el profesor les recrimina o trata de corregir, corre el riesgo de tener que dar explicaciones inimaginables a sus padres. “Mi hijo no miente” (o sea que el profesor sí). Acuden con el niño ante el profesor al que se intenta dejar sin autoridad (¿Quién se habrá creído que es? …¡pues el profesor, el máximo aliado en eso de educar!…)

Hacemos actividades a las que dejamos acudir a todo el mundo y como escuela municipal no estamos obligados a ellos (sólo a dar nuestras clases). Pero lo hacemos.

Luego, también participamos en otras -actividades- a las que sólo acuden un número determinado de nuestros alumnos según nuestros criterios técnicos u otros que sólo los profesores tenemos y que son innegociables (ni por esas… ¿quién se habrá creído que es?)

Lamentamos mucho que un niño salga llorando pero lamentamos mucho más que un papá o mamá nos haga responsable de ello cuando no lo somos; más bien –y esto es una opinión- lo son ellos. Ya se habla por ahí de la generación de los blanditos.

Es verdad que ser padre o madre es difícil, que no está pagado y que no existe el manual del padre perfecto. Es verdad. Pero también es verdad que aplicar el sentido común, el respeto y la comprensión puede ayudar (¡pues se “desapunta”!).

Que sean ustedes muy felices y, de paso, que practiquen yudo cuando acudan al doyo.


NOS VEMOS EN LOS TATAMIS

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