8.12.21

Campeonatos de España (y algo más)


Ha sido un largo fin de semana con actividad maratoniana, valga la expresión. Los pasados sábado 4, domingo 5 y lunes 6 de diciembre se han celebrado los campeonatos de España de las categorías infantil, cadete y absoluto (además del de katas). En todos (menos precisamente en el de katas) estuvimos representados de alguna manera. Pasamos a explicarlo.



Tras acreditarse, con la profesora Naira Pérez supervisando todo, el cadete Brandon Pérez y la infantil Ainhoa Fernández estaban listos para participar en todo un campeonato de España. El cadete lo haría el sábado y la infantil el domingo. Ambos ganaron su primer encuentro y perdieron el segundo. Los dos se repescaron sin tener mucha suerte y pagando cara su inexperiencia, lo cual es lógico por su juventud y no resta un ápice de su enorme talento. Tienen un gran futuro en los tatamis si siguen así.





Llegó el lunes y con ello la disputa del Campeonato de España absoluto; toda una fiesta para el yudo nacional. Se pudo ver en acción a algunos de nuestros olímpicos e internacionales; se pudo ver al campeón del Mundo, Nikoloz Sherazadishvili. Nuestra profesora, Naira Pérez, se midió, en el primer encuentro, a Laura Martínez Abelenda, la internacional que estuvo a punto de representarnos en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio. Naira perdió pese a plantar cara. Pero no repescó por tratarse del primer encuentro pese a ser derrotada por la que luego fuera sub-campeona de España. Así están las cosas en el senior (o absoluto).






Noticias de otros clubes


Siempre nos alegran los triunfos de otros clubes amigos. Más si se trata de deportistas formados en nuestras escuelas, como es el caso del parleño Aharón Santamaría. En el primer encuentro, con un yudo eléctrico, Aharón se deshizo, por ipón, de uno de los cabeza de serie del peso: el gallego Pereira. Luego perdió pero entro en repesca donde fue derrotado en el encuentro para pasar a disputar el bronce. Estuvo a punto de conseguir imponerse y sólo claudicó por una sanción que no pudo evitar, mitad por vaciarse y estar extenuado y mitad por su juventud. No hay que olvidar que Aharón tiene sólo 18 años y es todavía de la categoría junior (ni siquiera es senior). Además, en su peso coparon el podio extranjeros a los que se permitió concursar en el campeonato. Su futuro es magnífico.




Cinturón negro (Aula de Formación Permanente -AFP-)


Mientras se estaban disputando en el polideportivo Gallur (por cierto que el profesor Wladi vivió durante su infancia enfrente) otro representante de nuestro club, Raúl Navas, se aplicaba en un curso de preparación para obtener el cinturón negro. Ya es el segundo y tiene que hacer mínimo cuatro, aunque lo probable es que tenga que asistir a seis de estos cursillos.


Hablando de cinturones negros, nos ha llegado la noticia de que otro alumno formado en nuestra escuela, que actualmente entrena con Aharón, ha obtenido el primer dan. Como decía un gran maestro amigo nuestro, un hilito de ese cinturón negro obtenido por Lucas Paredes es como si fuera nuestro; nos lo atribuimos sin quitar por ello un ápice del mérito que le concedemos al talentoso deportista.




NOS VEMOS EN LOS TATAMIS


3.12.21

Homenaje a Wladi

Han pasado varios días, pero todavía estoy como en una nube. Tampoco sé lo que me llevará escribir todo lo que siento; si es que alguna vez lo consigo. Las emociones han sido muchas y muy fuertes.



Hace unas semanas mi amigo Pepito (José Luis de Antonio) vino a tomar un café conmigo cerca de casa. Estaba acompañado de nuestro amigo común Manuel Rojas. En un momento de la conversación me anunciaron que habían pensado en hacerme un homenaje. Me emocioné y les quise quitar la idea de la cabeza. Pero estaba muy firmemente arraigada. Precisamente el mismo argumento que yo esgrimía me lo sabían utilizar en mi contra (aunque sigo un poco en desacuerdo). “Es que te lo mereces”, decían. Yo decía que no, claro.


Quiero decir, antes de seguir, que conocí a Pepito en el Samurai y que de allí pasamos al Banzai. De eso hace tantos años que no tengo ni ganas de recordar cuándo fue. Eramos unos adolescentes eso sí que lo recuerdo perfectamente.


Por si alguien se cansa de leer esta crónica (y no quiere continuar) voy a resumir en tres palabras, como dice un gran amigo mío: Gracias, gracias, gracias.


No me lo tomé muy en serio y la sola intención ya me pareció suficiente regalo. Hasta que un buen día, hace unas tres semanas, más o menos, José Luis de Antonio me dijo que me enviaría el cartel del curso para que diera mi opinión. La actividad sería el domingo 28 de noviembre en las instalaciones (a las que tengo mucho cariño y en las que he tenido la suerte de estar en multitud de ocasiones) del Kensington School. La idea era ofrecer una sesión infantil y a continuación otra de adultos. Finalmente ambas se simultanearon pues el despliegue en cuanto a tatami distribuido fue importante. Se contaba con mucho espacio. Se empezó, como estaba previsto a partir de las 10.00 horas. Todo seguía adelante.


Fueron unos días de nervios. Desde que supe que la cosa iba en serio no lograba quitarme un cierto hormigueo en la tripa. Pensé en llamar a mucha gente. Quería compartirlo con muchísimas personas. Luego pensé que eso era un error y me limité a colgar el cartel en las redes digitales que manejo. Sólo envié un mensaje a dos personas, (dos personas especiales para mi), rogándoles que no se sintieran comprometidos. Un antiguo alumno que hoy es gran amigo, Christian Taconet. Y mi compañero de trabajo -por decir algo- Alberto Álvarez al que conocí sobre un tatami en alguna actividad que, creo recordar, organizamos nosotros mismos. Por dar una pincelada sobre sus vidas, diré que el primero trabaja en ABC y parece que le falta el tiempo en ayudarme cada vez que le pido (demasiado frecuentemente) me resuelva algún problema informático; el segundo, es el actual director de Deportes de Parla, cargo que llegó a desempeñar para la Comunidad de Madrid, y que me ha ayudado mucho laboralmente y en toda mi vida. Yo no tengo hijo (varón), ni hermano (varón). Bueno, miento… les tengo a ellos.


Alguna noticia me fue llegando de cómo se iba gestando todo, de los que iban a intentar acercarse. Pero a juzgar por el resultado final, que fue apoteósico, me llegó muy poco. Antes de seguir quisiera decir que los que no pudieron acercarse es como si hubieran estado. Ellos saben que les llevo en el corazón. Los hay que incluso llegaron a la puerta equivocada o cerrada y no pudieron estar con nosotros. Además, algunos (de los que fueron o de los que no pudieron asistir) dejaron un afectuoso mensaje con cuyas imágenes se encargó la profesora del CDE WLAC yudo, Naira Pérez, de montar un emotivo vídeo que puso punto final a la velada. Se puede ver en el siguiente enlace: https://drive.google.com/file/d/1-3P3vMMLr-a2p-moJeMkqOcoXse9nww5/view?usp=sharing


La profesora Naira fue parte importante en el evento al que acudió con su madre, su hermano (clasificado como ella para el Campeonato de España) y una alumna suya, con lo que se puede decir que la semilla está bien plantada. Todo un orgullo.


Hablando de alumnos, me fue muy grato saludar a algunos de ellos, especialmente a los que hacía lustros que no veía. Los famosos “trilli” a los que tuve que pedir se quitasen las mascarillas por ver si era capaz de reconocerles como hace años. Ni por esas.


Ya he heblado de ellos y no quiero seguir por el riesgo de olvidar a alguien, cosa que me parecería injusto. Pero sí quiero expresar aquí lo agradable que fue presenciar el mencionado vídeo, con mensajes llenos de afecto, incluso emitidos desde fuera de España. También hubo quien se acercó expresamente al evento pese a vivir fuera de Madrid. Toda una gesta.


Pero volvamos al relato del gran día. Christian había quedado en pasar por casa para llevarnos, a Cristi Carbonell -mi santa compañera- y a mi, hasta el Kensington. Llegó a la hora acordada y, enseguida, vimos que llegábamos pronto. Como él mismo se encargó de recordar era la primera vez que tenía que llegar el último en vez de ser el primero. Esperamos un poco en el coche.


Cuando ya por fin me cambié, para mostrarme como el yudoca que alguna vez fui y como hacía años que no me uniformaba, inicié el camino hacia la gran sala. No se oía nada y sólo veía a mi amigo José Luis, al fondo. Yo entonces no lo sabía pero era como si subiese lentamente la primera gran altura de una montaña rusa. A partir de ahí todo fue vertiginoso.


Muchísima gente me estaba esperando en el tatami, todos en fila con mucha ceremonia y en silencio pese a que había muchos niños. También mucha gente estaba asistiendo al evento deportivo, como público. Yo parecía una estrella de la canción. Algunas personas más me seguían con sus móviles tomando imágenes mientras se oían aplausos que me costó identificar como propios; eran para mi. Llegué a desorientarme y me fui para el lado contrario al que se supone debía ir. Quería buscar un sitio donde ocultarme un poco, pasar desapercibido y no molestar. No lo había. No comprendía que todo eso era por mi.


Me costaba identificar rostros entre tanto aplauso. Finalmente, fui a donde me indicaron y mi sorpresa fue mayúscula. Entonces descubrí asombrado que me esperaban nada menos que mi maestro Rafael Ortega y su inseparable Puri Polo. El abrazo fue tan largo como emotivo. Gritamos sin palabras nuestro sentimiento, un grito sordo que todos los presentes escucharon sin necesidad de oír nada.


Afortunadamente, José Luis dio una palmadas para dar comienzo a todo, y yo pude dejarme caer en un silla. Estaba exhausto y sin embargo notaba la energía por todas partes. Toda una paradoja: lo que me estaba haciendo más fuerte, me debilitaba por otro lado.


Creía que ya había acabado todo y no había hecho más que empezar. Todo el mundo se acercaba a saludarme. Bueno, todo el mundo no. También vi a mucha gente que esperaba un momento de sosiego para no molestar o hacerlo lo menos posible. Algunos me daban recuerdos de quienes no habían podido acudir; de lo mucho que lo sentían.


Entre los llamados grandes maestros pude saludar a Rodolfo Cruz, Javier Linger, Paco Lorenzo, Pili Nieto, José de Mingo, Francisco Silvestre, César Iván Rosado, Vicente Alarcón, Alberto Blanco, Alberto Álvarez (cito sin ningún orden según me vienen a la cabeza). También a los que pronto lo serán -si es que no lo son ya de alguna manera- como Naira Pérez, Francisco José “Curro” Pérez, Francisco Javier AlumbrerosSergio Adrados Andrés. Además, charlé con viejos yudocas y con algunos que se pusieron el yudogui, como deferencia, después de buscarlo más de lo deseado. Saludé a alumnos formados bajo mi influencia que hoy día entrenan en otros clubes. A alumnos antiguos a los que la vida ha llevado por derroteros distintos a los del propio yudo. A alumnos que hoy entrenan bajo la dirección de Naira, mi mano derecha. En definitiva, amigos de multitud de procedencias siendo casi constante que la amistad se fraguase en un tatami. Curioso: cuanto más se alejan del concepto de “mis alumnos” más ganan en el de “mis amigos”.


Me gustaría aquí citar a todos, pero no quiero extenderme, además de que corro el riesgo imperdonable de olvidar a alguien. Sería más por culpa de mi maltrecha memoria que de las profundas vivencias a su lado. Sí quiero, en cambio, resaltar alguna anécdota o escena ya que ahora tengo la ocasión.





Algunas escenas reseñables


Allí estaba todo un diploma olímpico como Paco Lorenzo, con Pili Nieto a la que conocí mejor cuando ambos apoyamos la lista de los que resultaron perdedores en las últimas elecciones a nuestra Federación Madrileña de Yudo. Me recordó que empezó haciendo yudo en el Sagrado Corazón al que fui a veces a entrenar, cuando era un chaval, porque había buena gente con la que me llevaba muy bien y… ¡muchas chicas guapas! Con Paco Lorenzo coincidí en Pamplona en el que fue para ambos nuestro primer Campeonato de España. Ambos éramos “cadete”. La que montamos en el hotel fue antológica. Ninguno de los dos quisimos ahondar en nuestros recuerdos… así de grande la liamos.


También estaba Mingo al que conocí por una historia que paso a narrar.


Recibí, un buen día una llamada de la Federación. Muy amablemente me pedían permiso para dar mi teléfono a Mingo. “¿Le conoces?” me preguntaban. Claro que le conocía. ¡Menudo curriculum! Como para no conocerle. Pero entendí que buscaba algún sitio para entrenar. Por lo que contesté que estaría encantado pero que no teníamos nivel para él. Me contestaron que no era para él sino para el hijo de una amiga que vivía en Parla. El chavalín pasaba por episodios de ira y habían pensado en medicarle. Se trataba de un niño de seis o siete años. Me pareció un disparate lo que habían propuesto como solución y contesté: “vamos a darle una oportunidad al yudo”. Así es que me trajeron al conflictivo muchacho con el que enseguida conecté. No tuve ningún problema con él ni él lo tuvo con sus compañeros; era un niño más. Hasta el punto estaba integrado en su clase que, al poco, también se inscribió su hermana, algo mayor que él, seguramente por su influencia. La muchacha llegó a clasificarse para un campeonato de España infantil.


Resultó que Mingo tenía mucha amistad con el que llegó a ministro de Industria, Miguel Sebastián. Estamos hablando de la nieta de esta gran personalidad; dos de sus hijos son los que practicaron yudo conmigo.





Así es que todo un ministro vino a ver nuestra actuación en el Festival de Navidad organizado por la Federación en Villaviciosa de Odón en diciembre de 2010. fue un verdadero honor.


Ahora Mingo retransmite habitualmente campeonatos, sobre todo internacionales, y despide sus conexiones haciendo referencia a un buen amigo suyo con la frase “nos vemos en los tatamis”. ¿Les suena?



Entre las grandes sorpresas que me llevé estuvo la de ver a mi hija Yaiza Martín con mi nieta. Una alegría más de este intenso día pues vive cerca de mi y, sin embargo, no es todo lo constantemente como desearía lo que veo a ambas. Pero como dice una amiga de la que ahora paso a hablar: “lo importante es que les vaya bien y si hay algún problema ya saben donde estoy”.


Yaiza llegó a cinturón negro y consiguió disputar un Campeonato de España tras proclamarse campeona de Madrid de la categoría cadete. Por entonces entrenaba en el Banzai con Rafa a quien saludó con mucho cariño. También para ella ha sido y es una persona muy importante.


Voy a hablar ahora de esa amiga, Elena Solís, que apareció un día por el colegio Ciudad de Guadalajara a recoger a sus hermanos que practicaban yudo conmigo. Por entonces tenía de ayudante a Christian, pero, en un primer momento, no coincidieron. Así es que viendo a la guapa jovencita que había aparecido por allí, enseguida pensé en él.


Pasaron uno días hasta que coincidieron. Me jacto de decir que les presenté y animé a charlar. Creo que no hacía falta. Hoy día han formado una entrañable familia, cuyo hijo Enzo Taconet no quiso perderse el acontecimiento. El pelirrojo muchacho, que está preparándose para obtener el cinturón negro, tiene la deferencia de considerarme maestro suyo. Pero en realidad, se ha formado (en el aludido Ciudad de Guadalajara) con mi mujer Cristi (como él mismo reconoce). Por cierto que hace muchos lustros, ese colegio “me lo pasó” Manolo Ortega, el hermano de Rafa. Yo creo que lo dejó en buenas manos a juzgar por el mucho tiempo que ha estado bajo nuestra influencia. Espero que por ahí también se puedan sentir orgullosos.


Otra anécdota es que mi propia hija se fracturó la nariz con Paloma Solís la hija de Elena. Fue en un choque durante un inocente juego: “el león”. Pese al nombre, dicho juego no es violento y jamás antes, (… ni después), ha sido motivo de accidente alguno. Para colmo yo estaba separado e insistí mucho en que la niña viniera a la actividad. (Debió ser cosa del inconsciente). ¡Qué de recuerdos!


El caso es que me encantó ver a los Taconet en el acto. Christian, fiel a su carácter, se implicó hasta la médula. Elena no paraba de tomar imágenes como si yo las mereciera y, mientras, Enzo, no dejaba de practicar con su tío Gustavo Taconet, que también practicó yudo en el Ciudad de Guadalajara y luego en el Barrio del Aeropuerto.


Entre los momentos de los que más disfruté se encontraron los que pasé charlando con mi maestro Rafael Ortega. Está pasando por dificultades físicas y, sin embargo, no lo parece. Me dijo: “nosotros luchamos, que es fácil, pero los que tenemos cerca sufren”. Estoy totalmente de acuerdo y una vez más me animó sólo con escucharle.


Dicen que una de las acepciones japonesas para referirse a un maestro implica la idea del que transita más avanzado por el mismo camino que uno recorre. Tantas veces me he acercado para preguntar por cosas que me angustiaban sabiendo que él ya lo pasó en su momento. Siempre con el deseo de que me impregnase de su sabiduría por tanta experiencia.


También me recordó que hemos cometido errores pero que nuestros alumnos han sabido perdonarnos por su cariño. Yo añadí por la honestidad con que actuábamos; no sabíamos que estábamos errando, no pudimos evitarlo. Y añadiría que yo también le fallé a él. Innumerables veces. Ojalá que puesto en una balanza se nivelase con el otro platillo; aquel donde se colocan mis pocos aciertos (y mi mucho amor, eso sí...para compensar).


Por último, me gustaría acabar con algo que escuché a Puri después de abrazarnos en la despedida. “Mis chicos” dijo y con ello salté (quizás ella también) a miles de recuerdos. Nostalgia de cuando, sin darme cuenta de lo confortable que estaba, yo era precisamente eso: uno de sus chicos, un chico de Caño Roto haciéndose hueco en la gran familia del Banzai. Un chico haciéndose yudoca.


NOS VEMOS EN LOS TATAMIS


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