28.6.05

Dai Nipon Butoku Kai

El profesor Wladimiro se ha hecho miembro de la más antigua sociedad de artes marciales, la Dai Nipon Butoku Kai. El pasado día 23 de junio consiguió su primera titulación en la prestigiosa institución, en la rama de yu-yitsu. Además, colaboró en la recepción y atención de la expedición del maestro Hamada (su máximo representante). A continuación se narra la que pasa por ser una apasionante aventura. La crónica es extensa. Si te gusta leer... ¡a por ella! Quizás descubras o reflexiones sobre cosas de nuestras disciplinas, de dónde vienen y por qué son así. En todo caso, pedimos perdón por haber incluido tan pocas imágenes. En ninguna reunión de la DNBK se permite tomar fotografías ni imágenes de vídeo. Sólo la señora Hamada realizó un reportaje fotográfico para su uso particular. Es posible que más adelante se haga llegar a los participantes en el evento alguna de las fotos del acontecimiento. De momento, ni siquiera en Internet es fácil obtener material gráfica de la DNBK. Todo ello no hace más que dar una idea de su seriedad y prestigio.

El título conseguido por el profesor Wladimiro el pasado 23 de junio... A continuación una extensa crónica de lo acontecido en los tres días de contacto con la DNBK. Pese a lo extenso de la narración podemos asegurar que se trata de un resumen; tal fue la riqueza de vivencias amontonadas en tres intensas jornadas.

Dai Nipon Butoku Kai

DNBK
Han sido unos días que difícilmente olvidaré. La intensidad de las muchas situaciones por las que he pasado en un tiempo muy apretado y denso hace que lo recuerde como un largo período, cuando, en realidad, apenas se ha tratado de tres días.

Ingresé como miembro general en la Dai Nipón Butoku Kai este mismo año, entre escéptico y expectante. Todo sonaba bien cuando mi amigo, el maestro Pedro Rodríguez Dabauza, explicaba los pormenores de una asociación que pasa por ser la más antigua en cuanto a artes marciales se refiere.

Yo suelo recordar a mis alumnos que no soy muy listo, pero que me he criado en Caño Roto. En esto de las “artes marciales” –y ahora recalco esta forma de definirlas, que a mí no me gusta demasiado- he visto de todo un poco. Pero lo que más he visto es “engaño”: gente que engaña o gente que está engañada. Y, sobre todo, gente que no permite poner en duda su posible engaño.

Esta placa figura entre los mas preciados trofeos del profesor Wladimiro, tras obtenerla el pasado 23 de junio
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I. La llegada

La mañana del martes día 21 de junio, acudí al Aeropuerto de Barajas a recibir a la expedición del maestro Hamada(*). Llegaba de Virginia con sus alumnos: dos jovencitas adolescentes (de 14 y 15 años), un matrimonio joven (Eric y Margerite), el talludo Tim, el bonachón Perry y la secretaria del maestro, Kim. Junto a ellos viajaba el propio maestro con su mujer Kazumi. Al parecer venían cargados de cajas y maletas por lo que habría que “echar una mano” con su traslado al hotel Regina en pleno centro de Madrid. Mi amigo José Luis de Antonio acudió con su furgoneta de siete plazas. Llevó con él a su alumno Lorenzo, que también conducía otra furgoneta similar. Por supuesto, también acudió Pedro que no podía faltar a la cita en el aeropuerto en su calidad de anfitrión.

La espera fue larga. Desde que se anunció que el avión en que venían los budocas americanos había tomado tierra hasta que les vimos pasaron muchos minutos. Luego, todo transcurrió deprisa. Fue como cuando uno se sube a lo alto de un trampolín y no se decide a saltar al agua. Cuando por fin se da el paso al vacío, el tiempo cobra otra dimensión. De repente uno se encuentra a gran velocidad por el vacío y sin saber exactamente cuando, se zambulle en el agua fresca con un gran estruendo que desaparece a medida que el cuerpo se vuelve ingrávido. Algo de toso eso nos sucedió a los cuatro miembros de la comitiva española de recepción.

Yo, por educación, intenté cerrar la comitiva y caminar detrás del sensei. No hubo manera; se retrasaba notablemente del grupo, para no caminar a nuestro lado.

Solo con las cajas y algunas maletas quedó repleta la furgoneta de Lorenzo. En la de José Luis también se metieron muchas maletas y sólo quedaron tres plazas libres después de mucho luchar. Después de todo, mi presencia en el aeropuerto iba a ser algo más que testimonial. A mi coche subieron Perry –delante- y dos de sus compañeras. Se les notaba cansados, por lo que sólo charlé un poco con ellos, mientras conducía.

Al poco de llegar al hotel, Pedro me pidió que les acompañara al Casino, que se encuentra a escasos metros del hotel Regina, para servir de intérprete. Esa era la razón por la que yo había acudido al aeropuerto.

Enseguida me di cuenta de que al maestro Hamada no se le podía tratar como a cualquier otra persona. Yo le miraba de hito en hito, pero bajaba la mirada cada vez que descubría que el maestro notaba que le observaba. En el momento de salir del hotel y dejar allí a sus alumnos vimos la primera muestra del profundo respeto que sienten hacia él; de la veneración que le profesan. Cualquiera que pasase por allí pensaría que se trataba de una secta. Hombres maduros como los americanos llegados desde Virgina se cuadraron como soldados ante el maestro y con los talones fuertemente juntados inclinaban sus cuerpos 45 grados manteniendo la reverencia hasta que el maestro estaba muy lejos; ya en la calle.

Al Casino nos trasladamos cinco personas: el maestro Hamada, su secretaria Kim, Pedro R. Dabauza y yo. La quinta persona era Didra, una profesora de inglés residente en Madrid, que es a su vez alumna del maestro en Virgina. Acudía como traductora del maestro; y lo pasó francamente mal a lo largo de estos tres intensos días. Su castellano no es muy bueno.

Una vez se sentó el maestro y viendo lo protocolario de cuantos movimientos realizaban su secretaria y Didra, me quedé en pie sin tomar asiento. En cierto modo no sólo lo hice por respeto; era como si me hubiera quedado pasmado. El resultado fue bueno porque el maestro vio mi actitud y me invitó a tomar asiento. Luego, las instrucciones sobre el protocolo para el momento de los exámenes y del seminario del siguiente jueves, fueron muchas y muy detalladas. Empecé a tomar conciencia de cómo se toman las cosas gente como el maestro Hamada, que puede presumir de descender de una familia samurai de alta alcurnia.

Cuando acabó nuestra reunión salí sin sentir que las piernas transportasen mi cuerpo. Estaba francamente impresionado por todo lo que había visto… Y aún estaba por ver casi todo.
* Maestro de enorme prestigio descendiente de familia samurai. Su nombre se pronuncia “jamada”. La mayoría de los japoneses adopta el inglés para escribir, ese es el motivo de que en España se escriba yudo con jota, por ejemplo.

La insignia que llevan los miembros de la DNBK
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II. Excursión y comida en El Escorial

La vuelta a la rutina era inevitable. Se podría decir que incluso fue “sana”. Todavía tuve tiempo de atender mi trabajo, comer en casa y partir para Paral a impartir mis clases de yu-yitsu. Al día siguiente, el miércoles 22, quedamos citados en la puerta del hotel a las 9:00 horas.

De allí salimos hacia Las Ventas. En mi coche subieron la señora Hamada, el maestro Koshima y dos chilenos maravillosos: el maestro Herbert Aroca y su alumno Luis. Llegamos los primeros y encontramos un lugar en el que estacionar justo junto a la puerta de entrada del museo taurino. Cuando llegó Pedro conduciendo su BMW deportivo con los maestros dentro (al sensei Hamada le acompañaba ya el venerable maestro Kuwa Hara(*), que había llegado la noche anterior junto a Koshima, que viajaba en mi coche). Le hice señas a Pedro para que se acercara y le cedí mi lugar, de modo que los maestros no tuvieran que caminar ni esperar a que Pedro encontrara un sitio para el coche.

Ya en la visita al coso, cuando la guía se disponía a permitir que los visitantes saltasen al ruedo, el maestro hizo una seña y todos sus alumnos a la velocidad del rayo fueron saliendo del recinto por delante de él. La visita había tocado a su fin.

Cogimos los coches y partimos hacia el Valle de los Caídos. De nuevo fuimos los primeros en llegar. Estacioné bajo la sombra de unos pinos y poco después iniciamos todos juntos la visita al monumento. Como no contábamos con guía Pedro me pidió que actuase como tal para el maestro. El honor de poder dirigirme al maestro competía con la preocupación de no cometer ninguna incorrección. Lo malo es que si mi inglés no es malo, mis conocimientos sobre la Cruz de los Caídos no son muchos. Expliqué, sin entrar en demasiados detalles, que fue mandado construir por un famoso general que venció en una guerra. Mi relato intentaba emular los escuchados sobre la historia de Japón, tratando de evitar connotaciones políticas. Le conté que los prisioneros fueron obligados a cavar la cueva en la montaña, bajo la cruz, casi sin maquinaria; con apenas picos y palas. Hablé de las características graníticas de la montaña en que se horadó la grandiosa gruta en la que ahora está la tumba de aquel famoso guerrero que acabó dirigiendo nuestro país. No debí hacerlo muy mal porque el maestro se interesó en mi relato y llegó a transmitirme algunas cuestiones. Quería saber más sobre el tiempo que se tardó en construir, si esa montaña tenía algún significado especial… Como temía cometer algún error le vine a explicar que fueron largos años porque no se utilizaron los modernos medios que hoy en día se tienen para construir; que muchos fueron los que perdieron la vida en la tarea, al tener que soportar los rigurosos inviernos de la zona en condiciones extremas –mal alimentados y peor vestidos-; que la montaña es un enclave especial al poderse ver desde cualquier punto de la capital de España; que, además, en esas montañas se habían librado multitud de combates entre guerreros valientes de los dos ejércitos. Cuando llegó a la capilla en que se hallan las tumbas de José Antonio y Franco, el maestro reunió a sus alumnos y les puso a rezar tras dirigirles unas palabras. Comprendí entonces que mis palabras habían llevado al maestro a apreciar el lugar y a respetarlo por lo que representa para los españoles. Después de todo, había conseguido explicar que era un lugar muy especial, por más que despierte tan diferentes reacciones y sentimientos en los españoles, por lo que supone y lo que representa. No necesité explicarle nada de nuestra bochornosa guerra civil, ni de las represiones posteriores, ni de la actual división de España en dos grandes bloques (la España conservadora y la España progresista).

Tras nuestra visita al valle salimos hacia el Monasterio de El Escorial. Pese a que el maestro lleva a todas partes un corsé, fuertemente abrochado a su cintura, aceptó entrar al recinto mandado construir por Felipe II. Cuando la guía comenzó el recorrido, el maestro Hamada se apartó del grupo. Caminó rezagado junto al maestro Kuwa Hara, que parecía un simple turista oriental: solo le faltaba la cámara de fotos.

Por educación yo iba cediendo el paso a la comitiva y solía quedar el último del gran grupo. De ese modo tuve ocasión de ver a los maestros Hamada y Kuwa Hara. No parecían mostrar un interés especial en los muebles ni en los cuadros… Su actitud era respetuosa pero no atendían a las explicaciones de la guía; quedaban siempre muy lejos de ella y no la podía oír. No obstante, observé que al pasar junto a dos cuadros que representaban escenas de ejércitos desplegados en el campo de batalla, permanecieron largo rato mirándolos.

Al salir del monasterio, nos dirigimos a comer a un restaurante cercano. Nada más salir perdí a Pedro que salió como un rayo, siendo el único que conocía el lugar al que nos dirigíamos. Tuve la perspicacia de encontrar el lugar en poco tiempo y antes de que se preocupasen los ocupantes de mi coche, así es que nos reunimos a la mesa en el restaurante Buganvilla. Ninguno de sus alumnos tocó ni una copa, hasta que el maestro hizo una seña. Luego, antes de empezar a comer gritó unas palabras tradicionales permitiendo que cada cual fuera bebiendo o comiendo según su deseo.

Los americanos parecieron comer con apetito una selección de aperitivos y entrantes. Pero al llegar el momento de la paella, todos dejaron que se les retiraran sus platos con mucha cantidad de comida en ellos.

El tiempo se marchaba rápido. Yo tenía que impartir mis clases de yudo. Como uno es perro viejo en ciertas cosas había tomado la precaución de prevenir a mi alumno Carlos Grande –un buen alumno que goza de mi confianza, pese a sus 15 años de edad- por si yo me retrasaba. Carlos tuvo finalmente que hacerse cargo de las dos primeras clases.

Salimos del restaurante cerca de las cinco de la tarde. Luego el tráfico denso de un Madrid pleno de obras en sus principales calles motivó que llegara muy tarde al gimnasio (doyo) municipal de Parla. Allí me esperaba Arturo Santos, el alumno de Antonio Enjuto que había quedado en preparar conmigo la prueba. Era la primera vez que nos veíamos y tuvimos que emplearnos duro un par de horas.

Cuando llegué a casa cené y me senté frente al ordenador. Al día siguiente tenía entrega de textos de una revista. No tenía ni una sola línea de los tres reportajes que debía enviar. Sólo aguanté hasta las doce y media de la noche. Puse el despertador y me fui a dormir un poco. El cansancio y la excitación me hicieron tardar en conciliar el sueño.
* Maestro cuyo nombre se pronuncia “cuajara”; 9º Dan de yu-yitsu con 85 años de edad y estado de forma envidiable, aún para personas de veinte años menos

La historica foto que preside toda reunion de la DNBK, con Yigoro Kano en el centro
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III. El gran día

La alarma sonó a las 4:00. Había dormido poco más de tres horas. Tardé en reaccionar, pero un café cargado me ayudó a despejar mi somnolencia. No tardé en empezar a golpear con energía las teclas, hilvanando frases con cierto sentido. Los nervios me hacían volver la cabeza a cada poco para ver la hora en el reloj colgado de la pared. Enseguida acabé un reportaje sobre las fiestas populares recientemente celebradas en Torrejón. Luego, pasé a redactar otro sobre le balonmano-playa. Para ampliar este reportaje tuve que transcribir la entrevista a uno de los mejores jugadores del mundo de esta modalidad deportiva. Al acabar, me puse, casi con fiereza, a escribir sobre la oferta municipal de actividades estivales. Con los textos concluidos, empecé a seleccionar las fotos de los tres reportajes, mientras los enviaba por correo electrónico a la redacción de la empresa para la que trabajo.

El proceso de selección de fotos y su correspondiente envío siempre me lleva varios minutos por cada imagen. Primero selecciono las mejores imágenes, luego las retoco una a una, para conseguir que sean de máxima calidad (en ocasiones hay que recortar, quitar manchas, enfocar, sombrear caras de policías y niños o matrículas de coches, etc.). Luego, el envío de las imágenes es laborioso, pues las nuevas tecnologías también tienen sus limitaciones. Hay que tener en cuenta que las fotografías han de tener una calidad aceptable para poder ser publicadas en papel. Eso quiere decir que, a veces, enviar cuatro fotos puede llevar cinco minutos. Si se tiene en cuenta que envié cincuenta, se puede uno dar cuenta de lo laborioso de la operación.

Pese a todo, salí de casa con la confirmación de que todo había ido bien y con tiempo suficiente para comprar algo de comida. La cita era de 11:00 a 11:30 en el polideportivo Los Rosales de Móstoles y la previsión era de no salir de él hasta las 17:00 horas.

El sentido común aconsejaba meter en la bolsa, junto al yu-yitsu-gui (al traje de faena, vamos), algún alimento y, un par de botellas de agua. De una de ellas fui dando buenos tragos mientras conducía.

Llegué al polideportivo a las 11:00. Como me había despertado a las 4:00 y sólo había tomado tres cafés, para conseguir vencer el sueño, decidí ingerir algo de alimento: lo más duro estaba por venir y podría venir bien para no desfallecer.

Al pasar el recinto deportivo, lo primero que hice fue orinar. Había bebido casi un litro de agua y luego tal vez no se pudiera salir al servicio con libertad.

Al llegar al pabellón, Pedro daba instrucciones para rematar algunos detalles. El tatami había sido colocado sin quedar centrado en la sala. Varios alumnos del maestro Enjuto (otro de los participantes en el evento) trasladaban algunas colchonetas de un extremo al otro del tatami. Solté la bolsa y me puse a colaborar. Luego, me encargaron de custodiar las llaves del vestuario destinado a los maestros, de recibirles a su llegada y de explicarles donde tenían a su disposición cada cosa que necesitasen.

Poco después, llegaron los americanos, todavía sin los maestros. Utilizaron el Metro para su desplazamiento. Yo no quise comprometerme a acudir en esta ocasión al hotel y le pedí disculpas por ello a Pedro cuando me lo pidió la noche anterior. Bastante tenía con el cierre de la revista. Por otra parte, había quedado con mi uke (compañero de examen), Arturo Santos, en acudir pronto al polideportivo para dar un repaso a nuestro examen. No tuvimos ocasión más que de recitar en alto la serie de ataques que yo le realizaría. Todo lo demás se nos fue en atender las instrucciones que nos iban dando y, en mi caso, en colaborar en cuanto se me ordenaba (“llama a José Luis para ver si ya han salido”, “explica a Didra para qué sirve cada llave”, “sal a esperar a los maestros para conducirles a su vestuario”…)

Lo espectacular es la perfección de la ejecución

IV. Un examen muy especial

Me gusta ser humilde porque creo que soy una persona sencilla. No me gusta presumir de nada mío y, sólo en ocasiones, me gusta hacerlo de los míos (de mi familia, de mi hija, de mi compañera –o mujer, como se suele decir-, de mis alumnos, de mis amigos…)

Para mí una prueba es el momento de dar el máximo en algún apartado. Me he examinado de muchas cosas. Además de las normales (carné de conducir, escuela…) me he sometido a pruebas orales en la Universidad, exámenes de capacitación profesional, entrevistas de trabajo, a pruebas de ingreso en coros, a exámenes de yudo, atemi-yu.yitsu, lucha sambo… Además he sido un vigoroso competidor que ha llegado a disputar varios campeonatos de España e incluso internacionales. He arbitrado combates importantes de yudo a campeones internacionales y he tenido que dirigirme desde diferentes escenarios a un público selecto o a una gran multitud de personas. Quiero decir, que me he sometido a duras pruebas de nervios en las que uno está bajo la mirada de personas de mucha importancia. Pero todo lo que rodeaba a esta gran cita que aquí describo, era especial. En todo momento supe dominar mis nervios, pero mi estado era de alerta total; mi concentración era absoluta.

Pedro R. Dabauza hacía verdaderos esfuerzos por llamar nuestra atención, mientras muchos de los del grupo de españoles no le atendían. Era su forma de expresar su estado de nervios; supongo. La cosa era ultimar los detalles del protocolario procedimiento de saludar al maestro a su entrada al pabellón, de entrar al tatami en grupo o por parejas, de salir del tatami, etc.

Mientras Pedro explicaba alguna de estas cuestiones llegó acalorada la secretaria Kim, ataviada de “jakama” y descalza. Empezó a darnos algunas instrucciones para el momento en que accedieran los maestros al pabellón en que nos encontrábamos. Poco después se podía cortar el aire con un cuchillo. Escuché sus alumnos decir en inglés que ya venían y grité: “ya están aquí”. Nos pusimos firmes sobre el tatami y, tan pronto vimos la figura del maestro Hamada comenzamos a aplaudir como se nos había indicado. Giramos al tiempo que los maestros se dirigían a la presidencia sin dejar de aplaudir hasta que tomaron asiento bajo las banderas de la organización Dai Nipón Butoku Kai (DNBK), de España, de Japón y de Chile (en honor a los dos nuevos miembros Herbert Aroca y su alumno Luis). Por cierto que instantes antes de comenzar el acto se hubieron de mover uno diez centímetros por instrucción de la secretaria Kim. Dos compañeros tuvieron que buscar una larga escalera para desatar las banderas y volverlas a atar un poco más abajo.

Sonaron los himnos de España y Japón, asistimos a los discursos de los maestros Hamada, Kuwa Hara y Dabauza. Y se nos indicó que saliéramos ordenadamente del tatami. Luego, la delegación española formó para comenzar las demostraciones. Tras salir en orden al tatami y saludar a la presidencia nos sentamos (es un decir) en posición “seiza”. Es decir, que nos arrodillamos al estilo tradicional japonés. Así permanecimos mientras los maestros Kitano y Kuwa Hara, junto al señor Koshima, realizaron diversas demostraciones de gran belleza. La que más me impresionó fue la del maestro Kuwa Hara, pero no cuando fue realizando diferentes técnicas de defensa contra puñetazos patadas o agarres. Me impresionó aún más cuando dio una instrucción a su ayudante el señor Koshima y éste empezó a proyectar al maestro. Ver a todo un maestro de 85 años salir por los aires y caer con naturalidad me pareció un gesto de humildad, muy a tener en cuenta. Tal manifestación del espíritu budo del que están dotados estos grandes maestros lo considero todo un regalo.

Cuando el maestro Dabauza anunció que comenzaría la demostración de los aspirantes a yu-yitsu “sho-dan”, intenté ponerme en pie de un salto; había llegado mi turno. Los pies me fallaron y no fui todo lo ágil que pretendía ser. Llevaba arrodillado cerca de media hora. Afirmé los pasos con diligencia, pero sin presura y así recuperé la movilidad en los pies. Después… Dicen que realicé un buen examen. Yo pasé muy malos días pensando en que mi nivel no era el que me hubiera gustado alcanzar. Pero he sido competidor y sé lo que hay que hacer cuando llega el momento; simplemente concentrarse absolutamente en el fin que se persigue y aplicar los cinco sentidos en ello; la máxima atención y todo el esfuerzo necesario. Al acabar nos retiramos de espaldas hasta el mismo sitio y volvimos a ponernos de rodillas (en “sheiza”). El resto de compañeros fueron realizando sus demostraciones. Todos estuvieron a gran altura, en especial el maestro Enjuto. Me sentí orgulloso de conocerle desde hace décadas y de haber entrenado con él muchos años atrás. Más tarde supimos que el maestro Hamada había quedado satisfecho con las demostraciones y particularmente con la de Antonio Enjuto. En cambio, tres muchachos que hicieron una demostración de iai-do o de iai-yutsu (manejo de la espada japonesa o katana) no gozaron de la misma consideración para el maestro. Les recomendó acudir a practicar con alguno de los maestros de la especialidad que la DNBK tiene en Europa. Llegó a explicarles que habían realizado movimientos de película de Hollywood. Lo lamenté por ellos pues son excelentes personas, alumnos aplicados y sólo hicieron lo que les ha enseñado su maestro.

Cuando uno participa en un examen de este tipo, como el que aquí se describe, no puede ser tan ingenuo de pensar que tras su demostración todo ha concluido. Personas como el maestro Hamada siguen escrutando todo a su alrededor. Están acostumbrados a analizar cuanto les rodea, con gran capacidad. De manera que tras mi examen volví a adoptar posición “seiza”. En ese momento ya eran pocos los compañeros que permanecían arrodillados al estilo tradicional. Los más se encontraban sentados con las piernas dobladas y entrelazadas.

Hube de permanecer de rodillas cerca de dos horas. Sólo hubo un momento en que por confusión creía que se nos instaba a poner en pie y pude, por ese error estirar un poco las piernas. Apenas fueron unos segundos, pero me reconfortó que la sangre volviera a fluir por mis venas presionadas. Cuando todo acabó, mis pies estaban amoratados y me costó caminar. Era el momento en que el maestro Kuwa Hara explicaría algunas técnicas para que las practicásemos.

Las aplicaciones que el maestro demostró fueron pocas y sencillas. Sin embargo estaban ejecutadas con una exquisita técnica y eficacia. Me apliqué con energía a practicar lo enseñado y, enseguida, fui corregido por los maestros. Esa no es mala señal. Los orientales suelen corregir sólo a quienes creen estar interesados en progresar. Por este motivo me llené de orgullo y me apliqué aún con más entusiasmo. Es cierto que tras caer y levantarse del suelo cerca del centenar de veces hay que empezar a tener algo más que paciencia para seguir concentrado y continuar practicando las mismas técnicas, sin detenerse. De hecho, me pareció ver de refilón que algunas parejas de compañeros paraban y charlaban distraídamente sin ejecutar ninguna técnica. Pero viendo el espíritu con que me aplicaba, junto a mi compañero Joaquín, los maestros volvían a acercarse a nuestro lado y, en ocasiones nos enseñaban alguna variación de las técnicas que estábamos ejecutando.

V. La prueba sorpresa

Hubo un momento en que pronunciaron mi nombre en alto, junto al de tres compañeros más. Se me indicó que acudiera a arrodillarme frente a uno de los alumnos americanos del maestro Hamada. Me puse frente a Eric, un virginiano de complexión fuerte, unos 25 años de edad y algo más alto que yo, pero también más ligero. El maestro colocó al resto de sus alumnos mayores (Perry, Margerite y Eric), frente a los demás españoles convocados para la prueba sorpresa. Yo acudí sin saber en qué consistiría, pero tomando conciencia de que era importante.

El maestro Hamada habló, pero nadie tradujo. Yo entendía su inglés, pero se encontraba lejos de mí y no pude escuchar lo que decía. Miré a mi oponente y vi que de su cinturón, semioculto en su “jakama” (faldones) había una especie de palito negro. De repente, Eric se abalanzó sobre mí tras coger el tal palito que resultó ser un cuchillo de madera. Me dio tiempo a esquivar la estocada, e incluso, pese a no ser especialista, respondí con un soberbio puñetazo, que detuve a escasos centímetros de su sien derecha. Pero Eric, lejos de intimidarse recogió el brazo y lanzó tres cuchilladas más, dos de las cuales me hubieran herido con gravedad, si no se tratase de una simple prueba. Tengo que decir que su actitud me desconcertó. Así es que volvía a la posición frente a él y tensé todos y cada uno de mis nervios. Casi sin tiempo a prepararme, Eric volvió a lanzar varios ataques más. Entonces comencé a defenderme con mucha agilidad, pero siempre acababa levantándome y sin conseguir atrapar el brazo atacante en una palanca o movimiento de luxación, como hubiera sido mi deseo. Cada vez que defendía escuchaba gritar airado al maestro Hamada. Estaba seguro de que recriminaba alguna de mis defensas. Una vez entendí que no quería que nadie se levantara del suelo para defenderse. Empecé a carearme… me explicaré. Mi sentimiento no era el de estar enfadado o contrariado. Aceptaba la prueba e incluso una parte de mí disfrutaba un instante, cuando conseguía repeler los centelleantes ataques del poderoso brazo de Eric. Pero hubo un momento en que empecé a tomar conciencia de que estaba siendo realmente atacado; de que de no ser un cuchillo de palo el que se me lanzaba, estaba a punto de morir o ser gravemente herido si no actuaba con total precisión. Así es que, mientras respiraba profundamente en “seiza”, preparé una defensa definitiva. Recordé que soy más yudoca que yu-yitsuca y dejé mi mente en blanco para permitir que fluyera dentro de mí una correcta respuesta. Eric lanzó una cuchillada recta, directa al estómago. Me dio tiempo a esquivar parcialmente el brazo con mi mano izquierda mientras deslizaba el cuerpo a un lado. Tenía el espacio justo para sacar mi pierna derecha lanzando con fuerza mi pie derecho hacia su rodilla izquierda, mientras atrapaba con ambas manos la muñeca del brazo que sostenía el cuchillo de palo. El resto es un gesto que ya he practicado infinidad de veces, quizás millones de veces. Acabé con mi compañero recostado, con todo el cuerpo estirado y su brazo atacante estirado. Le estaba aplicando un poderoso “ude isigui yuyi gatame”; mi luxación favorita. Eric abandonó y al ir a colocarse le vi un gesto de dolor. Miró hacia su maestro como para pedir ser sustituido, mientras se tocaba la rodilla. Intentó arrodillarse y quedó con una pierna un poco encogida. Le pedí disculpas y me contestó que no me preocupara. Luego supe que tenía un problema en su rodilla izquierda. Lo cierto es que también yo tengo rodilla derecha muy mal. Falla cuando menos lo espero y tras haber sidos extirpados los dos meniscos, sigue dando algunos problemas que los médicos no aciertan a explicar con claridad. Eso quiere decir que, de vez en cuando, tras algún entrenamiento, llego a casa cojeando y paso luego muchos días arrodillándome para saludar a mis alumnos con grandes dolores y sin conseguir sentarme sobre los talones, por la inflamación de la articulación.

Sea como fuera, tras aquel movimiento Eric se relajó algo y yo perdí mi concentración. No estuve tan afortunado en los siguientes movimientos y llegué a experimentar una vergüenza tremenda. Tras varios ataques más, empecé a observar que Eric estaba más alto. Mientras yo permanecía sentado sobre los talones, él permanecía con los dedos de los pies enervados y firmemente apoyados sobre el suelo. Su jakama evitaba que yo hubiera apreciado este detalle. Este simple detalle le hacía mucho más rápido que antes. Cuando me di cuenta adopté la misma postura que mi oponente y entonces volví a neutralizar los ataques. Sólo fue en un par de ocasiones o tres, pues la prueba había concluido. Nos arrodillaron frente a nuestros oponentes y entonces pude escuchar al maestro que indicaba que había que perseverar en este tipo de entrenamientos. Apenas podía controlar mi jadeante respiración y temí que un acceso de mi fastidiosa asma me jugara una mala pasada. Cerré los ojos y me concentré en los latidos de mi corazón, mientras empezaba a notar que se producían tenues silbidos al respirar. Estaba a punto de tener un bronquio-espasmo. Conseguí controlar la situación. Me levanté para saludar en pie a Eric y descubrí entonces que tenía la uña del pulgar del pie derecho parcialmente arrancada. El dedo estaba ensangrentado, pero no había sentido ningún dolor en ningún momento. Supongo que la uña se partió en el momento de aplicar “yuyo-gatame”, pero no lo se.

Cuando acabamos la prueba acudí a seguir practicando con Manuel Rojas que estaba formando un trío. Entonces, tras ejecutar algunas técnicas de las que estaban practicando quienes no se aplicaban en las pruebas del maestro, Manuel me pidió que tradujera al señor Koshima que se encontraba mal. Pidió que se le permitiera salir del pabellón, porque estaba sufriendo un ataque de asma.

Cuando acabamos el seminario me di cuenta de que tenía la chaqueta de mi querido yudogui Mizuno, absolutamente empapada y pegada a la espalda. Los años no pasan en balde y mi cuerpo tiene más cantidad de grasa que la que me gustaría reconocer. Pero estaba muy satisfecho, aunque empezaba a tomar conciencia del cansancio que se acumulaba en mis músculos y articulaciones.

Lanzamos los tres gritos de “banzai” y mostramos nuestro júbilo a la conclusión de la jornada, con gritos de alborozo. Aún quedaba algo…

La belleza del movimiento sólo es comparable al maravilloso dominio técnico del maestro

VI. La ceremonia de nombramientos

Los maestros salieron sin ninguna premura del pabellón, por lo que nuestros aplausos hubieron de prolongarse varios minutos. Los brazos acusaban los esfuerzos y el simple hecho de mantener los aplausos fue otra dura prueba más. No sería la última.

Antes de que pudiéramos relajarnos, se nos indicó que el maestro Hamada quería hablar con nosotros. Pregunté a Kim si era necesario cambiarse de ropa o calzarse y me indicó que no. Como vio que salía corriendo a acudir a la cita con el maestro, me retuvo, mientras me indicaba que hiciera a mis compañeros seguirme. Así lo hice y salí muy rápidamente de la gran sala del pabellón en dirección al vestuario que habían utilizado los maestros. No era allí la cita; nadie me lo había indicado. Pero enseguida nos indicaron que pasásemos a un a gran habitación contigua. Afortunadamente tenía aire acondicionado que reconfortó mucho nuestros cuerpos. El maestro felicitó el espíritu que había visto en nosotros y recomendó hacernos merecedores de los grados alcanzados (aún estaba por verse quienes lo habían alcanzado). Cuando llamó al primer alumno que había conseguido el “sho-dan” de yu-yitsu, el muchacho no tuvo más ocurrencia que levantar la mano y decir “aquí”, o algo parecido. El maestro le mandó volver atrás dos veces. Su enojo fue en aumento y acabó saliendo de la sala dando instrucciones a su secretaria. Kim explicó que muchos alumnos del maestro Hamada no tienen la fortuna de estar tan cerca de él como estábamos nosotros. Nos recordó que debíamos sentirnos muy afortunados por recibir de manos del maestro nuestros grados y explicó que al ser nombrados debíamos manifestar nuestro orgullo contestando desde el sitio con una profunda reverencia. Tras eso había que acercarse a él volver a repetir el saludo y una vez en línea con los otros tres alumnos nombrados volver a repetir el saludo. Todo eso lo escuchamos en posición firme, posición en la que debimos permanecer cerca de tres cuartos de hora. Cuando por fin volvió a la sala el maestro, se cumplió con el resto de la ceremonia de nombramientos. Yo conseguí mi “Outstanding Instructor Award” de la División Internacional de la DNBK, como figura en la bandeja con la insignia de esta organización, que ha pasado a figurar entre mis más preciados trofeos.

Salimos del polideportivo a las 18:30 horas. Sólo tuvimos diez minutos de descanso que yo aproveché para comer una palmeritas de chocolate y beber casi un litro de agua.

En 2007 hay que ir a Kyoto con la DNBK
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VII. Despedida y cena

Al salir de la sala, se me indicó que podía cambiarme de ropa, con rapidez, para estar disponible con mi coche a la puerta del polideportivo. Los maestros iban a regresar con José Louis de Antonio al hotel. Tuve que darme una carrera hasta su furgoneta para meterle prisa al bueno de José Luis, en cuyo rostro se dibujaba un cansancio profundo. Luego subieron a mi coche las tres alumnas americanas, que se mostraron especialmente locuaces. Comprendí que también ellas habían pasado una importante prueba de nervios. Incluso, Margerite reconoció que se echó a temblar cuando pensaba que en la prueba del cuchillo de madera se debería enfrentar a mí. No fue así; me enfrenté a su marido, así es que aproveché para pedirle que transmitiera mis disculpas por haberle echo daño en la rodilla.

Al dejar en el hotel a las ocupantes de mi coche fui a casa a ducharme. Sólo tuve tiempo de eso, de cambiarme de camisa y de beberme una cerveza muy fría. Volví apresuradamente al coche me puse en marcha hacia el Casino donde íbamos a cenar todos junto. En un principio yo no había previsto acudir a esta celebración. Pero, durante el seminario la secretaria Kim me explicó que al maestro le gustaría que acudiera a dicha cena. Acepté encantado y mi amigo Pedro tuvo la gentileza de invitarme a dicha cena.
El ambiente, pese a la presencia de los maestros fue algo más distendido pese a los discursos y las decenas de reverencias. Hubo un momento en que se agradeció la particular muestra de amistada de algunas personas que habían colaborado a que los visitantes se sintieran en todo momento como en sus propios hogares. Entre ellos estaba yo que fui obsequiado con una linda cerámica del Castillo de Osaka. Cuando el maestro pidió que la recogiéramos de sus manos, nos recordó que nos la entregaba como una semilla, como un símbolo de fortaleza que crecería en nuestro espíritu.

Recuerdo que cuando comimos en El Escorial, solicité permiso a la secretaria para que el maestro me permitiera hacerle un regalo así como a los demás visitantes de América. Dio su permiso y pude ir acercándome, uno por uno, a todos nuestros invitados a darles un llavero del Ayuntamiento de Parla. Habían sobrado unos cuantos de los que la Delegación de deportes me había dejado para repartir entre los participantes en el Trofeo de la Amistad que organicé días atrás. Se mostraron satisfechos con el regalo y yo tuve el honor de poder ofrecer un símbolo de mi respeto y admiración.

En definitiva, puedo decir que jamás olvidaré la experiencia. En estos tres días perdí casi siete kilogramos. Estos tres días en contacto con el maestro Hamada y sus alumnos me han hecho crecer otro poquito y me han recordado el camino de la humildad, de la constancia, de la perseverancia… El camino gentil o incruento. Un camino que, a veces, olvidamos para nuestra desgracia.

13.6.05

Éxito rotundo en la séptima edición de la gran cita del Corredor del Henares

Medio millar de yudocas en el Festival Infantil de Yudo de Ajalvir

Se contó con la asistencia de los maestros Rafael Ortega y Manuel Jiménez, así como del campeón Ángel Oteo, que repartieron miles de regalos entre los participantes

El pasado sábado día 11 de junio, se volvieron a dar cita en la localidad de Ajalvir los aficionados al yudo; al buen yudo. No es una cita competitiva, no es una exhibición al uso, no es una simple fiesta… El festival de Ajalvir es algo más.

El Festival Infantil de Yudo “Villa de Ajalvir” va por su séptima edición, con imparable éxito. Casi sin hacer ruido, como quien dice, el profesor de las escuelas municipales de Ajalvir, Francisco Javier Linger, ha conseguido consolidar una de las citas más importantes y singulares de este deporte, con trabajo, tesón y grandes dosis de cariño. Para ello, ha contado con su inagotable energía, a la que se suma un cada vez más amplio equipo de trabajo. No en vano, son ya decenas de colegios, escuelas municipales, gimnasios y clubes los que acuden invitados a un festival, que en esta su séptima edición reunió a cerca de medio millar de yudocas de todas las edades. Todos ellos, son recibidos con una camiseta de regalo que se el entrega a cambio de su carné oficial, con su licencia en regla. Con la camiseta puesta bajo la chaqueta del yudogui, empiezan a evolucionar sobre el tatami. Al acabar se les devuelve el carné con un amplio surtido de regalos.

Primero se dio cita al grupo de los más pequeños; a los “mangas naranjas” y a los “mangas verdes”. Los “mangas naranjas” son los niños con menos de 6 años de edad, mientras que los “mangas verdes” son los de seis y siete. Este sistema de colores en las mangas fue creado hace décadas por el maestro Rafael Ortega, para distinguir a los muchachos y poderles aplicar un diferente programa técnico acorde con su edad o período de desarrollo evolutivo en que se encuentra. Así, las técnicas son agrupadas según su dificultad armonizando su estudio con las capacidades neurofisiológicas del niño, que de este modo aprende yudo como algo natural que, además, estimula su desarrollo psicomotriz. Precisamente una de las singularidades de este Festival Infantil de Ajalvir es que reúne a alumnos de profesores con una doble característica: de una parte, estos profesores se dedican a la enseñanza del yudo con este sistema y de otra, todos ellos son alumnos a su vez del maestro Rafael Ortega, Cinturón Blanco y Rojo, 7º Dan. Ni que decir tiene que el evento viene a ser un homenaje a la figura del mencionado maestro, que nunca duda en hacer un hueco a su apretada agenda, para acudir a la misma, con su mujer Purificación Polo, Cinturón Blanco y Rojo, 6º Dan, así como con un nutrido grupo de alumnos.

Entre quienes se acercan a presenciar este festival infantil nunca faltan el alcalde de Ajalvir, Ricardo Besteiro (PSOE), ni el concejal de Deportes, Andrés Rojo (PSOE), auténticos valedores de esta iniciativa a la que apoyaron desde sus inicios, cuando no se sabía el éxito que iba a alcanzar. El alcalde elogió la labor del profesor Linger que “en una localidad con apenas 1.500 habitantes y cerca de 300 niños escolarizados, ha conseguido reunir a casi un centenar de ellos en la escuela municipal de yudo”. Junto a las citadas autoridades políticas de Ajalvir, que acudieron acompañados de otros miembros de la corporación, también hubo un nutrido elenco de personalidades del mundo del yudo. Estaba prevista la visita del presidente de la Federación Madrileña, Francisco Valcárcel, que no pudo asistir al encontrarse en los actos preparatorios de la entrega de premios “siete estrellas” de la Comunidad de Madrid. Presentó sus disculpas el seleccionador del Equipo Madrileño Absoluto, Manuel Jiménez, Cinturón Blanco y Rojo, 7º Dan, quien también acudió a la cita con un importante grupo de alumnos dirigido por el profesor Ricardo Arbitos, Cinturón Negro, 5º Dan. Junto a ellos se encontraba el sub-campeón de España de los pesos pesados, Ángel Oteo, también alumno de Ortega, que recabó la atención de los jóvenes yudocas participantes en el evento.

Al acabar su participación los “mangas naranjas y verdes”, se procedió a sortear el primer lote de regalos. De este modo, los más afortunados fueron recogiendo de manos las personalidades citadas kimonos, bolsas de deporte, mochilas, entradas para el Santiago Bernabéu, libros… Se repartieron miles de regaos entre los presentes, pues al finalizar el sorteo, bien ordenados en fila, cada muchacho pasaba por el lugar en el que los colaboradores le entregaban un par de “zoris” –o sandalia asiática de paja de arroz-, un refresco, una bolsa de golosinas, un paquete de galletas, un bollo y una pieza de fruta. No en vano cada vez son más las empresas colaboradoras que apoyan esta iniciativa deportiva y social.

Tras evacuar a la primera tanda de yudocas, se dio entrada a los de mayor edad. Era el momento de los “mangas rojas”, “mangas amarillas” y mangas azules”; es decir, de los yudocas con edades comprendidas entre los 8 y los 13 años. A ellos se sumaron dos grupos de yudocas de más edad, que realizaron diversas demostraciones. Eran los juveniles y los adultos, que, para sorpresa de algunos espectadores, desarrollaron un amplísimo repertorio de técnicas de defensa personal. Fueron los momentos más espectaculares, en que se demostraron algunas de las técnicas menos conocidas del yudo.

Se finalizó la reunión con palabras de agradecimiento por parte de las personalidades asistentes, a los Ayuntamientos de Daganzo, Algete y Parla, que cedieron más de dos centenares de planchas de tatami. Por su parte, el profesor Linger, aseguró estar preparando ya la octava edición.

Entre las entidades participantes en el Festival Infantil de Yudo celebrado el pasado sábado día 11 de junio hay que citar a: Club Corredor del Henares, Colegio Alhambra, Colegio Nuestra Señora de la Merced, C.P. Ramón Carande, Escuela Municipal de Ajalvir, Escuela Municipal de Daganzo, Escuela Municipal de Parla, Gimnasio Manuel Jiménez y Yudo R. Ortega.

Alberto Casas en el grupo de los m�s peque�os; los que comenzaron a las diez de la ma�ana
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Vista del grupo de los m�s peque�os.
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Alberto Casas (Torrej�n de Ardoz) y Daniel Pacheco (Parla) nuestros �nicos representantes a la hora del saludo inicial... Yeso que comenzamos diez minutos m�s tarde de la hora anunciada. menos mal que hab�amos citado con 15 minutos de antelaci�n, sino, algunos llegan a la hora de recoger las colchonetas
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Magnifica vista desde las gradas del grupo de los menores (mangas naranjas y verdes)
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Alberto comenz� sin compa�ero de su colegio con el que practicar. Ojo a la puntualidad
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Alberto Casas y Armin Heidarinezhad formaron pareja ante la ausencia del resto de sus compa�eros
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Luis Antonio lleg� tard�simo. Pero se le reserv� una camiseta de recuerdo.
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Los amigos David y Sergio se entrenaron por su cuenta
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Paco se coloca la camiseta que se recib�a nada m�s llegar al encuentro. Luego recibiria mas regalos
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No todos llegaron en el momento de realziar la foto de grupo. El autocar lleg� 40 minutos m�s tarde a recoger a los parle�os
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Nuestros yudocas, en primer termino, correctamente sentados para realizar el saludo tradicional
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Yaiza empezando a entrar un suri-komi-gosi a Raul
AYUDAS

Raul aplicando un jaraigosi a Yaiza
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Tambi�n se explicaron algunas de las t�cnicas que el yudo tiene para defensa personal
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Las t�cnicas que demostraron el grupo de alumnos de Rafael Ortega fueron de gran belleza
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Todos mostraron mucha atenci�n durante las exhibiciones de los adultos
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Algunos de nuestros yudocas reponiendo fuerzas tras su intervenci�n
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Francisco Hidalgo en su liguilla de encuentros

Los ni�os colaboraron en sacar las papeletas en el sorteo de regalos
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Francis P�rez se llev� en el sorteo un kimono para el coche de sus padres
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Yaiza recibió de regalo un libro

Lidia Garc�a y Sonia Sieiro durante el sorteo de regalos
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la segunda tanda (los mayores)
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Sonia cargada con sus regalos
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los hemanos Sieiro con el campe�n �ngel Oteo
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Sergio Cort�s llev�ndose sus regalos
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Galindo recibi� la medalla de manos de rafael Ortega
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Oscar veiga tambi�n se acerc� a Ajalvir
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Visita nuestros álbumes de fotos

Tenemos un par de álbumes de fotos que te pueden interesar. uno es del Trofeo de la Amistad y otro del Festival Infantil de Ajalvir. Pincha aquí. Si no te ha llegado invitación para ver las fotos, o no puedes entrar a través de este enlace, no dudes en ponerte en contacto con nosotros para que te digamos la forma de hacerlo

TROFEO DE LA AMISTAD

Hemos celebrado por tercer año consecutivo el Campeonato Nacional de la ANPEJ

El pasado domingo 5 de junio celebramos en el Polideportivo Municipal Javier Castillejo de Parla una nueva edición del Trofeo de la Amistad de yudo de la ANPEJ (Asociación Nacional de Profesores y Entrenadores de Judo). Es el tercer año consecutivo que este campeonato nacional de la ANPEJ se celebra en Parla y cada edición hemos conseguido un mayor número de participantes y, lo que es más importante, de clubes interesados. En esta ocasión los clubes participantes fueron:

Asociación de Yudocas y Deportistas de Acción Social, AYUDAS (Madrid)
CD Alterna de Parla
Club Corredor del Henares
Colegio Nuestra Señora de la Merced (Madrid)
Colegio Ramón Carande (Torrejón de Ardoz)
Escuela Municipal de yudo de Ajalvir
Escuela Municipal de yudo de Daganzo
Escuela Municipal de yudo de Parla
Escuela Municipal de yu-yitsu de Parla
Gimnasio Olimpia (Logroño)
IES Las Américas de Parla
Kensington School


En total una docena de clubes que aportaron 213 yudocas a las 16 categorías en que se dividió la participación (incluyendo la de mini-benjamines). Hubo participantes desde 3 años de edad, hasta casi 30. Y lo más importante, como en las tres ediciones anteriores, ni el más mínimo percance.

Al final encabezó la clasificación el Gimnasio Olimpia de Logroño, seguido por la Escuela Municipal de Parla y por la Asociación de Yudocas y Deportistas de Acción Social de Madrid (AYUDAS)

Algunas novedades

Por primera vez en este trofeo de la Asociación Nacional de Profesores y Entrenadores de Judo (ANPEJ) se dio entrada a yudocas con más de 17 años de edad. A primera hora de la mañana se enfrentaron en dos liguillas (una de ligeros y otra de pesados), aguerridos yudocas (y yu-yitsucas) de diferentes procedencias. Los encuentros fueron de alta calidad y muy disputados, auque ninguno de los contendientes agradeció “el madrugón”. Al final, el riojano Chema, pese a ser uno de los más ligeros, se alzó con el triunfo, derrotando en la final al torrejonero Alán Abial. La experiencia resultó muy positiva y se espera pulir la idea para sucesivas citas estimulando a estos yudocas a participar en la cita. Por eso, desde estas líneas agradecemos mucho la participación de estos deportistas, algunos de los cuales sólo llevan unos meses practicando nuestro deporte. Es el caso de Eduardo Villoria, que a punto estuvo de plantarse en la final, de Rubén Pinto, de Pablo Martínez y de Jesús Robledo (a la postre tercer clasificado).
En el resto de categorías los encuentros se fueron sucediendo con tanta pasión como deportividad. Los mayores madrugaron más, para permitir a los más pequeños acudir más tarde al Pabellón Municipal Javier Castillejo. Es la forma de no hacer madrugar a los pequeños yudocas. Además, al convocarse a diferentes horas, al acabar cada una, los participantes pueden salir del polideportivo, marcharse a sus casas o a donde les plazca y regresar para la comida de confraternización, si lo desean. Es la forma de que cientos de yudocas realicen un campeonato en el que se les garantiza participar al menos en dos encuentros. Por otra parte, los padres tuvieron ocasión de ver evolucionar a sus hijos en los diferentes calentamientos que se organizaron en cada tanda de yudocas. De esta manera lo largo que se haga el encuentro sólo lo sufren los profesionales de este deporte (los profesores y entrenadores), mientras que los deportistas y sus familiares quedan liberados de permanecer horas y horas en el recinto, al modo en que ocurre en cuanto organiza la federación de yudo. Por otra parte, los padres no suelen enterarse de casi nada de lo que ocurre en el tatami, lo que les suele hacer poco menos que insoportable el acudir a este tipo de citas. En cambio, en Parla, se repartieron cientos de boletines con información sobre el desarrollo de este Trofeo de la Amistad, así como con otros aspectos de nuestro singular deporte.

Cada uno a su hora

Cada categoría fue convocada a una hora diferente, cumpliéndose con cierto rigor los horarios anunciados. Lástima que en el pabellón se llegaron a registrar temperaturas altísimas. Pese a todo, en cada categoría se fueron repartiendo los premios y regalos de forma que quienes acababan su participación podían salir del pabellón para tomar el aire o marcharse si tenían algo mejor que hacer.
Además, en cada categoría se comenzaba la participación con un saludo tradicional y un calentamiento que incluía exhibiciones para que los espectadores pudieran comprobar la evolución de nuestros yudocas. Los calentamientos estuvieron dirigidos por los profesores de las escuelas municipales de Ajalvir y de Parla, Javier Linger (4º Dan) y Wladimiro Martín (5º Dan). Hay que agradecer, también, la colaboración de los profesores José Luis Balda y José Luis de Antonio, que arbitraron sin descanso los cientos de encuentros que se hubieron de disputar. Esta es una costumbre que siempre se ha mantenido en la ANPEJ: la de que cada club participante aporte al menos un árbitro. En Parla siempre se ha cumplido y jamás hubo motivo de queja.


Los deliciosos “mini-benjamines”

En la última tanda, la de los yudocas de menos edad, se tuvo ocasión de ver a jovencísimo yudocas, que, pese a su corta edad, evolucionaron con normalidad junto al resto de sus compañeros. Una pareja de yudocas (Rocío y Dani) procedentes del club Corredor del Henares hicieron las delicias de los espectadores. Entre los dos juntaban apenas siete años.
En esta categoría, a pesar de que algunos padres no parecen acabar de entenderlo, los encuentros se solucionaron de forma menos oficial que en el resto de categorías. El objetivo es no someter a presión ambiental a yudocas de apenas cuatro o cinco años de edad. Para ello, un nutrido grupo de profesores de larga experiencia subieron con ellos al tatami y organizaron encuentros entre los más afines. Al final, a todos se les entregó una medalla de regalo, pese a que los más eficaces fueron recompensados con la medalla “oficial” del campeonato. Además, todos se llevaron una bolsa con un libro del Pirata Garrapata, un zumo de naranja y un bollo.


Montañas de premio para todos

En la categoría de los benjamines, también se obsequió a los participantes con un libro de la misma serie de aventuras infantiles. Además, a estos pequeños yudocas se les entregó un llavero de metal con el escudo del Ayuntamiento de Parla. Este mismo obsequio lo recibieron todos los demás participantes y profesores.
En total se repartieron 150 llaveros, 70 medallas y 180 invitaciones para la piscina, todo ello por gentileza de la Delegación de Deportes del Ayuntamiento de Parla, que también cedió las instalaciones para la celebración de este campeonato. Además, la organización (que corrió a cargo de la Asociación de Yudocas y Deportistas de Acción Social, AYUDAS), distribuyó 150 libros de aventuras infantiles, 100 bollos, 100 zumos (en “brick” pequeño), 40 raciones de ensalada de arroz, 20 litros de refrescos, dos melones y una sandía.
Al final, tras la disputa de encuentros, hubo ocasión de refrescarse mientras se reponían fuerzas. Como es habitual en este encuentro, desde que se celebra en Parla, los deportistas pasaron a congregarse en torno a la mesa. En el merendero de la piscina municipal se organizó una comida de confraternización a la que acudieron competidores, entrenadores, técnicos y familiares, creándose un ambiente extraordinario. Lo que lamentamos es no poder ofreceros las imágenes por un problema técnico (se estropeó la tarjeta de memoria de la cámara digital). Pero os podéis hacer una idea: ¡FUE UN DÍA GRANDIOSO!

Alán haciendo volar al riojano José María, que a la postre le venció en la liguilla de ligeros y en la final "open"
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Manuel Cota pasando apuros ante la presa de estrangulaci�n del riojano Jose Maria Ruiz.
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Fueron muchos los que echaron una mano, a primera hora de la ma�ana
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Los colaboradores, adem�s de competir, echaron una mano. Aqu� vemos a Marcos Serrano y a Asier P�rez preparando la megafon�a.
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Edu aguanta un buen movimiento de "seoe-nague" de Jesus. Se vieron excelentes combates en la categor�a senior
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Jesus Robledo no pudo con el riojano Chema, pero se llev� la medalla de bronce, pese al poco tiempo que lleva entrenando en la escuela municipal de yu-yitsu de Parla
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Eduardo frente a Al�n. El combate fue muy igualdado y se hubo de decidir tras la pr�rroga (de t�cnica de oro)
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No pudo Mar�a Abial con su tocaya Mar�a Foronda de Logro�o. La diferencia de peso era de casi 30 kilos a favor de la riojana
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Yaiza tuvo que recurrir a toda su habilidad para v�rselas con rivales de mucho m�s peso.
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Lauara Carriazo, del ram�n carande, frente a mar�a Foronda del Gimnasio Olimpia (Logro�o)
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Ricardo volvi� a brillar por su trabajo en "ne-uasa". Aqu� le vemos aplicando un poderoso kami-sio-gatame
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Andrea y Mar�a tuvieron que enfrentarse en la liguilla "open" de cadetes
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Carlos Grande no tuvo su d�a. Su amigo Asier le gan� y estuvo a punto de alzarse con el t�tulo nacional. Se conform� con el sub-campeonato.
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Javier Linger y Wladimiro Mart�n organizando los encuentros, los calentamientos y las exhibiciones
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