Hoy hablamos de los niños (y de las niñas, faltaba más). Sólo
recordamos que nosotros hemos sido niños (también) contemplándolos.
Y en estos días en que los tenemos confinados, junto a nosotros, es
un buen momento para reflexionar; sobre ellos y sobre nosotros -
¿sobre quienes más se puede
reflexionar? -.
En
nuestras clases solemos tener normas para todos y procuramos ser
inquebrantables (no nos saltamos
las normas por nadie). Eso nos lo suelen agradecer los muchos niños
a los que nos dirigimos (y no tanto sus padres o madres). Éstos
suelen tratar de introducir la excepción. Y esos son los momentos en
que más inquebrantables
conviene ser. Por el bien de la norma, de la convivencia… Además,
y muy importante, los propios profesores de yudo procuramos cumplir
dichas normas. (Eso
también nos lo agradecen).
Nosotros
damos las clases sin tener sonido en el móvil y por tanto sin
cogerlos, durante las clases, por ningún motivo. No llevamos
camiseta bajo la chaqueta del yudogui, tampoco calcetines. Procuramos
no pisar ningún tatami, pedimos paso al mismo, si ya está ocupado
cuando llegamos. Guardamos las normas (incluidas las de cortesía
como saludar al llegar, pedir perdón si llegamos retrasados,
despedirnos al irnos…).
Pero
además solemos dar una explicación coherente por cada norma que
damos. No se sale de la clase para nada, porque se imparte para todos
a la vez y al mismo tiempo (orinar se hace antes de entrar a la clase
o al salir de la misma).
No se bebe en las clases y por tanto, no
se pueden pasar botellitas de agua (se acaban cayendo y mojando
nuestro tatami, además de que beber estimula a orinar y está
prohibido salir de la clase).
Hemos
escuchado excusas peregrinas como “si no bebe tose” o “tiene
cistitis” y solemos decir que son buenos motivos para quedarse en
clase hasta que se solucionen dichas cuestiones. ¡Qué chungos
somos! Lo cierto es que esos síntomas suelen desaparecer por arte de
birli birloque. Pero en todo caso nos llevan a otra reflexión; al
derecho que tienen nuestros retoños de solucionar por sí mismo
ciertas cosas (sed, ganas de orinar, frío). No pasa nada porque uno
sienta dichas sensaciones y aprenda a controlarse.
Lo
de colar a un niño con camiseta bajo la chaqueta es un clásico
(sobre todo en invierno). Si le dices algo al niño suele venir bien
aleccionado y contesta que lo ha dicho su mamá. A lo que le solemos
contestar que en nuestras clases de yudo no tiene autoridad. El caso
es que normalmente el niño accede a dejar su camiseta junto al resto
de enseres (zoris o
zapatillas), pero al
acabar la clase se lo explicamos a su madre. Suele
argumentar que está un poquito malo a lo que le contestamos que
entonces puede pensar en los demás y aislar a su retoño. Además
damos otra explicación. La
camiseta suele ser contraproducente dado que se suda y no se retira
al acabar la sesión de yudo, sino que, “tal cuál”, se le pone
un abrigo sobre la chaqueta del yudogui y “para casa”. Con ello,
la camiseta actúa como un radiador en
un coche y a la más
mínima ráfaga de viento lo que provoca es bajar la temperatura
corporal y agravar el estado del que está “un poco resfriado”. Y
toda esta explicación vale para las niñas que sí
pueden llevar camiseta blanca – lo dice el reglamento –
entendiendo que es
la de yudo y al acabar la sesión también se la quitan
eliminando humedades por el sudor y, por tanto, la posibilidad de que
actúe como un refrigerador
de coche, como antes hemos comentado.
La
cosa es que el niño, desde bien pequeño, tiene muchas más
capacidades de las que conocen (o reconocen) sus progenitores. Decía
el genial Gila que “rebeca es lo que se ponen los niños cuando las
madres tienen frío”. Y es normal… Lo hemos pasado muy mal (sobre
todo nuestros abuelos y padres) y no estamos dispuestos a que
nuestros retoños pasen por lo mismo. Lo malo es que a cambio les
sustraemos la posibilidad de que experimenten (y solucionen por sí
mismos) ciertas cuestiones fundamentales. En estos día suele ser un
clásico eso de “me aburro”. Y lo dicen personitas rodeados de
juguetes, aparatitos tecnológicos carísimos, abundante material de
oficina y hasta de artes gráficas, libros que jamás leerán al
completo, películas…
A
veces reflexionamos si volveríamos a ser capaces de conquistar
América, como hicieron
nuestros ancestros. (Claro
que América ya estaba conquistada por
tribus indias que fueron invadidas).
Se podrían volver a juntar ejércitos de hombre fieros como lo eran
la mayoría de los de nuestra nación cuando se enfrentaron (y
dominaron) a gentes
desconocidas. Cuando se enfrentaron a
las adversidades de junglas que no conocían, cuando surcaron mares
por los que no se había antes navegado… No hace tanto.
En
estos días nos damos cuenta de que tenemos niños, del valor de la
educación y de que son como nosotros. Pero hay diferencias. Conforme
a lo que solucionen hoy
se posicionarán en la vida. Ellos
no han elegido estar confinados en casa ¿Ustedes sí? Es una norma
para todos, como las de yudo. Actúen en el presente, el futuro ya
llegará. No pierdan esta gran ocasión para actuar, sobre todo en
cada cual, recordando que los niños son espejos. Nos reflejan a
nosotros. Por eso es tan importante nuestra propia actitud, para
servir de ejemplo y que nos reflejen cuestiones positivas que, a su
vez, verán en nosotros (en nuestros espejos). ¡Que gran oportunidad
de educar a esas joyas maleables que son nuestros hijos!
NOTA:
Al acabar este escrito nos hemos dado cuenta de que nos hemos dejado
sin hablar de los pendientes y nos parece importante el hacerlo.
Muchas
son las niñas que acuden con pendientes a las clases de yudo y
solemos recriminarlo. Si hacemos la vista gorda no
es porque nos parezca baladí esa norma, sino más bien porque vemos
infructuoso nuestro esfuerzo. También dejamos de dar “puntos” a
los niños al acabar las clases. Muy pocos se acordaban de traerlos
al comenzar la última clase de cada mes. No cumplían la norma.
La
cosa es que no se puede llevar pendientes, ni adornos metálicos o
rígidos en el pelo, porque lo dice el reglamento, que también marca
que el pelo largo (chicos
y chicas) debe ser
recogido con goma o material similar (no horquillas ni elementos
rígidos). Una vez más lo pasamos a explicar.
Los
yudoguis son del tejido de lo que se ha dado en llamar “granos de
arroz” por lo que es fácil que se suelte algún punto, que tenga
sueltos algunos hilillos. Con ello puede llegar a pasar que dichos
hilillos sueltos se acaben enganchando en los pendientes, por
ejemplo. Entonces, como estamos en una clase de un deporte de lucha,
no resulta inimaginable que se produzca un tirón o gesto por el que
la orejita sobre la que estaba dicho adorno sufra una lesión. Lo
hemos visto. A lo mejor
entonces nos recriminan no haberlo avisado.
Eso sí… nos suelen poner como
excusa que los pendientes no se pueden quitar. Ojalá sea verdad.
NOS VEMOS EN LOS TATAMIS