25.3.20

Las normas


Hoy hablamos de los niños (y de las niñas, faltaba más). Sólo recordamos que nosotros hemos sido niños (también) contemplándolos. Y en estos días en que los tenemos confinados, junto a nosotros, es un buen momento para reflexionar; sobre ellos y sobre nosotros - ¿sobre quienes más se puede reflexionar? -.

En nuestras clases solemos tener normas para todos y procuramos ser inquebrantables (no nos saltamos las normas por nadie). Eso nos lo suelen agradecer los muchos niños a los que nos dirigimos (y no tanto sus padres o madres). Éstos suelen tratar de introducir la excepción. Y esos son los momentos en que más inquebrantables conviene ser. Por el bien de la norma, de la convivencia… Además, y muy importante, los propios profesores de yudo procuramos cumplir dichas normas. (Eso también nos lo agradecen).

Nosotros damos las clases sin tener sonido en el móvil y por tanto sin cogerlos, durante las clases, por ningún motivo. No llevamos camiseta bajo la chaqueta del yudogui, tampoco calcetines. Procuramos no pisar ningún tatami, pedimos paso al mismo, si ya está ocupado cuando llegamos. Guardamos las normas (incluidas las de cortesía como saludar al llegar, pedir perdón si llegamos retrasados, despedirnos al irnos…).

Pero además solemos dar una explicación coherente por cada norma que damos. No se sale de la clase para nada, porque se imparte para todos a la vez y al mismo tiempo (orinar se hace antes de entrar a la clase o al salir de la misma). No se bebe en las clases y por tanto, no se pueden pasar botellitas de agua (se acaban cayendo y mojando nuestro tatami, además de que beber estimula a orinar y está prohibido salir de la clase).

Hemos escuchado excusas peregrinas como “si no bebe tose” o “tiene cistitis” y solemos decir que son buenos motivos para quedarse en clase hasta que se solucionen dichas cuestiones. ¡Qué chungos somos! Lo cierto es que esos síntomas suelen desaparecer por arte de birli birloque. Pero en todo caso nos llevan a otra reflexión; al derecho que tienen nuestros retoños de solucionar por sí mismo ciertas cosas (sed, ganas de orinar, frío). No pasa nada porque uno sienta dichas sensaciones y aprenda a controlarse.

Lo de colar a un niño con camiseta bajo la chaqueta es un clásico (sobre todo en invierno). Si le dices algo al niño suele venir bien aleccionado y contesta que lo ha dicho su mamá. A lo que le solemos contestar que en nuestras clases de yudo no tiene autoridad. El caso es que normalmente el niño accede a dejar su camiseta junto al resto de enseres (zoris o zapatillas), pero al acabar la clase se lo explicamos a su madre. Suele argumentar que está un poquito malo a lo que le contestamos que entonces puede pensar en los demás y aislar a su retoño. Además damos otra explicación. La camiseta suele ser contraproducente dado que se suda y no se retira al acabar la sesión de yudo, sino que, “tal cuál”, se le pone un abrigo sobre la chaqueta del yudogui y “para casa”. Con ello, la camiseta actúa como un radiador en un coche y a la más mínima ráfaga de viento lo que provoca es bajar la temperatura corporal y agravar el estado del que está “un poco resfriado”. Y toda esta explicación vale para las niñas que sí pueden llevar camiseta blanca – lo dice el reglamento – entendiendo que es la de yudo y al acabar la sesión también se la quitan eliminando humedades por el sudor y, por tanto, la posibilidad de que actúe como un refrigerador de coche, como antes hemos comentado.

La cosa es que el niño, desde bien pequeño, tiene muchas más capacidades de las que conocen (o reconocen) sus progenitores. Decía el genial Gila que “rebeca es lo que se ponen los niños cuando las madres tienen frío”. Y es normal… Lo hemos pasado muy mal (sobre todo nuestros abuelos y padres) y no estamos dispuestos a que nuestros retoños pasen por lo mismo. Lo malo es que a cambio les sustraemos la posibilidad de que experimenten (y solucionen por sí mismos) ciertas cuestiones fundamentales. En estos día suele ser un clásico eso de “me aburro”. Y lo dicen personitas rodeados de juguetes, aparatitos tecnológicos carísimos, abundante material de oficina y hasta de artes gráficas, libros que jamás leerán al completo, películas…

A veces reflexionamos si volveríamos a ser capaces de conquistar América, como hicieron nuestros ancestros. (Claro que América ya estaba conquistada por tribus indias que fueron invadidas). Se podrían volver a juntar ejércitos de hombre fieros como lo eran la mayoría de los de nuestra nación cuando se enfrentaron (y dominaron) a gentes desconocidas. Cuando se enfrentaron a las adversidades de junglas que no conocían, cuando surcaron mares por los que no se había antes navegado… No hace tanto.

En estos días nos damos cuenta de que tenemos niños, del valor de la educación y de que son como nosotros. Pero hay diferencias. Conforme a lo que solucionen hoy se posicionarán en la vida. Ellos no han elegido estar confinados en casa ¿Ustedes sí? Es una norma para todos, como las de yudo. Actúen en el presente, el futuro ya llegará. No pierdan esta gran ocasión para actuar, sobre todo en cada cual, recordando que los niños son espejos. Nos reflejan a nosotros. Por eso es tan importante nuestra propia actitud, para servir de ejemplo y que nos reflejen cuestiones positivas que, a su vez, verán en nosotros (en nuestros espejos). ¡Que gran oportunidad de educar a esas joyas maleables que son nuestros hijos!

NOTA: Al acabar este escrito nos hemos dado cuenta de que nos hemos dejado sin hablar de los pendientes y nos parece importante el hacerlo.


Muchas son las niñas que acuden con pendientes a las clases de yudo y solemos recriminarlo. Si hacemos la vista gorda no es porque nos parezca baladí esa norma, sino más bien porque vemos infructuoso nuestro esfuerzo. También dejamos de dar “puntos” a los niños al acabar las clases. Muy pocos se acordaban de traerlos al comenzar la última clase de cada mes. No cumplían la norma.

La cosa es que no se puede llevar pendientes, ni adornos metálicos o rígidos en el pelo, porque lo dice el reglamento, que también marca que el pelo largo (chicos y chicas) debe ser recogido con goma o material similar (no horquillas ni elementos rígidos). Una vez más lo pasamos a explicar.

Los yudoguis son del tejido de lo que se ha dado en llamar “granos de arroz” por lo que es fácil que se suelte algún punto, que tenga sueltos algunos hilillos. Con ello puede llegar a pasar que dichos hilillos sueltos se acaben enganchando en los pendientes, por ejemplo. Entonces, como estamos en una clase de un deporte de lucha, no resulta inimaginable que se produzca un tirón o gesto por el que la orejita sobre la que estaba dicho adorno sufra una lesión. Lo hemos visto. A lo mejor entonces nos recriminan no haberlo avisado.

Eso sí… nos suelen poner como excusa que los pendientes no se pueden quitar. Ojalá sea verdad.

NOS VEMOS EN LOS TATAMIS

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