Nos piden una rectificación. ¿¿¿¿¿Rectificación?????
La que hemos ‘líao’. Un párrafo de coletilla en una de nuestras crónicas ha levantado ampollas. Nos hemos visto obligados a escuchar alguna que otra queja (bien fundamentadas, por cierto) y de personas que tienen todo nuestro respeto (e incluso afecto). Reconsideramos…
No es intención del Yudiario menospreciar a ninguna persona por tener algún defecto físico o mental, ni por nada, en general. Tampoco es intención de la asociación AYUDAS faltar al respeto a nada ni a nadie. Desde el Yudiario intentaremos seguir esa estupenda consigna árabe: ¡que Alá te devuelva el doble de lo que para mi desees!
Lo que no vamos a hacer en ningún momento en ponernos una mordaza, cambiar nuestra forma de pensar por ‘inducción’ o comulgar con ruedas de molino. Un inútil (en el desempeño de una función) es un inútil y punto. Si además cultiva alcachofas tras las tapias de un convento o ingresa regularmente cuantiosas sumas para erradicar la polio en el Kurdestán será una excelente persona… pero no dejará de ser inútil en el desempeño de esa función.
Todos somos inútiles, incapaces, poco dotados, torpes, ‘lelos’ o manazas para algunas cosas. Por ejemplo, a cualquier persona de AYUDAS es aplicable cualquiera de estos epítetos a la hora tripular una nave a Marte, pongamos por caso. Y dentro de AYUDAS también hay bellísimas personas que echan monedas en las huchas de Cáritas o que ayudan a cruzar la calle a ancianas (somos la caña). Pero no se trata de eso ¿verdad?
Lo malo es cuando uno tiene que hacer la ‘O’ con un canuto y siempre le sale la ‘jota (tenía que ser la ‘jota’, vaya por Dios). Y si está haciendo la ‘O’ con un canuto, en lugar de pasear un pollo por el parque del Retiro, un domingo antes de tomar el vermú, pues vaya que vaya. Lo malo es cuando está en una ventanilla de cara al público y hay una cola de señores (aunque sean profesores de yudo) que esperan su ‘O’; “O sea”, que decía Umbral.
Las personas y lo impersonal
Cuando se hace crítica de una persona, en este Yudiario no se hace de la tal persona. Es más, se suelen mencionar a muy pocas personas en estas páginas. Y cuando se critica a una persona se suele criticar su parte impersonal, es decir, el ejercicio de una función o el desarrollo de una faceta o actividad nunca a la persona).
Tras leer un párrafo irónico hay ‘personas’ que se han sentido aludidas, o heridas, o malinterpretadas o molestas o qué se yo. Ninguna ha dudado de nuestra autonomía para expresar nuestras opiniones, pero han razonado que las líneas en cuestión han producido ese malestar o daño… Lo lamentamos profundamente y vamos a poner nombres, cosa que no solemos hacer, para evitar más malentendidos. En la Federación Madrileña de yudo, según se entra, a mano derecha y, tras pasar el despacho del presidente, nos encontramos con una sala en la que trabajan varias personas. Dentro de esta sala, por orden y de izquierda a derecha, suelen estar Mariví Meléndez, Lorenzo, Gema e Inés. Sólo nos sabemos el apellido de Mariví, porque hemos coincidido con ella en multitud de eventos. Hemos hablado con ella. Podemos decir, muy orgullosos, que tenemos cierta amistad con Mariví, que la conocemos desde hace muchos años cuando era ‘competidora’ (que solemos decir los yudocas) y de cuando dejó de serlo. De las otras tres personas, ahora no recordamos siquiera el apellido (y lo lamentamos). Pero es que no hemos tenido ocasión de hablar demasiado salvo para gestiones puntuales en la propia Federación o en el marco de alguna actividad patrocinada por ésta. Con estas tres personas hemos tenido largas conversaciones en los últimos días, precisamente con motivo del dichoso párrafo del Yudiario. En el fondo, nos alegramos de este acercamiento a través de la palabra con estas personas que antes teníamos casi en el anonimato (más allá de los muchos años que les conocemos en su actividad laboral). Siempre hemos creído en la palabra.
No es intención del Yudiario menospreciar a ninguna persona por tener algún defecto físico o mental, ni por nada, en general. Tampoco es intención de la asociación AYUDAS faltar al respeto a nada ni a nadie. Desde el Yudiario intentaremos seguir esa estupenda consigna árabe: ¡que Alá te devuelva el doble de lo que para mi desees!
Lo que no vamos a hacer en ningún momento en ponernos una mordaza, cambiar nuestra forma de pensar por ‘inducción’ o comulgar con ruedas de molino. Un inútil (en el desempeño de una función) es un inútil y punto. Si además cultiva alcachofas tras las tapias de un convento o ingresa regularmente cuantiosas sumas para erradicar la polio en el Kurdestán será una excelente persona… pero no dejará de ser inútil en el desempeño de esa función.
Todos somos inútiles, incapaces, poco dotados, torpes, ‘lelos’ o manazas para algunas cosas. Por ejemplo, a cualquier persona de AYUDAS es aplicable cualquiera de estos epítetos a la hora tripular una nave a Marte, pongamos por caso. Y dentro de AYUDAS también hay bellísimas personas que echan monedas en las huchas de Cáritas o que ayudan a cruzar la calle a ancianas (somos la caña). Pero no se trata de eso ¿verdad?
Lo malo es cuando uno tiene que hacer la ‘O’ con un canuto y siempre le sale la ‘jota (tenía que ser la ‘jota’, vaya por Dios). Y si está haciendo la ‘O’ con un canuto, en lugar de pasear un pollo por el parque del Retiro, un domingo antes de tomar el vermú, pues vaya que vaya. Lo malo es cuando está en una ventanilla de cara al público y hay una cola de señores (aunque sean profesores de yudo) que esperan su ‘O’; “O sea”, que decía Umbral.
Las personas y lo impersonal
Cuando se hace crítica de una persona, en este Yudiario no se hace de la tal persona. Es más, se suelen mencionar a muy pocas personas en estas páginas. Y cuando se critica a una persona se suele criticar su parte impersonal, es decir, el ejercicio de una función o el desarrollo de una faceta o actividad nunca a la persona).
Tras leer un párrafo irónico hay ‘personas’ que se han sentido aludidas, o heridas, o malinterpretadas o molestas o qué se yo. Ninguna ha dudado de nuestra autonomía para expresar nuestras opiniones, pero han razonado que las líneas en cuestión han producido ese malestar o daño… Lo lamentamos profundamente y vamos a poner nombres, cosa que no solemos hacer, para evitar más malentendidos. En la Federación Madrileña de yudo, según se entra, a mano derecha y, tras pasar el despacho del presidente, nos encontramos con una sala en la que trabajan varias personas. Dentro de esta sala, por orden y de izquierda a derecha, suelen estar Mariví Meléndez, Lorenzo, Gema e Inés. Sólo nos sabemos el apellido de Mariví, porque hemos coincidido con ella en multitud de eventos. Hemos hablado con ella. Podemos decir, muy orgullosos, que tenemos cierta amistad con Mariví, que la conocemos desde hace muchos años cuando era ‘competidora’ (que solemos decir los yudocas) y de cuando dejó de serlo. De las otras tres personas, ahora no recordamos siquiera el apellido (y lo lamentamos). Pero es que no hemos tenido ocasión de hablar demasiado salvo para gestiones puntuales en la propia Federación o en el marco de alguna actividad patrocinada por ésta. Con estas tres personas hemos tenido largas conversaciones en los últimos días, precisamente con motivo del dichoso párrafo del Yudiario. En el fondo, nos alegramos de este acercamiento a través de la palabra con estas personas que antes teníamos casi en el anonimato (más allá de los muchos años que les conocemos en su actividad laboral). Siempre hemos creído en la palabra.
En concreto, con Lorenzo hemos hablado, de temas más profundos que los que dan de sí el recoger un carné de cinturón negro. Ha sido en tres ocasiones. Dos de ellas fueron por algo publicado en el Yudiario que no gustó demasiado (o no gustó nada), como es el caso. La tercera fue en el entierro de José Luis de Frutos. Este es detalle importante (volveremos a ello).
Con Gema jamás había hablado de nada serio (algunos dirán que es muy serio eso de inscribir un equipo en la Liga Junvenil o a un infantil en su 'ranking'; nosotros no). Sí que lo hice hace un par de días. Y también fue con motivo del Yudiario.
Finalmente me llamó por teléfono Inés y, también de forma razonada y bien argumentada, me pidió que rectificase o corrigiera el párrafo, que terceras personas lo estaban usando en su contra. Ya le expliqué que debiera ir contra esas personas, que yo nunca me he dirigido a ella, ni a través de este medio, ni de ninguna otra manera. Pero no tengo ningún prurito en expresar públicamente mi respeto hacia su persona, lo mismo que hacia todas las anteriormente citadas. Es que me gustaría dejar claro que si algo tenemos es respeto hacia las personas. Otra cosa es que seamos críticos, ácidos, agresivos (puede que hasta se nos vaya la ‘olla’), atacando lo que creemos nos perjudica, lo que nos arremete, de una u otra forma, y, sobre todo, lo que va contra los nuestros o sus intereses. Si hemos criticado en alguna ocasión la labor de la Federación Madrileña de Yudo y la hemos comparado con una frutería se ha hecho sin ánimo de menospreciar ni a las personas que trabajan en la Federación, ni a las que la dirigen ni… a los fruteros tampoco. Otra cosa es nuestra opinión sobre la gestión, sobre la habilidad o ausencia de ella de los trabajadores (también respeto a su esfuerzo). Pero no estamos en esas ahora.
Nos aseguran que hemos hecho un daño moral irreparable a Inés. Pues bien que lo lamentamos y lo expresamos públicamente. No era nuestra intención. Es que ni siquiera la conocemos. Humildemente reconozco que no sabía o recordaba que practicara yudo hasta que la vi recoger el sexto dan en uno de los cursos de tecnificación en que yo también participé. Me dice que lleva haciendo yudo desde los 26 años y que ya no va a cumplir los 50. Eso también me parece muy respetable, como lo es su marido al que sí que conozco desde hace muchos más años y que tengo como un modélico entrenador y profesor de yudo.
Algo más; lo importante y lo que no lo es
Cuando algo funciona mal, indudablemente la culpa es del máximo responsable, así se me ha recordado en estas conversaciones recientes. A mí, por ejemplo, el coco me va de aquella manera y tengo muy claro que la culpa es mía. Ya me pasé siete años intentando hacer cargar con esa responsabilidad a un estricto freudiano de origen argentino. Todo fue inútil, se fugó con mi dinero y con mi señora esposa. El coco me lo dejó en el mismo lugar y con el mismo funcionamiento nefasto, lo que pasa es que ahora sé por qué me hago ‘pipí’ (a veces, otras ni eso).
Cuando funciona mal un equipo, seguramente la culpa es del director, del jefe o del que manda. Pues claro. Pero no es menos cierto que lo que uno sufre no es que el director no sepa dirigir o llevar adelante a su equipo, sino la ineptitud de quien le trata. Pongamos un ejemplo. Vamos a montar una frutería. Necesitamos alguien que conduzca la furgoneta para ir al Merca a por el género. Pues nada, cogemos a un primo y le empleamos. Luego hace falta alguien que coloque las manzanas en un lugar y las peras en otro diferente sin que se mezclen. Pues nada cogemos a otro familiar y éste llega con su esposa al reclamo de un trabajo bien remunerado; ambos son contratados (total, para poner peras por aquí y manzanas por allá). Luego tenemos que coger un contable, el que limpia el local, el que lo vigila… Nos vamos al INEM (Instituto Nacional de Estupendos Muchachos) y cargamos con los más cercanos o conocidos. No nos ha de importar mucho si distinguen entre un plátano y una alcachofa (ya aprenderán), lo que miramos es que sean buena gente (y de paso, gente cercana… familiares y tal). Ahora ya tenemos todo listo para vender lechugas, castañas y algún que otro boniato, va a depender de la temporada.
En este ejemplo, seguramente se nos caería el negocio cuando no vendiéramos ni una hoja de lechuga para el borrico del tío perico (a ver si ahora hay un Perico que también me viene a dar queja de daño irreparable hacia su persona). Si una persona tiene que esperar, más allá de lo razonable por un tomate y encima se va con una cebolla, entre risas y comentarios… lo mismo no vuelve. ¡Ah! Claro… se trata de una frutería y hay muchas. Lo malo es que cuando no es una frutería sino el lugar –único lugar- en que se tramita ‘el tomate’ no hay otra alternativa.
Pero no es de eso de lo que hablamos ahora. Antes dije que hablé con Lorenzo en el entierro de José Luis de Frutos. Fue una charla muy provechosa para quien esto escribe. Nos dimos cuenta de la poca importancia que tiene casi todo y de lo fácilmente que dejamos pasar a nuestro lado lo importante, lo humano, lo irreparable… la vida ¡coño! Se nos va la vida en dimes y diretes, en pequeñeces sin valor. Así que volvemos a dejar claro que
‘no hemos querido dañar la imagen de nada ni de nadie’
‘no hemos querido faltar al respeto a ninguna persona que trabaja o haya trabajado en la Federación de Yudo ni en ninguna otra’
‘no nos gusta ir dejando enemigos a nuestro paso y presumimos de lo contrario, de tener amigos allá por donde hemos pasado’
Lo que entendemos le pasa a un profesor de yudo
Un profesor de yudo se ve obligado a hacer labores de Gestoría. Recoge un dinero que no es suyo, lo contabiliza, lo administra y lo ingresa en una cuenta de banco (a veces la suya propia). Luego confecciona listas, comprueba documentación (sobres con foto), facilita datos confidenciales de sus alumnos… firma muchos de esos documentos… Le echa unas horitas a este asuntillo y se responsabiliza de todo ello. Eso sí, la Federación le permite que cobre por ello un 10% del valor de lo que gestiona o administra; le permite poner un precio (que establece la propia Federación) a un trabajo; al trabajo de llevarle 'la pasta' con la que mayormente se administra y funciona -la federación-. Después, queda lo mejor. Las más de las veces hay que acudir a la 'Fede' a recoger licencias, a entregarlas, a solventar alguna particularidad… Todo se ha ido modernizando y muchas gestiones se pueden realizar a distancia (pagos de banco, envíos de listados vía Internet, inscripciones por FAX). Un inciso. Ya hemos felicitado varias veces a Lorenzo por su magnífica aportación a todos los profesores de yudo con la herramienta de que nos ha dotado para tramitar licencias. Su trabajo con el Excel es una maravilla.
Seguimos. Pese a tanto adelanto, para recoger ciertos documentos todavía hay que desplazarse a la Federación (o para hablar 'en persona', con algunas 'personas'). Entonces es cuando nos damos cuenta de que hay que estacionar el vehículo o acudir en transporte público. Claro que esa es otra cuestión de la que no vamos a responsabilizar a nadie. Tampoco vamos a responsabilizar a nadie de que haya ciertas horas a las que acude más gente, a la espera de ser atendidos con celeridad. (Igual acaban obligando a pedir cita como para el médico. Ya hemos oído años y años lo de que ‘venís todos a la vez’ o ‘siempre a última hora’). Lo que no se acaba de entender es cómo se sigue tardando tanto cuando hay esos otros medios para solventar ciertos trámites. Si ya son muchos los que hacen ingresos por banco, remiten recibos y listados por correo electrónico, formalizan inscripciones por FAX… ¿Por qué se tarda tanto en hacer una simple gestión en la Federación?
El trabajo dignifica al hombre
…O que cada perro se lama su… (como repite constantemente Pérez Reverte en ‘Cabo de Trafalgar’)
El director de un colegio al que iba de chico decía que "el trabajo dignifica al hombre". Yo lo suscribo, aunque aquel director vivía, mayormente, del trabajo de la señora esposa, acaudalada ella -trabajo tendría el aguantarla-. El frutero que trabaja en su frutería es tan digno como el ministro que trabaja en su ministerio (mientras que no sise el uno en el peso y el otro con el peso -sobre todo si es el peso argentino. También los es el empleado de una administración y no podía ser de forma distinta en una federación (que las hay de muchas clases y ámbitos, por cierto). Pero, si se nos permite, no nos hagan creer que al que se desayuna con cebollas crudas en lugar de tomarse el café no le huele el aliento. No nos hagan decir que Shrek es mas sexy y tiene mejor tipo que la Scarlet Johanson –qué buena está la tía-; no nos amenacen ni se equivoquen con nosotros. Algunos nos recomiendan, nos amenazan veladamente, recurren al yoísmo (cuando YO, si YO, es que YO), como para menospreciarnos… Cuidadín cuidadín… Que nuestros esfuerzos para pulirnos los hemos hecho nosotros y no nos cansaremos de recordar que nos hemos criado en Caño Roto. Que si "yo cuando tengo que decir algo lo digo a la cara", que si "yo no recurro a esconderme detrás de no se qué o de no sé quién…" ¡Enhorabuena!
Tan no nos escondemos que lo dejamos por escrito y publicado. Lo ondeamos a los cuatro vientos, lo dejamos secarse al sol y apechugamos con las consecuencias… y encima, a veces, hasta nos divertimos. No nos den consejos o sugerencias (ya nadie da consejos sólo sugerencias) y nos digan donde platicar o cómo verter nuestras opiniones. El Yudiario es la voz de la Asociación de Yudocas y Deportistas de Acción Social (AYUDAS) que no debe nada a nadie y, de momento, al menos, ni siquiera tiene subvenciones de ninguna entidad –mucho menos de la Federación-. Como tal, lamenta tener que emplear todo este espacio a cuestiones muy alejadas de los intereses de sus socios y amigos. Para otros menesteres, el periodista que suele escribir en el Yudiario tiene otro ‘blog’ (que se llaman ahora). Se trata del ‘wladiario’ y están ustedes invitados a visitarlo, porque también es de acceso libre y público. Ese podría ser el vomitorio del que esto suscribre. Pero, que quede claro, ni el ‘wladiario’ ni el ‘yudiario’ albergan publicidad alguna y nos la han ofrecido en repetidas ocasiones. Eso sigue dando idea del mucho aprecio que le tenemos a nuestra independencia.
Del mismo modo que seguimos reiterando que no hemos querido faltar al respeto a nadie (y menos a las personas que trabajan en la Federación Madrieña de Yudo), que no nos falten a nuestra inteligencia. No nos sugieran reuniones o que alcemos propuestas; antes nos iríamos a clamar al desierto (bueno, o a tomar unas pintas de Guiness). Son ya muchos años, efectivamenete… Y hemos pasado por muchas fases. Hemos sugerido, reunido, aportado, criticado, cabreado, alejado, acercado, pactado, renegado, asumido, criticado, escuchado… hemos perdido mucho tiempo y no hemos sacado gran cosa. Y, para colmo, seguimos tardando mucho en comprar cuatro pegatinas de amarillo naranja. Además, cómo dice un amigo mío: Si es preciso devolvemos todo lo que nos han regalado y nos vamos ¿vale?
"El trabajo dignifica al hombre", decíamos. Y hay que recordar que también el profesor que pide los cuatro ‘kyus’ está trabajando… ¿o no? ¿O es que no es un trabajo el tramitar las licencias de sus alumnos para un profesor de yudo? ¿No es digno ese profesor de yudo cuando va a recoger un parte de accidente o a devolver e impreso verde para que le den otro?
La sensación que uno se lleva tras visitar la Federación Madrileña de yudo no es sólo la de haber empleado más tiempo del necesario. No es sólo la de haber sido ‘mal’ atendido, a veces. Es la de que no es bien recibido… (No suele haber muy buenas caras) o la de haber llegado en mal momento. Y eso también duele a las `personas-profesores’ que también lo son ¿o no ?. También tendrán su corazoncito, digo yo. Porque ha habido en todo esto una especie de apropiación de lo que significa ser persona. Resulta que el profesor de yudo va (tocándose los ‘tomates’ -¡qué harán por las mañanas y nosotros aquí trabajando para ellos-) a pasar el rato y dar problemas a personas que trabajan como fieras. ¿Pero quien ha dicho que no trabajen los empleados de la Federación de Yudo? Pues miren ustedes, resulta que las ‘personas-profesores’ llevan lo que da de comer, de un modo u otro, a las ‘personas-trabajadoras-de-la-federación- Y, entre todos, estamos jugando con lo que da comer a las personas involucradas en este galimatías a unos y otros, a los trabajadores de la Federación de Yudo y a los trabajadores profesores de yudo. (Ah, puede que a algunos no... ¡enhorabuena!)
A los que hayan leído hasta aquí les expreso mi admiración y respeto. Sinceramente, soy de los que escribe a diario y nunca se acaba de creer que alguien se lea lo que escribe (parece que sí). Espero no tener que volver a escribir nada similar a esta larga perorata, porque me da la impresión de que no acaba de resolver nada; por varias razones. Parece que estamos pidiendo perdón y no tenemos nada de lo que disculparnos. Parece que hemos pretendido herir a alguien y no hemos mencionado a nadie, ni tenido esa intención. Parece que somos irrespetuosos con las personas y jamás lo hemos sido ni lo seremos. Pero como dicen que lo cortés no quita lo valiente y para acabar por donde empezamos:
Algo más; lo importante y lo que no lo es
Cuando algo funciona mal, indudablemente la culpa es del máximo responsable, así se me ha recordado en estas conversaciones recientes. A mí, por ejemplo, el coco me va de aquella manera y tengo muy claro que la culpa es mía. Ya me pasé siete años intentando hacer cargar con esa responsabilidad a un estricto freudiano de origen argentino. Todo fue inútil, se fugó con mi dinero y con mi señora esposa. El coco me lo dejó en el mismo lugar y con el mismo funcionamiento nefasto, lo que pasa es que ahora sé por qué me hago ‘pipí’ (a veces, otras ni eso).
Cuando funciona mal un equipo, seguramente la culpa es del director, del jefe o del que manda. Pues claro. Pero no es menos cierto que lo que uno sufre no es que el director no sepa dirigir o llevar adelante a su equipo, sino la ineptitud de quien le trata. Pongamos un ejemplo. Vamos a montar una frutería. Necesitamos alguien que conduzca la furgoneta para ir al Merca a por el género. Pues nada, cogemos a un primo y le empleamos. Luego hace falta alguien que coloque las manzanas en un lugar y las peras en otro diferente sin que se mezclen. Pues nada cogemos a otro familiar y éste llega con su esposa al reclamo de un trabajo bien remunerado; ambos son contratados (total, para poner peras por aquí y manzanas por allá). Luego tenemos que coger un contable, el que limpia el local, el que lo vigila… Nos vamos al INEM (Instituto Nacional de Estupendos Muchachos) y cargamos con los más cercanos o conocidos. No nos ha de importar mucho si distinguen entre un plátano y una alcachofa (ya aprenderán), lo que miramos es que sean buena gente (y de paso, gente cercana… familiares y tal). Ahora ya tenemos todo listo para vender lechugas, castañas y algún que otro boniato, va a depender de la temporada.
En este ejemplo, seguramente se nos caería el negocio cuando no vendiéramos ni una hoja de lechuga para el borrico del tío perico (a ver si ahora hay un Perico que también me viene a dar queja de daño irreparable hacia su persona). Si una persona tiene que esperar, más allá de lo razonable por un tomate y encima se va con una cebolla, entre risas y comentarios… lo mismo no vuelve. ¡Ah! Claro… se trata de una frutería y hay muchas. Lo malo es que cuando no es una frutería sino el lugar –único lugar- en que se tramita ‘el tomate’ no hay otra alternativa.
Pero no es de eso de lo que hablamos ahora. Antes dije que hablé con Lorenzo en el entierro de José Luis de Frutos. Fue una charla muy provechosa para quien esto escribe. Nos dimos cuenta de la poca importancia que tiene casi todo y de lo fácilmente que dejamos pasar a nuestro lado lo importante, lo humano, lo irreparable… la vida ¡coño! Se nos va la vida en dimes y diretes, en pequeñeces sin valor. Así que volvemos a dejar claro que
‘no hemos querido dañar la imagen de nada ni de nadie’
‘no hemos querido faltar al respeto a ninguna persona que trabaja o haya trabajado en la Federación de Yudo ni en ninguna otra’
‘no nos gusta ir dejando enemigos a nuestro paso y presumimos de lo contrario, de tener amigos allá por donde hemos pasado’
Lo que entendemos le pasa a un profesor de yudo
Un profesor de yudo se ve obligado a hacer labores de Gestoría. Recoge un dinero que no es suyo, lo contabiliza, lo administra y lo ingresa en una cuenta de banco (a veces la suya propia). Luego confecciona listas, comprueba documentación (sobres con foto), facilita datos confidenciales de sus alumnos… firma muchos de esos documentos… Le echa unas horitas a este asuntillo y se responsabiliza de todo ello. Eso sí, la Federación le permite que cobre por ello un 10% del valor de lo que gestiona o administra; le permite poner un precio (que establece la propia Federación) a un trabajo; al trabajo de llevarle 'la pasta' con la que mayormente se administra y funciona -la federación-. Después, queda lo mejor. Las más de las veces hay que acudir a la 'Fede' a recoger licencias, a entregarlas, a solventar alguna particularidad… Todo se ha ido modernizando y muchas gestiones se pueden realizar a distancia (pagos de banco, envíos de listados vía Internet, inscripciones por FAX). Un inciso. Ya hemos felicitado varias veces a Lorenzo por su magnífica aportación a todos los profesores de yudo con la herramienta de que nos ha dotado para tramitar licencias. Su trabajo con el Excel es una maravilla.
Seguimos. Pese a tanto adelanto, para recoger ciertos documentos todavía hay que desplazarse a la Federación (o para hablar 'en persona', con algunas 'personas'). Entonces es cuando nos damos cuenta de que hay que estacionar el vehículo o acudir en transporte público. Claro que esa es otra cuestión de la que no vamos a responsabilizar a nadie. Tampoco vamos a responsabilizar a nadie de que haya ciertas horas a las que acude más gente, a la espera de ser atendidos con celeridad. (Igual acaban obligando a pedir cita como para el médico. Ya hemos oído años y años lo de que ‘venís todos a la vez’ o ‘siempre a última hora’). Lo que no se acaba de entender es cómo se sigue tardando tanto cuando hay esos otros medios para solventar ciertos trámites. Si ya son muchos los que hacen ingresos por banco, remiten recibos y listados por correo electrónico, formalizan inscripciones por FAX… ¿Por qué se tarda tanto en hacer una simple gestión en la Federación?
El trabajo dignifica al hombre
…O que cada perro se lama su… (como repite constantemente Pérez Reverte en ‘Cabo de Trafalgar’)
El director de un colegio al que iba de chico decía que "el trabajo dignifica al hombre". Yo lo suscribo, aunque aquel director vivía, mayormente, del trabajo de la señora esposa, acaudalada ella -trabajo tendría el aguantarla-. El frutero que trabaja en su frutería es tan digno como el ministro que trabaja en su ministerio (mientras que no sise el uno en el peso y el otro con el peso -sobre todo si es el peso argentino. También los es el empleado de una administración y no podía ser de forma distinta en una federación (que las hay de muchas clases y ámbitos, por cierto). Pero, si se nos permite, no nos hagan creer que al que se desayuna con cebollas crudas en lugar de tomarse el café no le huele el aliento. No nos hagan decir que Shrek es mas sexy y tiene mejor tipo que la Scarlet Johanson –qué buena está la tía-; no nos amenacen ni se equivoquen con nosotros. Algunos nos recomiendan, nos amenazan veladamente, recurren al yoísmo (cuando YO, si YO, es que YO), como para menospreciarnos… Cuidadín cuidadín… Que nuestros esfuerzos para pulirnos los hemos hecho nosotros y no nos cansaremos de recordar que nos hemos criado en Caño Roto. Que si "yo cuando tengo que decir algo lo digo a la cara", que si "yo no recurro a esconderme detrás de no se qué o de no sé quién…" ¡Enhorabuena!
Tan no nos escondemos que lo dejamos por escrito y publicado. Lo ondeamos a los cuatro vientos, lo dejamos secarse al sol y apechugamos con las consecuencias… y encima, a veces, hasta nos divertimos. No nos den consejos o sugerencias (ya nadie da consejos sólo sugerencias) y nos digan donde platicar o cómo verter nuestras opiniones. El Yudiario es la voz de la Asociación de Yudocas y Deportistas de Acción Social (AYUDAS) que no debe nada a nadie y, de momento, al menos, ni siquiera tiene subvenciones de ninguna entidad –mucho menos de la Federación-. Como tal, lamenta tener que emplear todo este espacio a cuestiones muy alejadas de los intereses de sus socios y amigos. Para otros menesteres, el periodista que suele escribir en el Yudiario tiene otro ‘blog’ (que se llaman ahora). Se trata del ‘wladiario’ y están ustedes invitados a visitarlo, porque también es de acceso libre y público. Ese podría ser el vomitorio del que esto suscribre. Pero, que quede claro, ni el ‘wladiario’ ni el ‘yudiario’ albergan publicidad alguna y nos la han ofrecido en repetidas ocasiones. Eso sigue dando idea del mucho aprecio que le tenemos a nuestra independencia.
Del mismo modo que seguimos reiterando que no hemos querido faltar al respeto a nadie (y menos a las personas que trabajan en la Federación Madrieña de Yudo), que no nos falten a nuestra inteligencia. No nos sugieran reuniones o que alcemos propuestas; antes nos iríamos a clamar al desierto (bueno, o a tomar unas pintas de Guiness). Son ya muchos años, efectivamenete… Y hemos pasado por muchas fases. Hemos sugerido, reunido, aportado, criticado, cabreado, alejado, acercado, pactado, renegado, asumido, criticado, escuchado… hemos perdido mucho tiempo y no hemos sacado gran cosa. Y, para colmo, seguimos tardando mucho en comprar cuatro pegatinas de amarillo naranja. Además, cómo dice un amigo mío: Si es preciso devolvemos todo lo que nos han regalado y nos vamos ¿vale?
"El trabajo dignifica al hombre", decíamos. Y hay que recordar que también el profesor que pide los cuatro ‘kyus’ está trabajando… ¿o no? ¿O es que no es un trabajo el tramitar las licencias de sus alumnos para un profesor de yudo? ¿No es digno ese profesor de yudo cuando va a recoger un parte de accidente o a devolver e impreso verde para que le den otro?
La sensación que uno se lleva tras visitar la Federación Madrileña de yudo no es sólo la de haber empleado más tiempo del necesario. No es sólo la de haber sido ‘mal’ atendido, a veces. Es la de que no es bien recibido… (No suele haber muy buenas caras) o la de haber llegado en mal momento. Y eso también duele a las `personas-profesores’ que también lo son ¿o no ?. También tendrán su corazoncito, digo yo. Porque ha habido en todo esto una especie de apropiación de lo que significa ser persona. Resulta que el profesor de yudo va (tocándose los ‘tomates’ -¡qué harán por las mañanas y nosotros aquí trabajando para ellos-) a pasar el rato y dar problemas a personas que trabajan como fieras. ¿Pero quien ha dicho que no trabajen los empleados de la Federación de Yudo? Pues miren ustedes, resulta que las ‘personas-profesores’ llevan lo que da de comer, de un modo u otro, a las ‘personas-trabajadoras-de-la-federación- Y, entre todos, estamos jugando con lo que da comer a las personas involucradas en este galimatías a unos y otros, a los trabajadores de la Federación de Yudo y a los trabajadores profesores de yudo. (Ah, puede que a algunos no... ¡enhorabuena!)
A los que hayan leído hasta aquí les expreso mi admiración y respeto. Sinceramente, soy de los que escribe a diario y nunca se acaba de creer que alguien se lea lo que escribe (parece que sí). Espero no tener que volver a escribir nada similar a esta larga perorata, porque me da la impresión de que no acaba de resolver nada; por varias razones. Parece que estamos pidiendo perdón y no tenemos nada de lo que disculparnos. Parece que hemos pretendido herir a alguien y no hemos mencionado a nadie, ni tenido esa intención. Parece que somos irrespetuosos con las personas y jamás lo hemos sido ni lo seremos. Pero como dicen que lo cortés no quita lo valiente y para acabar por donde empezamos:
- no hemos querido herir ni dañar ni a Inés, ni a Gema, ni a Lorenzo ni a ninguna otra persona que trabaje en la Federación ni en ninguna otra federación ni en ningún otro lugar (ni siquiera en fruterías).
En cambio, sí que reclamamos un poco más de sentido del humor. Nosotros solemos recurrir en nuestras clases a gesticular con nuestros propios defectos. Cuando estamos gordos nos hinchamos más la panza y lo exageramos, cuando somos bajitos hacemos mofa de ello en alguna broma con los más altos de la clase… Es increíble el efecto que tiene en nuestros alumnos, se les quitan los complejos. Si alguien se ha sentido dolido por tener los dedos cortos, lo lamentamos (siempre debería quedarle el consuelo de que es lo contrario que tener los ‘dedos largos’, que ya es mucho en estos tiempos).
De todo corazón; un abrazo a las personas que nos leen y también a las que aseguran que no nos leen aunque lo hagan a través de terceros. ¡Ah!... dos cositas más para acabar. Tras cada una de las entradas de este Yudiario hay un apartado para insertar comentarios. Todavía no hemos censurado ninguno. Tampoco ha habido ninguno de ninguna ‘persona’ en la entrada del controvertido 'parrafito' ¿Por qué? Lo escrito, escrito está. El que tenga que pedir alguna satisfacción ya sabe que siempre le queda la vía jurídica. Muchos ánimos y… a buscar justicia que en esas andamos varios querido Sancho.
NOTA: El que acredite haber leído hasta aquí sin saltarse renglones, puede solicitar el diploma correspondiente a través de esta ‘web’ de los ‘web.os’
De todo corazón; un abrazo a las personas que nos leen y también a las que aseguran que no nos leen aunque lo hagan a través de terceros. ¡Ah!... dos cositas más para acabar. Tras cada una de las entradas de este Yudiario hay un apartado para insertar comentarios. Todavía no hemos censurado ninguno. Tampoco ha habido ninguno de ninguna ‘persona’ en la entrada del controvertido 'parrafito' ¿Por qué? Lo escrito, escrito está. El que tenga que pedir alguna satisfacción ya sabe que siempre le queda la vía jurídica. Muchos ánimos y… a buscar justicia que en esas andamos varios querido Sancho.
NOTA: El que acredite haber leído hasta aquí sin saltarse renglones, puede solicitar el diploma correspondiente a través de esta ‘web’ de los ‘web.os’
ANIMATE A ESCRIBIR TUS COMENTARIO MALANDRIL. NO TE ESCONDAS BELLACO. GRACIAS, ES UNA BROMA.
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