28.8.10

El yudo está de luto

Ha fallecido nuestro gran amigo Antón Geesink

Recogiendo para dar por finalizadas mis vacaciones recibo un mensaje (¡¿el peor de los mensajes!?)


Anton Geesink ha fallecido en Utrecht. Me derrumbo por la pérdida del símbolo, de la figura y aún, mucho más, por la perdida irreparable del amigo.


Conocí a Antón Geesink cuando mi maestro Rafael Ortega se embarca en la maravillosa aventura de traerlo a España. Luego, asisto a casi todos los cursos que imparte en nuestro país, aún muy joven para descubrir que estaba asistiendo a momentos históricos. Pero ya estaba impregnado del carisma del genial holandés. Muy poco después, también descubro que 'su yudo' me ha calado hasta la médula de los huesos, gracias en gran parte al tesón de mi maestro Rafael; auténtico valedor de este gran yudoca en un país demasiado desconfiado y corto de miras.


No me encuentro con ánimos de contar algunas de las anécdotas que tengo impresas en letras de fuego en mi memoria. No me siento con ánimos siquiera de escribir con el corazón apretado en un puño como ahora lo tengo. Pero no podía dejar pasar un instante sin dejar en este YUDIARIO un pequeño homenaje a la persona que más debemos los yudocas occidentales. Sólo el hecho de haber conocido a la persona ya mereció la pena. Haber compartido tatami, con él, fue todo un honor y un privilegio. Jamás olvidaré cada una de sus bromas, de sus gestos de humanidad y de sus rasgos de profunda sensibilidad, que ahora no tengo fuerzas para relatar y, simplemente recordar, ya me desgarra las entrañas.


Nunca te olvidaremos en la España que tanto amaste. Procuraremos honrar tu memoria cada vez que nos pongamos el yudogui, cada vez que pisemos un tatami. Descansa en paz Antón.

NOTA: Me he permitido la libertad de publicar esta maravillosa imagen de Anton en la que se ve el autógrafo que le dedicó (en 1962) a mi maestro Rafael Ortega, y aprovecho para enviar un fuerte abrazo a la legión de amigos que deja Geesink en España.

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