Me consta que este escaparate digital desde el que ahora
escribo me cuesta sonoros apelativos. Algunos me llegan pese a lo frío del
medio y la distancia. Otros puede que hasta los merezca. Los más, seguramente,
son gratuitos, como la prensa que se reparte entre los que viajan en Cercanías.
Hablando de gratuidades, últimamente me ha zumbado la cabeza
de cómo me debían estar poniendo mis amigos los invisibles. Menos mal que el
rollo o picota del pueblo ya sólo hace bulto y se contempla como un ornamento. Ay,
si algunos supieran lo cerca que han tenido familiares no tan lejanos en tan
humillante lugar…
Hemos defendido que los niños no paguen por hacer deporte. Lo
hemos hecho aquí mismo y este YUDIARIO ha echado humo. Como si nos hubiéramos
vuelto locos (uno u otros… ¡o todos!)
Está claro que las cosas cuestan dinero. Y una cosa es un
campeonato, por ejemplo. El amor de un padre a su hijo no es una cosa y por eso
no hay dinero que lo pague. Pero de padres e hijos no voy a hablar, que
cualquier hijodeputa se siente capacitado a darte lecciones. Estamos
acostumbrados.
Me dicen que en el fondo tengo razón. Lo típico; que cuando
tienes razón y es evidente hay que ir a buscarla al fondo, como si en realidad
esa razón estuviera depreciada de antemano. También a eso estamos
acostumbrados.
Yo creo que falta algo de imaginación y que se puede sacar
una pasta en cualquier campeonato de yudo de medio pelaje. Por ejemplo, a la
puerta del CTD de Villaviciosa de Odón yo colocaría un chiringuito en el que se
alquilasen sables. Algunos de los mindundis que merodean la instalación podrían
alquilar uno y tragárselo si se les ha olvidado hacerlo al salir de casa. Es
poco habitual, pero quién sabe…
También es hora ya de habilitar un fondo de reptiles para
árbitros. Los ‘restos’, que van siempre hacia los mismos lugares en cuanto se
abre una rendija y corre la más leve brisa, correrían con mayor libertad y
generarían algo de pasta. Claro que habría que repartirla y dejar en la casa
una generosa comisión. Total, los árbitros ya lo vienen haciendo y los
beneficiarios ya tienen su beneficio… ¡la banca gana!
A lo de los yudoguis habría que darle otra vueltecita. Que
se arrecie la norma y se imponga con mano de hierro la marca homologada. Así,
otro chiringuito junto al de sables se ocupa de arrendar los yudoguis y, de
paso, se obliga a alevines y benjamines a ir homologados; y también de azul y
de blanco ¿por qué no?
Ya puestos, yo cobraría el estacionamiento de vehículos que
como todo bien escaso es susceptible de este tipo de consideraciones tan del
gusto de la derechona. Que hay poco, pues para el que lo paga. Así, de paso, en
el recinto sólo se verían vehículos de un cierto nivel y ennoblecería el
acontecimiento. ¡Qué es eso de ver furgonetillas y cochecillos de carácter
utilitario tipo nuez!
La entrada al público no sólo habría que cobrarla sino que
se podría aprovechar para hacer un estudio psicológico del que la pagase. A ver
si así acabamos descubriendo qué cojones es lo que hace al sufrido espectador de
yudo acudir, una vez tras otra, a nuestra aburridas competiciones, carentes de
la más mínima visión del show-business de nuestros otrora envidiados vecinos
del otro lado del charco.
Además, se podría aprovechar para rifar un jamón entre los
aficionados de la grada (o un yudogui homologado, aunque esto último ya cuesta
más). Al final del evento, ver a un tío salir del pabellón con un jamón a
cuestas, entre tanto chorizo, puede ser balsámico y hasta edificante.
A los clubes que no consiguen tener por lo menos a diez personas
vociferando a pie de pista cada vez que concurse uno de sus deportistas habría
que sancionarlos. Se levantaría una pasta con esta medida y no se alteraría el
devenir natural de este tipo de competiciones; siempre son los mismos los que
consiguen reducir sus litigios al modus operandi tribal y atrabiliario.
Me parece que a estas alturas ya he dado demasiadas ideas y
lo mismo acabamos arrepintiéndonos, pero falta la obvia. El CTD de Villaviciosa
de Odón necesita una cafetería. Seguro que si no la tiene es que existen serios
impedimentos porque está clarísimo que sería negocio opíparo. Es muy probable que
se vendieran más cafés en un encuentro de alevines que kyus en todo un mes. De
paso, a los profesores de yudo nos quedaría bien a mano el lugar en que beberse
algo con lo que pasar el trago amargo de ver cómo se está barrenando el futuro
del deporte que les da de comer y que en algún momento amaron (algunos hasta lo
seguimos amando).
Más aprovechan al sabio sus enemigos que al necio sus amigos
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