Sugoi Uriarte |
Una olimpiada es el período de cuatro años que van desde
unos Juegos Olímpicos hasta los siguientes. En ese sentido yo puedo afirmar que
he participado o estado en muchas olimpiadas… ¡pero en ningunos Juegos! Eso nos
pasa al común de los mortales, pues ser olímpico es todo un privilegio y,
además, tiene mucho mérito; muchísimo. Pero, no deja de ser chocante que la
mayoría de los deportistas olímpicos no sepan diferenciar este sencillo asunto;
que no sepan diferenciar unos Juegos Olímpicos de unas olimpiadas. Ahora bien, que
los periodistas deportivos induzcan a engaño al no saber la diferencia raya en
la provocación y puede acabar cabreando.
Hablando de arrebatos, iracundias y otro tipo de cabreos
hago memoria y veo que llevamos tres olimpiadas (ahora sí) sin conseguir medalla
en yudo. Es decir, que durante tres períodos de cuatro años, que van desde
Sidney 2000 hasta Londres 2012, estamos sin rascar chapa. Y como ya nos hemos quedado
sin opciones en Londres, estaremos otra olimpiada (otros cuatro años más) sin presea.
Un desastre.
Bien es cierto que en la travesía por el desierto hubo un
par de oasis o tres. Me estoy refiriendo a algunos diplomas olímpicos que
quedaron en eso cuando estuvieron a punto de mineralizarse en codiciado metal.
El caso más reciente ha sido el de Sugoi Uriarte al que inútilmente han dado en
poner de víctima de árbitros malévolos, o de oscuras confabulaciones, cuando no
hubo tal. Por más que nos pese la decisión fue ajustadísima, pero de robo… nada
de nada.
Parece que a eso es a lo máximo que aspiramos en los últimos
Juegos los seguidores del yudo español; al “casi,
casi”. Muy fresco en la memoria queda el espléndido combate de Esther San
Miguel en Pekín 2008. En franca ventaja afrontaba los últimos compases de su
enfrentamiento con la francesa Stephanie Possamai. La confianza de la española,
su ambición o un despiste -qué más da- facilitó que la gala consiguiera el
guasari que necesitaba para birlarle a la burgalesa el preciado bronce. Un día
antes, su compañera Leire Iglesias también acabó en quinta posición quedándose
con la miel en los labios, que se suele decir.
Esther San Miguel |
En los Juegos Olímpicos anteriores, los de Atenas 2004 fue
Oscar Peñas el que se quedó casi tan cerca como Sugoi Uriarte de la medalla de
bronce. Recuerdo que se acababa de estrenar eso del desempate por técnica de
oro y Óscar se vio envuelto en dichos menesteres ante el búlgaro Georgi Georgiev. Y acabó cayendo (nunca mejor dicho) en ese
período de desempate.
Hablando de diplomas
Pero ya que hablamos
de diplomas olímpicos es hora de recordar cuáles han sido, porque recientemente
he escuchado que el yudo nacional llevaba cinco de estos reconocimientos.
Negativo. Son unos pocos más; a ver si no me dejo ninguno.
José Luis de Frutos en Montreal 76 |
Para empezar hay que
decir que el que abrió la espita fue el madrileño del barrio de Usera José Luis
de Frutos. Fue en Montreal en 1976 en los tiempos en que nuestros deportistas
iban poco más o menos que en chándal con zapatos y maleta de cartón atada con
cuerda de pita. Es un decir. El caso es que tuvo mérito y siempre nos gusta
recordar aquella hazaña del carismático maestro con el que tanto contacto
tuvimos y aún hoy recordamos a menudo merced a la amistad que nos une con
muchísimos de sus alumnos. Por cierto que esta misma mención a nuestro primer
diploma olímpico del yudo nacional la hizo nuestro amigo Ángel Luis Ruiz Cámara
al ser entrevistado en Onda Madrid. Os dejamos aquí la entrevista en dos cortes
por si os apetece escuchar algo de yudo en la radio (concretamente en el
programa del periodista Poblador ‘En juego’ emitido el martes 31 de julio). Por
cierto que Ángel Luis explica con claridad meridiana la decisión con que Sugoi
se quedó sin el bronce.
Justo en los
siguientes Juegos, en los de Moscú 1980, el cántabro Ignacio Sanz Paz volvió a
repetir gesta consiguiendo el segundo diploma olímpico del yudo español. Y otro
tanto sucedió en Los Ángeles 84 con nuestro amigo, el también madrileño, Carlos
Sotillo. Era la tónica general hasta Seúl 1988 en que se dobló la ración
habitual, con los diplomas del gallego Vitorino González y del madrileño
Joaquín Ruíz.
Así hasta que
Barcelona es elegida para organizar los Juegos de 1992 y se creó el famoso plan
ADO en el que tanto tuvo que ver Carlos Ferrer Salat. Se trataba pura y
simplemente de meter pasta para poder planificar y dejar que el talento
madurara a base de entrenamiento y estímulo. Qué tiempos aquellos en que España
estaba entre las diez economías más prósperas del mundo y entre las cinco más
elevadas en el ámbito cultural. Luego llegó el deporte olímpico y se pasó de cuatro medallas en Seúl (1988) a veintidós cuatro
años después. España pasaba a ser una potencia deportiva mundial; algo
impensable sólo unos cuantos años antes. Pero parece que la constancia no es
virtud hispana ¿o lo es? Se podría decir que en Atlanta se vivió de las rentas
y que la inercia se fue perdiendo sin que nadie se molestara en volver a dar
impulso.
Miriam Blasco, primera mujer española en conseguir medalla de oro en Juegos Olímpicos |
En cuanto al yudo hay que recordar que
en Barcelona 92 se cosecharon dos oros; los de Miriam Blasco (primera mujer
española en conseguir un oro olímpico) y Almudena Muñoz (la segunda y al día
siguiente). Luego, en Atlanta 96 llegó la medalla de plata de Ernesto; única
hasta el momento del yudo masculino español en Juegos Olímpicos. Estuvo
acompañada, eso sí, de dos de bronces; los de Isabel Fernández y Yolanda Soler.
El impulso parece que se acabó con el oro conquistado por Isabel Fernández,
cuatro años después en Sidney. Así, hasta ahora.
Almudena Muñoz |
Pero hablábamos de diplomas y nos
habíamos quedado a las puertas de Barcelona 92. El éxito de las dos medallas de
oro antes mencionadas, en los únicos Juegos Olímpicos organizados en España,
dejó eclipsado el mérito de Paco Lorenzo, Ernesto Pérez, Yolanda Soler y Begoña
Gómez, todos ellos con diploma olímpico. ¡Vaya cosecha!
Ernesto Pérez, única medalla olímpica del yudo masculino español |
En Atlanta 96 también obtuvieron
diploma Almudena Muñoz y Sara Álvarez y en Sidney 2000 se lo llevaron Úrsula
Martín, Fernando González, Ernesto Pérez y Miren León. Posteriormente, en
Atenas 2004 llegaron los de Kenji Uematsu, Isabel Fernández, Cecilia Blanco y
Óscar Peñas (al perder el combate antes mencionado en la técnica de oro).
También fueron diploma olímpico Leire Iglesias, Ana Carrascosa y Esther San
Miguel en Pekín 2008.
Según mis cuentas, con el de Sugoi van
23 diplomas olímpicos para el yudo español. Otra cosa son los quintos puestos
(que no son tantos). Sabido es que el diploma olímpico se otorga a los ocho
primeros clasificados y que en yudo hay dos terceros, dos quintos y dos
séptimos, normalmente.
Isabel Fernández, Campeona Olímpica, del Mundo y de Europa, mejor currículum del yudo español de todos los tiempos |
A sacar conclusiones
Si varias Comunidades Autónomas han
pedido rescate –es decir que reconocen estar en quiebra o poco menos- y ningún
presidente autonómico ha dimitido –ni siquiera ha pedido disculpas- se podría
trasladar al mundo del yudo este dato. Otra cosa es el grado de responsabilidad
de cada cuál. Desde luego a los deportistas no se nos ocurre imputarles
responsabilidad alguna porque sabemos lo mucho que sacrifican para llegar a una
cita del fuste de los Juegos Olímpicos. También sabemos de lo duro y competido
que es el yudo y de la finísima línea que separa el éxito del fracaso en
cualquier deporte, y sobre todo en el nuestro.
Otra cosa es la planificación, el
cuidado de la élite, el fomento de la cantera de donde llega el relevo...
Parece que por ahí también hacemos agua. Nuestros yudocas olímpicos (Londres
2012) tienen una media de 31 años de edad. El más joven es precisamente Sugoi
con 28 años y el más veterano Kenji con 34. Entre medias están Oiana con 29,
Conchi con 31, Ana con 32 y Cecilia con 33. Está claro que esta espléndida generación
se acaba. Difícilmente se puede exprimir más y ojalá nos equivoquemos.
Kenji Uematsu acaba su ciclo deportivo en Londres 2012 |
De los que no han estado en estos
Juegos queda el caso de Laura Gómez que andaba empatada con Ana Carrascosa para
acudir a los Juegos de Londres. Se desempató desde los despachos dado que no
hubo forma de hacerlo en los tatamis. Pese a todo la valenciana tiene
actualmente 28 años. Como su novio Sugoi no parece descartado que pudiera
llegar a Río de Janeiro 2016. Ambos están en su derecho de aspirar a culminar
tan loable proyecto. Y lo malo es que por detrás, nadie viene apretando como
para quitarles de la cabeza un nuevo proyecto olímpico (digo lo malo en cuanto
al panorama del yudo nacional; no se me entienda mal, que por ellos me alegraría
muchísimo).
Por otro lado, en chicas parecen
emerger las figuras de la alicantina María Bernabeu (24 años) y, sobre todo de
la gallega Sara Álvarez (21 años). En Madrid también parece haber posibilidades
con la parleña Lorena Blanco de 20 años. Pero milita en peso pesado como la
gallega Sara que tiene un impresionante currículum y casi la misma edad.
Eso en cuanto a relevo y a las féminas
porque en la categoría masculina el panorama parece algo más revuelto. No
obstante, en Madrid parece emerger una auténtica joya. Se trata de Francisco
Garrigós que con 17 años ya ha mojado en todo un Campeonato de España senior.
No se trata aquí de hacer un análisis
exhaustivo de figuras y prospectos, pues ni es espacio ni se poseen medios
suficientes. Sí que nos gustaría introducir una reflexión al albor del
finiquito olímpico del yudo español y de otras consideraciones. Esperando que otros más capacitados recojan el guante os dejamos deseando vernos pronto en los tatamis, no sin antes haber disfrutado de este tiempo cálido de descanso.
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