- José Manuel Sieiro consigue un meritorio séptimo puesto
- Continua con éxito el Club del Randori y la Kata
Sonia en su encuentro por el bronce |
Cuando uno se dice de sí mismo que tiene espíritu ganador se
suele decir por la inmensa amargura que le produce a uno la derrota; por la enérgica
apuesta de salir a ganar en cada envite. No es ganador, precisamente, el campeón.
No. Campeón sólo hay uno. Y entre el batallón de ‘ganadores’ suele haber también
una enorme cantidad de derrotados.
Así se siente uno de cuando en cuando en esta travesía. Derrotado.
Vencido, precisamente por haber salido a ganar. La elección… es lo que tiene.
Hay riesgo. Salir a ganar implica también quedarse con el reverso de la medalla:
la derrota.
La historia la escriben los vencedores. Eso dicen. Sin
embargo, la Historia
es la de las grandes derrotas. Sin ellas –merece la pena recordarlo- no hay
posibles victorias, ni cobran realce.
Pero tal vez el ganador es también el que se sacude los
polvos de la derrota y mira rápidamente hacia delante; hacia el siguiente reto.
Igual se trata de eso. Igual la victoria y la derrota son cuestión de ánimos y no sólo
de fatigas; de heridas restañadas. Cuestión de coraje… ¡y de mucha paciencia!
Cuando un profesor de yudo tiene el privilegio de tener
alumnos capacitados para participar en todo un Campeonato de Madrid senior debe
de empezar por reconocer la dificultad que ello entraña. A partir de ahí, viene
todo lo demás. El júbilo, la decepción, la amargura, el dolor, la explosión de
sentimientos. Sólo llevamos diez años en las Escuelas Municipales de Parla y tres con el club WLAC-Yudo. No es tanto.
Ayer sábado, participaron en el Campeonato de Madrid senior
de yudo los hermanos Sieiro; José Manuel y Sonia. Entre los dos, en este último
mes han podido entrenar lo que un yudoca medio de cualquier gimnasio de
cualquier parte del mundo; si llega. Y lo han hecho con la intensidad de veteranos
–que distan mucho de ser-. O sea: muy poca.
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¿Quién nos iba a decir que estos dos hermanitos nos acabarían representando en el Cto. de Madrid senior? |
A pesar de todo, la puesta en escena de José Manuel fue muy
buena. A las primeras de cambio notó su falta de preparación, que suplió con un
talento natural que tiene para leer la situación; cosa que en yudo hay que
hacer en fracciones de segundo, las más de las veces. Ganó su primer encuentro
por ipón ante un incomodísimo y peligroso contrincante. Demostró dominar las técnicas
de contra-ataque.
En su segundo encuentro, José Manuel descubrió que cuando el
talento no alcanza el físico es lo primero a lo que agarrarse. Sufrió mucho –calambres
continuos, náuseas, agotamiento- por no tener una mínima condición física para
tan importante reto. Perdió, pudiendo haber ganado, ante un rival al que ya había
dominado en anteriores ocasiones de manera aplastante.
José Manuel repescó y tuvo ocasión de demostrar su dominio
del trabajo en suelo marcando un ipón de inmovilización en Tate-sio-gatame. Luego
en el encuentro que le daría paso a disputar la medalla de bronce se encontró
falto de recursos ante un experimentado contrincante, frente al que tuvo
ocasiones. Quizás su falta de punto también influyera en que no aprovechase
dichas oportunidades.
Cuando le llegó el turno a su hermana Sonia, descubrimos que
el sorteo había sido muy favorable. Una de las favoritas de su peso no comparecía.
Su primer encuentro lo saldó expeditivamente con un soberbio ipón en combinación
desde su tokui-uasa, en apenas diez segundos. Sonia saltaba al pase a la final
con tan magnífico sorteo. Además, tenía el privilegio de ver el encuentro del
que saldría su rival.
A partir de ahí llegó la calamidad. Su pase a final también
acabó en apenas diez segundos. En esta ocasión Sonia se enredó en un ataque
poco sustancial por la derecha, que no suele ser por donde comienza Sonia a
atacar. Su rival no dudó en contra-atacar con contundencia cobrando un ipón
ante el que cabía poca discusión por haber caído primera en el suelo.
La repesca le deparaba a Sonia la oportunidad de subir al
podio. No conocía a su rival, pero parecía asequible. Le comentamos que muchos
años atrás, nuestra alumna María Abial, ya había conseguido vencer aplicando un
soberbio ipón de uchi-mata por la izquierda –el movimiento favorito de Sonia-. Pero
no hubo ocasión alguna. La rival de Sonia se anticipó siendo la primera en
atacar. Y entonces Sonia intentó un movimiento de ura-nague de malos
fundamentos técnicos. Como resultado, se podría decir que regaló el ipón a su
contrincante, también en apenas diez segundos.
El balance es que José Manuel quedó séptimo y que Sonia fue quinta
clasificada. ¡En todo un Campeonato de Madrid Senior! La conclusión primera es
que no está nada mal. Pero ahora viene enlazar con el arranque de esta crónica.
Se nos había olvidado decir que el ganador suele ser un sujeto a un milímetro
de la obsesión; obsesión por la victoria. Suele ser una persona que no escatima
en medios para alcanzar sus objetivos; unos objetivos que flotan siempre, como
aceite en el agua, en medio de distracciones.
No encaja en el perfil de ganador el que, día sí día también,
consigue que su entrenador le recrimine falta de entrega en cada sesión, en
cada randori, en cada ejercicio. No encaja en el perfil de ganador el que
supedita sesiones de entrenamiento a tareas domésticas de dudosa prioridad, el
que escatima llegar puntual a su entrenamiento por departir insustancialmente
con amiguetes hueros. Tampoco es ganador el que se engaña con excusas como ‘estudiar’
cuando, en realidad, también racanea en su formación académica y lo único que
busca es el mínimo.
Son ya muchas las charlas que nos gustaría habernos ahorrado
con jovencitos y jovencitas tratando de encontrar en ellos el punto de compromiso
mínimo en una clase de yudo. Máxime cuando hablamos de una actividad elegida
voluntariamente.
El pasado viernes, en el club del randori, reunimos a 22
niños de entre 4 y 11 años de edad. Realizaron un magnífico entrenamiento. El
profesor salió muy satisfecho. Satisfecho por dicha parte del entrenamiento,
pero no del todo. Deducimos que debió de ser porque estas sesiones son
voluntarias y por invitación. Los niños se implicaron en todo momento pese a
ser bien pequeñitos ¿Pero es que no son voluntarias todas las sesiones de yudo?
¿No lo son por invitación expresa de los padres, en el caso de menores de edad?
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El grupo de participantes en el club del randori y la kata el pasado viernes |
Como tenemos la posibilidad de desdoblar ambientes, los
niños entrenaron en una sala mientras dejamos a los mayores (infantiles,
cadetes y juveniles) en otra. Y fue precisamente en la sala de los mayores
donde surgen los momentos de frustración para un profesor de yudo –cada vez más
momentos de frustración y más constantes-. De entre los que más debieran
entrenar, por estar, por ejemplo, clasificados para la final autonómica cadete,
uno se marcha antes por tener un cumpleaños. Luego, en pleno entrenamiento, una
cadete que quiere conseguir el cinturón negro en verano interrumpe el
entrenamiento porque le suena la alarma del móvil. Deja colgados a sus
compañeros que estaban en un circuito del que no podía ausentarse nadie so pena
de frustrar dicha parte del entrenamiento. La alarma era para recordar que tenía
que hacer una llamada a las 17:30 horas. Tenía que ser a esa hora y no a otra. Debía
de ser sin duda una llamada muy importante que no podía retrasarse unos minutos
que se iba a prolongar el ejercicio en que cada uno tenía asignada una tarea y
nadie podía dejar de hacerla para que todo funcionara. Claro que el ejercicio
lo había propuesto el profesor de yudo, ese sujeto que había convocado un
entrenamiento libre y fuera de las horas habituales de entrenamiento,
sacrificando su tiempo libre en pro de un objetivo común y compartido (¿común y
compartido?).
Copio aquí a continuación la primera definición que
encuentro en el Diccionario de la
RAE correspondiente a la palabra RESPETO:
Veneración,
acatamiento que se hace a alguien.
NOS VEMOS EN LOS TATAMIS
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