Hemos cambiado, este año, los criterios de selección para
participar en el Trofeo del Rincón del Jiu Jitsu en el que venimos
participando, por invitación del club organizador, en todas las ediciones... y van diez. Han sido
muchos los momentos de gratitud y éxito, que nos han alegrado mucho por nuestros
chicos. Pero también han sido algunos los malos momentos organizando parejas
por falta de compromiso de los ¿chicos? y por diversas causas ajenas a nuestra voluntad.
Con toda esa
experiencia hemos cambiado los criterios de selección y hemos dado la opción
durante este mes de abril de que cada chico practicase con “su pareja” hasta
que ayer comenzamos con las pruebas de selección, para inscribir únicamente a
los que lo desean, se comprometen y cumplen unos mínimos requerimientos técnicos,
para realizar el ejercicio que se viene explicando en las clases. Claramente,
algunos chicos, decididos a acudir al torneo, no han dado esos mínimos.
Lamentamos mucho que un niño salga llorando y diga que no
quiere volver más. Por eso nos permitimos recordar que frustración "es un sentimiento que aparece cuando no
conseguimos lo que queremos o cuando nos suceden situaciones no deseadas. Según
la intensidad del sentimiento y nuestras características personales, podemos
reaccionar ante ella con enfado, angustia, ansiedad, etc." Son palabras de María José Dunjó, ingeniera reconvertida en consultora de transición profesional.
Algunos expertos aconsejan, para ayudar a tolerar el fracaso
al niño (niña):
1. Dar ejemplo
2. Educarle en la cultura del esfuerzo.
3. No darle todo hecho.
4. No ceder ante sus rabietas.
5. Marcarle objetivos.
6. Convertir la frustración en aprendizaje.
7. Enseñarle a ser perseverante.
Hace años eramos firmes defensores de que el primer objetivo
cuando el niño practica yudo es que sea feliz. Hoy lo seguimos creyendo de igual
modo, pero creemos que no es el objetivo único. Había, antes, algunos
sobre-entendidos que hoy conviene recordar. Cuando un niño acude a una clase de
yudo tiene un profesor al que debe respeto y al que tiene que hacer caso… y
luego ser muy feliz, claro. Cuando un niño acude a una clase de yudo es para
aprender yudo… y luego ser muy feliz con ello, claro.
Antes hablábamos de la frustración y siguiendo a la mencionada María José Dunjó “de alguna manera, tenemos la creencia errónea de que las emociones negativas no forman parte de nuestra vida”, ese sentimiento
o similares “nos hacen sentir fracasados, cuando simplemente son la
respuesta adecuada a la situación que atravesamos, algo que sucede tanto en
situaciones de frustración como en situaciones de fracaso. Son
circunstancias temporales y es importante asumirlo, para no anular el proceso
de aprendizaje que conllevan”.
“En la infancia creemos que todo el mundo gira alrededor
nuestro, que lo merecemos todo y en el instante preciso que lo
requerimos. No sabemos esperar porque no tenemos desarrollado el concepto
del tiempo, ni la empatía suficiente para pensar en los deseos y necesidades de
los demás. Es entonces cuando se empieza a aprender a tolerar la
frustración, cuando nos ponen límites y nos sentimos <>;
de lo que <> en un determinado instante. Como niños no
tenemos las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar ese malestar. Sin
embargo, si siempre nos dieran lo que pedimos, no aprenderíamos a aguantar
la molestia que provoca postergar
nuestros deseos y al llegar a la edad
adulta seguiríamos sintiéndonos mal cada vez que nos viéramos
obligados a posponer una
satisfacción.
“Las personas con baja tolerancia a la frustración necesitan
eliminar ese malestar inmediatamente, haciendo lo más fácil o lo primero que se
les ocurre para conseguirlo. Sólo piensan en el bienestar a muy corto plazo y
pasan por alto los resultados a
medio y largo plazo. Por eso, ante
cualquier frustración por pequeña que sea, restan importancia a sus
verdaderos deseos y los supeditan a esa satisfacción inmediata, con la
consiguiente desmotivación y abandono de sus metas o proyectos auténticos y de
futuro”.
“Aprender a tolerar la frustración requiere paciencia, algo que no
tiene tanto que ver con la necesidad o los tiempos de espera, como con la fortaleza para afrontar el dolor
sin perturbarnos emocionalmente. Si no somos capaces de tolerar la más
mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de nuestros deseos,
nuestra vida se llenará de tragedias innecesarias, que nos estresarán y nos
harán sentir insatisfechos. Por contra, la vida de los que toleran las
frustraciones conlleva menos estrés y resulta más agradable, ya que podemos
enfocarnos en convertir los problemas en oportunidades de cambio y mejora,
incrementando la probabilidad de resolverlos más allá de la reacción o el escape”.
“La tolerancia
a la frustración resulta vital para una vida feliz y más que con
tiempos de espera, se relaciona con la fortaleza para soportar el dolor sin perturbarnos
emocionalmente”.
Hoy día, los niños
siguen siendo niños (son el educando) y “quizás” la tarea de ser padre requiera
otra de implicación diferente a la que tuvieron nuestros padres y madres. Ellos,
si tenían que hablar con un maestro se ataviaban convenientemente tras pedir
entrevista. Hoy día no hace falta y las más de las veces se cuenta con canal
directo desde aparatitos peligrosos para el decoro y el respeto. Todavía recuerdo
(tampoco hace tanto) cuando en la Universidad se negaban a facilitarte el número
de teléfono (fijo, claro) de los profesores. Hoy tenemos el famoso WhatsApp que
es una maravilla y también fuente de discusiones y malos entendidos.
Pero sobre todo
encaja bien con la sociedad moderna y con lo que venimos hablando.
Por volver al punto
de partida diremos que algunos niños se lo pasan de maravilla en nuestras
clases a condición de hacer lo que les da la gana, cuando les da la gana. Si el
profesor les recrimina o trata de corregir, corre el riesgo de tener que dar explicaciones inimaginables a sus padres.
“Mi hijo no miente” (o sea que el profesor sí). Acuden con el niño ante el
profesor al que se intenta dejar sin autoridad (¿Quién se habrá creído que es? …¡pues
el profesor, el máximo aliado en eso de educar!…)
Hacemos actividades
a las que dejamos acudir a todo el mundo y como escuela municipal no estamos
obligados a ellos (sólo a dar nuestras clases). Pero lo hacemos.
Luego, también participamos en
otras -actividades- a las que sólo acuden un número determinado de nuestros alumnos según
nuestros criterios técnicos u otros que sólo los profesores tenemos y que son
innegociables (ni por esas… ¿quién se habrá creído que es?)
Lamentamos mucho que
un niño salga llorando pero lamentamos mucho más que un papá o mamá nos haga
responsable de ello cuando no lo somos; más bien –y esto es una opinión- lo son
ellos. Ya se habla por ahí de la generación de los blanditos.
Es verdad que ser
padre o madre es difícil, que no está pagado y que no existe el manual del
padre perfecto. Es verdad. Pero también es verdad que aplicar el sentido común,
el respeto y la comprensión puede ayudar (¡pues se “desapunta”!).
Que sean ustedes muy felices y, de paso, que practiquen yudo
cuando acudan al doyo.
NOS VEMOS EN LOS TATAMIS
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