21.11.06

Nuestra crítica feroz a los luchadores de la "casa de los guerreros"

Habíamos prometido una crónica más larga de lo acontecido en este fin de semana y aquí la tenemos. Lo malo es que para extendernos un poco más, tenemos que hacer una fuerte crítica hacia el comportamiento de algunos colectivos de clubes poderosos dentro de nuestro mundillo. No nos da ningún miedo. Quien esto suscribe –Wladimiro Martín de la Guerra, para quien lo quiera saber- ya está acostumbrado a ser tildado de enemigo de ciertos colectivos feroces que cuelen amoscarse cuando un individuo desafía su prepotencia desde la independencia y a pecho descubierto. Para ir contra la basura sólo hay que tener un poco de sensibilidad y no resignarse a estar siempre oliendo a podrido. Con sólo un poquito de olfato ya te llega el hedor a podredumbre de la “casa de los guerreros” y otros entornos similares en los que se preconiza el ‘todo vale que somos los mejores (y si no lo somos da igual, que haremos trampas, para parecerlo)’.

De verdad que lamentamos tener que colgar de la Red esta crítica durísima pero han rebasado el límite de nuestra paciencia y habrá que empezar a plantarse ante este tipo de situaciones mostrando por los medios que tenemos nuestro más profundo rechazo a este tipo de conductas poco cívicas y fuera de lo que conocemos como el juego limpio.

Celia Díaz con su compañera la infantil Sonia Sieiro



Nuestra cadete Celia Díaz, no debía haber participado en el ‘ranking autonómico’ celebrado el pasado sábado día 18 de noviembre. No debía haberlo hecho porque tiene un gran nivel pese a que comenzó a practicar yudo en su instituto dentro del programa de campeonatos escolares de la Comunidad de Madrid. Lo que queremos decir es que todavía no tenía el cinturón azul cuando se inscribió en el ‘ranking’ y la Federación exigía este grado como mínimo a los participantes. Nos parece todo un disparate esta limitación, que viene a vaciar de autoridad al profesor, que es quien mejor sabe el nivel que tiene cada uno de sus pupilos. Además, sucede que en nuestra escuela no somos muy dados a conceder grados con generosidad, por lo que un cinturón naranja de nuestra escuela –pongamos por caso- podría ganar a un cinturón marrón, aunque se tratara de una super-endiosada chavalilla tocada por la gracia de haber caído en la “casa de los guerreros”. No es que lancemos un reto, que no somos amigos de hacerlo, es que ponemos un ejemplo para estimular la fantasía de nuestros lectores.

En el caso de Celia, hay que recordar que acudió a la competición sin más compañía que el de sus padres y el de la esposa de su entrenador (dado que éste se encontraba trabajando en otro lugar). Al grupo se unió, luego, Sonia Sieiro, nuestra fenomenal infantil que consiguió subir al podio en la categoría de las más ligeras. Con ese equipazo respaldando su actuación, Celia encaró sus dificilísimos encuentros. A su falta de experiencia, a su carencia de conocimientos técnicos y a su juventud, Celia añadió unos cuantos ingredientes haciendo un explosivo cóctel: fe ciega en sus posibilidades y en los escasos conocimientos que sus profesores le han ido transmitiendo. Además, hay que decir que Celia tiene a toneladas lo que otros pretenden inocular a sus pupilos mediante técnicas fascistas, neo-nazis y rayanas en la ilegalidad: un coraje a prueba de bomba.

Vamos a explicarnos porque la cosa tiene miga. En su primer encuentro Celia pagó la novatada y perdió ante una rival muy experimentada y luchadora. Tanto nivel tenía su rival que Celia entró en la repesca. Allí se encontró con varias deportistas mucho más experimentadas que ella a las que, no obstante, ganó con autoridad gracias a su firme temperamento.

Fue en uno de esos encuentros de la repesca en los que Celia se cruzó con una luchadora de uno de los grandes ‘clanes’ del yudo madrileño. Son ‘clanes’ en los que si hay dificultades, se despliega todo un aparatoso dispositivo para recordar a rivales, árbitros y espectadores (casi siempre familiares de deportistas), que ‘ahí están ellos’. ¡Mucho cuidadito! Cuando Celia aplicó uno de sus fulminantes movimientos aprendidos hace pocos meses, resultó que lo hizo con la simpleza de querer proyectar a su adversaria en el tatami y sin especular con no ser contra-atacada. El resultado fue que se cobró un uasari, que a nuestro juicio fue poco premio a la impecable ejecución de la llave y a su resultado. Claro que no debía parecer bien a la respetable concurrencia que una de las ‘chicas de moda’ de un poderoso clan se marchara a su casa sin medalla, eliminada del torneo por una desconocida de Parla. Se le daba una ‘oportunidad’ a la favorita a la espera de su fulminante reacción. Pero fue Celia la que siguió insistiendo en sus escasas posibilidades, que pasaban por seguir atacando con sus escasas armas (un buen jaraigosi y unos conceptos muy claros de cómo atacar a una rival que se defiende extendida boca abajo en el suelo).

Como las cosas no pintaban bien para la aguerrida y endiosada promesa del yudo universal, se desplegó el aparatoso dispositivo de presión de su sectario respaldo barriobajero. Es cuando descubres que a pie de tatami están las amigas, las vecinas, la madre, el padre, el entrenador, el amigo del entrenador, el entrenador del entrenador y unos cuantos acompañantes más, dispuestos a dejarse la garganta en pro de la victoria de su idolatrada campeona de 15 años. El estruendo es monumental y la endiosada señorita ataviada de dones celestiales -no se sabe procedentes de donde-, empieza a montar su numerito. La frustración de la guerrera sólo es comparable a su rabieta. Empieza a faltar gravemente al respeto a la deportista que tiene enfrente, a los árbitros y a los sagrados principios del yudo que sus entrenadores, por supuesto, desconocen. El clima hace que la desconocida de Parla sea sancionada en dos ocasiones pese a ser la más noble en su planteamiento. Llega a ser sancionado con sido en dos ocasiones. Pero aún no basta. La guerrera de la ‘panda del moco’ sigue perdiendo pese a los esfuerzos del ‘coro de plañideras’ (por no llamarlas algo más grave que atentaría como agravio comparativo con las honradas trabajadoras del oficio más antiguo del mundo).

Varias veces estuvo a punto de conseguir la rendición de su rival Celia al continuar en ne-uasa a su oponente que insistía en defenderse tumbada boca abajo cada vez que se tiraba al suelo sin conseguir resultado con sus presas de lucha. En una de esas, enrabietada en grado superlativo, la asilvestrada fajadora se abalanzó con crueldad sobre el cuello de Celia del que se prendió como ave de rapiña esperando que el peso de su cuerpo colgado literalmente de su presa obrase el milagro de derribarla al suelo. El movimiento, tan alejado de lo que es el yudo como próximo a la brutalidad, tuvo un inmerecido premio. Celia cayó y su rival cobró un uasari que le abría el camino a la victoria tan ansiada como gritada ya por docenas de voces a escasos metros de Celia.

La tragedia la podía firmar en ese momento el mismísimo Eurípides, Esquilo o incluso Sófocles. La fuerza de los dioses, de los inventores del ‘yudo moderno’, de los propietarios de la patente de los campeones, caía sobre una desconocida de Parla que había osado insolentar la supremacía de esas deidades de barrio. Celia iba a tener que entregarse a su cruel destino como castigo a su insolencia, como castigo a su debilidad. Ella sola frente al imperio de los gañanes y cicateros. Sola, con la única ayuda de la mujer de su ‘profe’ ausente, que se limitaba a lanzar, entre el estruendo, mensajes tales como: “lo estas haciendo muy bien Celia”, “sigue atacando que tú puedes”, “sigue en suelo que lo vas a conseguir”…

Y vaya que si lo consiguió. Tras ser derribada por su oponente y subir el uasari al marcador, se revolvió antes de ser controlada en el suelo (se demuestra que se es campeón, hasta cuando le proyectan a uno) y trató nuevamente de estrangular a su rival. Era la enésima vez que Celia se aplicaba en un jadaka-yime sobre su adversaria y también la enésima vez que el árbitro daba mate con más diligencia que sentido del yudo. Pero esta vez Celia madrugó a todos. Su rival abandonó mientras el coro de plañideras enmudecía. Se oyó clara la voz incrédula de la madre que se preguntaba: ¿Pero, por qué abandona? Y nosotros le contestamos desde aquí. Porque a su hija la han enseñado a defender boca abajo cada vez que se va al suelo con un movimiento de fuerza. Y eso le ha hecho ganar muchos encuentros desde que era una niña bien pequeña y con eso la han convencido a Ud. de que su hija es una maravilla y a ella de que es la ostia en verso chino. Seguramente su hija es una chavalilla maravillosa señora madre, pero la ha puesto a las órdenes de la horda de fascistones adiestradores de fieras que tienen por lema ‘por donde vamos arrasamos’. Seguramente su hija va a volver a ganar muchos combates con la cicatera estrategia que ya domina y que tantos encuentros han hecho ganar a la panda de nazis a la que ya pertenece su hija con su consentimiento. Ud. misma gritó hasta la extenuación a su hija de 14 o 15 años que se fuera al borde para hacer sus presas de lucha libre sabiendo que corría peligro si volvía a dejar a su rival aplicar otra estrangulación. Ustedes saben mucho de estrategia barata y muy poco de lo que es la vida, por eso seguramente se juntan entre mediocres, entre los que disfrutan en su continua muestra de crueldad hacia el que esté fuera de su círculo. Seguramente que en próximas citas la endiosada niña guerrera hará valer su cicatera táctica porque le habrá echado más horas a endurecer sus músculos, su sensibilidad, su vanidad y su soberbia. Pero no crean que con ello gana el yudo: el yudo lo están asesinando Ud. los de la “casa de los guerreros”, que por donde pasan ya no vuelve a crecer la hierba ni tampoco el yudo, ni el sentido común ni muchas otras cosas.

Cuando por fin Celia se cobró la trabajada victoria que hemos relatado, se fue a compartir el momento con su compañera Sonia Sieiro. Ese era nuestro numeroso grupo en la cancha. Al ratito, Sonia acudió a la mujer de Wladimiro y le explicó que Celia tenía un bocado en una de sus manos. No se lo podía creer y acudió a Celia a pedirle que le mostrara la mano. Celia, todavía con los ojos enrojecidos porque se le habían saltado las lágrimas de rabia ante la falta de deportividad de su rival. Pese a haber finalizado ya el encuentro Celia se mostraba remisa a mostrar la prueba del delito a la que hacía las veces de monitora. Cuando se descubrió el dorso de la mano se apreciaba con absoluta nitidez la marca de la dentadura de una muchacha de 15 años que había querido derrotar a Celia a cualquier precio. Las dos mujeres se abrazaron y con una sonrisa de complicidad dieron por zanjado el asunto. No se puso en conocimiento de la organización el suceso porque somos gente pacífica y no nos gusta hacer daño a nadie. Pero queremos publicar desde aquí que como sigan buscándonos nos van a encontrar. La mordedura de la víbora es inocua a quienes tienen el antídoto del YU-DO (camino de la flexibilidad). De poco te valió tu mordedura cicatera niña maleducada; lo que más le importaba –la victoria- no la consiguió y tuvo que tragar su propio veneno, el mismo que le va a condenar a la vida que le espera, llena de la amargura de la pócima que quiso inocular, con malas artes, a la rival por la que sólo siente envidia y camufla en odio. A esa que cree su rival, que encarna cualquier persona íntegra, valiente y honesta se la va a encontrar mil veces en la vida y no se llamará siempre Celia, pero siempre la habrá de mirar desde abajo porque estando donde estás siempre se hundirá más y más en el fango que la atrapa.

Por cierto, en una ocasión, uno de los ‘famosos’ de este aguerrido clan de meapilas que se dedica a ‘instruir’ a muchachas como la de nuestro relato, planteaba a quien esto suscribe:

- ¿Pero qué es el yudo?

No le contestábamos porque creíamos que era una ironía viniendo de una persona propietaria de un gimnasio muy popular, volcado en el adiestramiento de luchadores con kimono. Pero lo preguntaba muy en serio. Y cuando le explicamos muy sucintamente lo que quiere decir Yu-Do, insistió:

- ¿Pero eso donde lo pone?

¡Menudo personaje! Cuando entramos en un pequeño debate, el tal entrenador fascistoide confesó que todo eso de ceder para vencer, del camino de la flexibilidad y tal, está muy bien y que él lo usaba para “vender el yudo”; pero confesó no creerselo. Mierda de mercantilista; ya podía ponerse a vender muebles de cocina, por poner un ejemplo, y no perjudicar a los que seguimos las enseñanzas de Yigoro Kano. Pero la anécdota viene bien al caso para ilustrar por dónde nos movemos en esto del yudo, en qué lo estamos convirtiendo y los peligros de que estos sujetos tengan tanto poder dentro de una Federación, ejemplar en muchas cosas, pero al pairo de este tipo de fachas de la más baja catadura moral. Seguiremos denunciando casos como este en los que se atenta contra el juego limpio que es para el yudo parte sustancial.

1 comentario:

  1. Hola Wladi, soy Jose Angel Arribas desde La Rioja. Tu testimonio me ha puesto los pelos de punta. Doy toda credibilidad a tus palabras porque sé de tu integridad y la labor que realizas en este bello deporte que es el judo. Adviertes de antemano que se trata de una crítica durísima, pero....... ¿hay algo más duro que la intolerancia, represión, falta de escrúpulo y educación......con la que ciertos personajillos malforman a nuestros futuros padres de familia y con ello "educadores" ?
    Hoy mi querido Wladi, al leer tu crónica, he sentido mucha triteza.
    Gracias por todo lo que aportas no sólo en nuestro querido deporte, sino también en tu día a día en la formación humana.
    Recibid un fuerte abrazo toda la familia del judo desde este rinconcito de La Rioja, que es Logroño.

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