22.11.06

Nuestros cadetes dieron la talla

Raúl Abial. Bronce y clasificado para el 'nacional'

Nuestros cadetes completaron un memorable fin de semana de yudo y de éxitos. Raúl Abial dio un recital de buen yudo y marcó nada menos que cuatro ipones en otros tantos encuentros. Uno de ellos fue el más rápido de todo el campeonato y lo materializó en apenas dos segundos: lo que tardó en agarrar y lanzar un soberbio okuri-asi-barai desde un agarre cruzado. Luego, para demostrar que la cosa no era improvisada marcó otro ipón de barrido desde similar agarre y también en movimiento de okuri-asi-barai.

Para completar su fenomenal trayectoria en la jornada de ayer domingo, Raúl marcó un fenomenal ipón en unos cuatro segundos al ‘contrar’ un movimiento de cadera de su oponente con un ura-nague espectacular. Su cuarto ipón vino de una palanca en un ude-isiji-yuyi-gatame, en un movimiento que tiene muy trabajado y que le valió ganar la medalla de bronce.


Sergio María, Erick Bolaños y Francis Pérez. Tres cadetes debutantes






En cuanto a Sergio María, Francis Pérez y Erick Bolaños, sólo podemos felicitarles a pesar de que no consiguieran una gran clasificación. Los tres participaban por primera vez en un campeonato de cadetes y lo hicieron con mucha valentía y resolución, pese a los lógicos nervios de estas citas. Ya les explicamos ‘in situ’ que ‘los nervios’ no son malos, ni buenos. “Hay que saber hacerse amigo de nuestros nervios”. Lo que tiene que quedar claro es que lo lógico ante un compromiso como es un ‘ranking’ autonómico de yudo es ponerse nervioso. Tanto más en estas edades en que todavía se tiene poca experiencia. Pero no por ponerse nervioso hay que sentirse mal o en desventaja. Cuando uno descubre que se está poniendo nervioso debe reflexionar y agradecer a la sabia naturaleza entrar en ese proceso en que el sistema nervioso está alerta y el corazón empieza a bombear más aprisa. Todo eso quiere decir que el organismo se está preparando para rendir a tope: los músculos reciben más oxígeno a través del bombeo acelerado del corazón, mientras que el sistema nervioso se tensa para poder lanzar a la máxima velocidad posible cualquier respuesta ante cualquier señal de alarma. Eso es todo y eso es bueno.


Raúl Abial. El bronce para el mejor de todos



Pero volvamos a Raúl que merece una crónica más extensa por varias razones. Lo primero porque, por fin, comprobó que vale mucho más de lo que sus clasificaciones venían indicando. Lo segundo porque demostró un yudo de alta escuela y en eso no vamos a dejar pasar una línea más para agradecer públicamente la labor del maestro Rafael Ortega que se vuelca en la educación como yudoca de Raúl.

Además de todo ello, Raúl tuvo un gesto de deportividad, nobleza y juego limpio muy destacable, pero que conviene relatar para compartir con todos nuestros amigos. Y lo queremos compartir porque sabemos que quienes leen el Yudiario (cada vez más gente de todas partes del mundo hispano parlante), saben perfectamente a estas alturas que nuestros objetivos deportivos no pasan por el ganar a toda costa, sino por educar a toda costa, por ejemplo. En un durísimo encuentro, frente a un rival muy bravo, Raúl s encontró desbordado. Su oponente se tiraba continuamente al suelo, unas veces con mucho peligro otras para escapar del agarre que conseguía aplicar Raúl. De este modo, a Raúl le quedaba la opción de tener paciencia, no caer en el marrullero planteamiento de su rival y enlazar con eficacia el trabajo de ne-uasa (yudo en suelo). Lo malo es que en un descuido siguió a su rival y vio como era volteado llevándose un yuko de desventaja. De tal manera que su rival exageró su táctica, ante la permisividad de árbitros jóvenes que no valoraban el deseo de Raúl de hacer su yudo ni el deseo de su oponente de no dejarse agarrar para lo que no dudaba en tirarse al suelo constantemente. Pero en una de estas, Raúl aplicó una magnífica palanca sobre el codo de su adversario desde el control en cruz (yuyi-gatame). Sólo el mate inexplicable del árbitro evitó la rendición del duro oponente de Raúl. Posteriormente, Raúl volvió a aplicar otro ude-isiji-yuyi-gatame y entonces el rival abandonó delante de las narices del árbitro. Raúl, en un acto reflejo aflojó para no lastimar al otro deportista, pero el árbitro sufrió un momentáneo ataque de ceguera y no cobró el incuestionable ipón. Como no somos amigos de escándalos realizamos nuestra protesta con toda la energía que nuestra educación nos permitió y parece que no fue bastante para hacer reflexionar a los tres colegiados que ni siquiera se reunieron a valorar los dos golpes sobre el tatami que propinó el rival de Raúl en señal de rendición. Así las cosas, sólo se consiguió que Raúl marcara un koka y que al rival le sancionaran con un sido, pese a mostrar durante cuatro minutos que su única intención era agarrar y tirarse al suelo; bonita táctica enseñan algunos entrenadores de tres al cuarto a deportistas en formación como son los cadetes de los que hablamos.


El juego limpio y los entrenadores mediocres y tramposos
(Leed nuestra crítica feroz a entrenadores de mierda que van de maestros)

Nuestro mundillo de las competiciones de yudo es un mundillo bien curioso y singular. Partimos de la base de que nos parece excitante y enriquecedor por la cantidad de experiencias que nuestros deportistas pueden cosechar en este terreno, pero también son constantes los ataques al juego limpio, a la educación y cortesía que se producen a cada momento en este mundillo. Vamos a ser muy duros con ciertos entrenadores (nunca los llamaremos profesores, porque no lo son) que confunden el tocino con la velocidad. Y lo vamos a ser, aunque no es nuestro estilo, porque estamos hartos de estos sádicos que enseñan a trampear a chavales maravillosos a los que acaban obligando a realizar una regresión a la media muy preocupante. Para colmo, reducen lo que ellos siguen llamando “yudo” a una lucha en la que casi todo vale para ganar y en la que los principios serían ‘la ley del más fuerte’, ‘coge lo tuyo y sal corriendo, que el que viene detrás se jorobe’ y cosas por el estilo.

El yu-do es un deporte definido por dos palabras que muchos de estos entrenadores de pacotilla han olvidado.

YU es lo flexible, lo fluido… Es la capacidad ser como el agua, que no se puede romper ni cortar, que se adapta a cualquier espacio o situación; tomando la forma del recipiente que la contiene, endureciéndose ante el frío evaporándose cuando se calienta y sin dejar de ser nunca lo que es.

DO es el camino. Pero no una senda o carretera que se toma en un momento determinado y luego se abandona. Es el cauce de nuestras vidas; por dónde queremos ir en nuestro discurrir vital y, por tanto, implica la idea de destino o meta.

En definitiva, Yu-Do, debería ser la filosofía de ciertos deportistas (no competidores, por favor) que hacen de la flexibilidad y la fluidez su forma de comportarse en esta vida, siendo su propio camino la meta de sus vidas y siendo su meta el camino mismo para llegar a ella.

Comprendemos que para entender esto quizás haya que volver a recordar que uno de los principios del yudo es la humildad. Y claro, no hay más que asomarse a uno de estos campeonatos de la Federación para ver paradigmáticos casos de todo lo contrario: personajes soeces, desvergonzados, hirientes y maleducados que provocan, trampean, medran e intoxican el ambiente de cuanto les rodea. Son personajes cobardes que recurren a acudir a donde sea en tropel, para imponer esa ‘ley’ por las que rigen sus huecas vidas: la de que los que más chillan más razón tienen. ¡Valientes ignorantes! Más les valdría leer algún libro de vez en cuando.

Cuando Raúl ganó la final de repesca, lo hizo aplicando un soberbio ipón de ude-isiji-yuyi-gatame. Su rival era un muchacho como él: lleno de ilusiones, cargado de energía y con las características maravillosas que adornan a cualquier chaval de 14 o 15 años. Por eso nos parece terrorífico que caigan estos maravillosos chavales en manos de fascistas degenerados disfrazados de simpáticos entrenadores que les conducen por el terreno de la trampa, la mala maña, la pícara pose del medroso… Resultó que tras finalizarse esa final de repica en la que Raúl obtuvo su tercer puesto, en la mesa se anotó el nombre del perdedor en el lugar del ganador. Cuando estaban a punto de entregar las medallas, se concentraron cuatro yudocas junto al podio a la espera de recibir sus correspondientes medallas. Allí estaba el muchacho que había ganado a Raúl, los otros dos medallistas y… Con toda la jeta del mundo estaba también el muchacho al que había ganado Raúl en la final de repesca, seguramente todavía con el codo dolorido por haber tratado de aguantar la palanca de Raúl desde yuyi-gatame.

La suerte fue que, pese a nuestra humildad y carencia de medios, nos dimos cuenta de que se entregaban las medallas sin haber nombrado a Raúl. Nos dirigimos a la mesa y comprobamos con desagrado que se habían invertido los nombres. Lo que era una equivocación podía acabar en un lamentable error del que esperaba aprovecharse un muchacho de 14 o 15 años bien aleccionado por le miserable entrenador que dirige su carrera deportiva y pretende colaborar en la formación de su personalidad a través de un deporte tan maravilloso como el yudo. Todavía el chico se hacía el loco cuando se le preguntó por qué estaba a la espera de recibir la medalla. Sólo se sonrojó cuando se le preguntó: “¿de qué le has ganado a este chaval? –delante de Raúl-“. No tuvo más remedio que reconocer que con ese chaval había perdido. Hubo que ir a la mesa a reclamar y se arregló en apenas unos segundos. Pero el detalle nos invita a seguir explicando algo más.

Imaginemos que ese muchacho acude al campeonato con su familia y que una vez acabada la participación el profesor se ha de marchar. Pongamos por caso que su profesor es, por ejemplo, periodista y se marcha a trabajar. En ese ejemplo, el profesor del medallista podría ser licenciado en Ciencias de la Información y tener que acudir a un programa de radio que se emite en directo de dos a cinco en fines de semana. Y en ese mismo ejemplo, el entrenador del otro muchacho podría ser, por ejemplo, también, todo un campeón de yudo en las modalidades de katas y, antes, de lucha. Podría ser un tipo simpático y cachas, pero que no tiene más interés en la vida que ‘su’ gimnasio, ‘sus’ competidores y sus ‘mollas’. Pues bien, si seguimos con el ejemplo, el profesor que además es periodista se iría a su trabajo, confiando en la experiencia de la Federación y en la capacidad de los oficiales de organización deportiva. Mientras el profesor periodista se va a su programa de radio, el deportista que ha demostrado ser acreedor a la medalla de bronce se vería apeado del cajón del podio y, seguramente, intentaría informar de la injusticia que se está cometiendo en la mesa de organización. Dejo al buen criterio e inteligencia de nuestros lectores la resolución de este esperpéntico caso de picardía grosera donde las haya, a través del ejemplo planteado.

Pero antes de pasar a otra cosa, como además, este entrenador de mierda pudiera pasar por ser un reconocido árbitro, de esos que ya no tienen un pelo de tonto (ni de honestidad)… Recordamos que el curso pasado nos quejamos con amargura del injusto desenlace de un encuentro en el que participaba nuestro entonces cadete Sergio Martín. Nos pareció que el árbitro central se equivocaba al tomar una decisión. Como resultó que lo grabamos lo mostramos al responsable de arbitraje y nos dio la razón. Claro que nos dio la razón porque nos pusimos en la piel del otro deportista y cuando ya insistió hasta cuatro veces en que la decisión del árbitro para con ese yudoca era errónea es cuando le confesamos que nuestro pupilo era el agraviado. No tuvo entonces más remedio que hablar con el árbitro, que dicho sea de paso, es su amigo. Aceptamos muy gustosos las excusas del árbitro y explicamos a nuestro cadete que son cosas que pasan y que no tiene demasiada importancia. Luego nos dimos cuenta de que el rival de nuestro alumno Sergio Martín pertenecía a un club dirigido por un compañero del árbitro. Además de ser compañeros también son amigos… Nos quedamos con la mosca detrás de la oreja. Ahora constatamos la maniobra de ese árbitro en pro de tratar de sacar una medalla de bronce pro la vía de la trampa, para uno de sus pupilos de sólo 14 años. ¡Qué bonito! ¡Qué Macho!

Como dice un buen amigo nuestro: “podemos parecer gilipoyas, incluso puede que lo seamos, pero, por favor, si nos tratan como a gilipoyas, que no nos enteremos o aténganse a las consecuencias”.

NOTA: Tenéis el enlace a lo que escribimos en su momento aquí: http://yudiario.blogspot.com/2006/01/ranking-autonmico-cadetes-masculinos.html#links, para que veáis que ya entonces fuimos muy educados y comprensivos con lo que entendimos era un despiste arbitral.

Carlos Muñoz con su profesor

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