Hay algunos encuentros deportivos que merece la pena narrar con el máximo detalle posible, por lo mucho que enseñan. Estamos ante uno de ellos.
Salió Sergio Cortés salió un tanto frío y despistado al tatami, para disputar su último encuentro. Ya había ganado la final de su repesca y sabía que subiría al podio a recoger medalla de bronce. Pero aún quedaba cruzar a los dos terceros para saber quién de ellos iría a la Final Autonómica; sólo podía ir uno. El caso es que el rival de Sergio saltó a por su cuello como una centella en cuanto saludaron y se aproximaron el uno al otro. Su movimiento sorprendió a Sergio que sólo pudo evitar que se cobrar ipón por él. Pero su oponente estaba enganchado al cuello de Sergio como un gato y cayó encima sin soltarlo. Sergio aferró sus piernas con fuerza a una de las de su oponente. Pero lo hizo con sus gemelos y se le escapó enseguida su presa, por lo que el árbitro no tardó en anunciar “ayimé”. En la mesa pusieron en marcha el cronómetro. Sergio estaba firmemente amarrado contra el suelo y sus desesperados puentes no conseguían despegar ni un milímetro a su rival del suelo. Faltaban dos o tres segundos para que el árbitro gritara “Ipón”. El entrenador se desgañitaba intentando enviar a Sergio las fuerzas que le faltaban para desembarazarse de la poderosa inmovilización que le dejaba sellado contra el tatami. De repente, el árbitro anunció “mate” y levantó a los dos deportistas. Pensamos que se había confundido y decía “mate” en lugar de “soremade”. Pero algo fallaba. Nadie había anunciado “ipón” ni se había oído señalar que se cumpliera el tiempo de inmovilización desde la mesa.
Cuando ambos deportistas estaban uno frente al otro se aclaró lo sucedido. El árbitro amonestó al yudoca que estaba inmovilizando por tener un dedo dentro de la bocamanga de Sergio. El reglamento es así de claro: al que está inmovilizando, si comete una infracción, se le levanta para sancionarle y continúa el encuentro. En este caso, el deportista fue sancionado con ‘sido 1’. Puede parecer injusto pero es absolutamente reglamentario. El caso es que ahora venía lo peor. Y era que Sergio comprendiera que tenía una inesperada oportunidad ante un rival que en apenas unos segundos le había lanzado por los aires y le había inmovilizado. El marcador señalaba un yuko y un uasari en contra de Sergio, miestras que él sólo tenía un koka a favor, por la sanción de su rival. El reto era complicadísimo; parecía imposible.
Sergio empezó a atacar con bastante insistencia, mientras que su rival parecía tomarse un descanso. De ese modo llegó la segunda sanción para él, lo que colocaba el ‘shido 2’ en su casillero mientras Sergio obtenía yuko (en lugar de koka). Aún faltaba un uasari para igualar.
Para colmo los ataques de Sergio parecían estrellarse contra un muro, mientras que en uno de los escasos movimientos de su rival éste volvió a conseguir lanzar a Sergio que fue a caer de costado. Otro yuko subía al marcador de su oponente, poniendo las cosas aún más difíciles. Pero, a esas alturas ya daba igual. Sergio buscaba un ipón que parecía imposible lograr: su uchimata se quedaba muy lejos y Sergio no conseguía combinarlo con o-uchi-gari. Como, además, Sergio se lanzaba sobre su rival en su afán de dominarlo, corría serio peligro de caer en su trampa y volver a ser proyectado en seoe-nague. Pero era la hora de tomar riesgos y sólo cabía caer como valientes; luchando hasta el fin.
Llegó un momento en que el adversario de Sergio, pese a la gran ventaja que tenía en el marcador, empezó a ceder frente al empuje de nuestro joven yudoca. Su única resistencia empezaba a ser la pasividad. Entonces, ante las acometidas de Sergio empezó a agacharse, a tirarse al suelo, a romper agarres… Cometió un tremendo error, porque Sergio puso fe ciega en lo único que encontraba a su alcance: seguir atacando. Además, aún faltaba un largo minuto para que el encuentro finalizara. Demasiado para que un buen árbitro (incluso uno no tan bueno) hiciera la vista gorda y dejara pasar el tiempo. Y antes de seguir hay que felicitar al trío de árbitros que estuvo genial. Lamentamos no saber sus nombres, pero hay que decir que el central era una señorita joven que ya nos ha parecido excelente árbitro en otras ocasiones. En fin, lamentamos no poder dejar aquí constancia de sus árbitros ,pero de ese modo nuestra felicitación recaerá en todos los que arbitraron el sábado en Getafe.
Sergio en su primer encuentro
El caso es que llegó el ‘sido 3’ y por tanto el uasari subió a la casilla de Sergio. Además, también consiguió Sergio, por fin, derribar a su pétreo adversario y cobrar un yuko. Pero como había sido derribado de nuevo, en medio de su remontada, aún faltaba un yuko para igualar. Pero en estas situaciones, en nuestra escuela no vamos a las igualadas. Nosotros entendimos que era todo o nada; había que seguir buscando el ipón (uasari, en todo caso para sumar uasari a uasate y acabar de una vez). Ni se nos pasaba por la imaginación la posibilidad de empatar e ir a por la técnica de oro en la prolongación del combate.
Por otra parte, lejos de presionar a los árbitros señalando la actitud negativa del oponente de Sergio, como estamos acostumbrados a ver en estos casos, el entrenador de Sergio seguía animando a su pupilo a continuar atacando, sacando fuerzas de flaqueza. Como también es norma en nuestra escuela, procuramos mostrar el máximo respeto a los adversarios de nuestros alumnos, por lo que no señalamos nada de ellos ni de su comportamiento, como sí que hacen muchos entrenadores, a grito pelado.
La actitud titánica de Sergio tuvo al fin recompensa, cuando aún quedaba medio minuto para que finalizara el encuentro. A esas alturas quedaba claro que el rival de Sergio sólo quería que terminara ese duro duelo. Y terminó; pero antes de tiempo: con la descalificación de un rival que tuvo a alcance de la mano la victoria y metió un dedo en la bocamanga de la chaqueta de nuestro bravo yudoca.
Este encuentro es todo un ejemplo de que, incluso cuando uno cree que todo está perdido, debe seguir teniendo fe en superar cualquier adversidad. Y sería muy interesante que nuestros yudocas (especialmente los adolescentes) sacaran una lectura positiva de este relato. Además, el trabajo ahora está en saber recurrir a esas fuerzas que se encuentran en nuestro interior en situaciones en que las complicaciones parecen rebasarnos. Lo interesante de este ejemplo sería saber trasladar esta situación y saber activar los mismos mecanismos que activó Sergio, en otras circunstancias y ámbitos de la vida. Para estos chicos, muchos de los cuales tienen dificultades con sus estudios, qué interesante sería saber sacar fuerzas de flaqueza cuando creen que todo está perdido; cuando creen que repetirán curso porque les han quedado muchas asignaturas suspensas. Cuando en realidad lo que hay que hacer es atacar de frente el problema o la dificultad hasta el límite de las fuerzas, hasta encontrar una vía que ni siquiera se sospechaba que existiera. A veces la fe, la confianza ciega en uno mismo abre un horizonte insospechado, un camino que no se sabía que pudiera siquiera existir. Claro que también profesores y familiares debieran echar una mano a muchachos que acaban de dejar de ser niños en esa compleja labor de tener confianza en uno mismo. Porque precisamente los adolescentes que nos rodean suelen tener una autoestima muy baja labrada en la cantidad de veces que los adultos nos mostramos decepcionados con ellos.
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