Estamos muy orgullosos del equipo que se va construyendo alrededor de nuestro deporte, alrededor nuestro. Estamos muy satisfechos de cómo vamos haciendo grupo y de cómo se va integrando cada vez más gente a nuestra sencilla manera de interpretar el yudo, el deporte, por extensión… la vida, si se nos permite. Hay momentos en que cunde el desánimo en esto de la enseñanza y otros en que uno se anima pleno de alborozo. En los malos, por ejemplo, se te puede dar el caso de que te cruzas con un muchacho al que has estado intentando educar, al que has estado intentando inculcar algunos principios básicos de la convivencia, de la vida y, cuando estás a punto de saludarle, te retira la mirada para no tener que devolver el saludo. En esos momentos te sientes inútil, sientes que la semilla cayó en árido terreno en que no hay qué cultivar. También hay momentos en que has de reconocer que equivocas la forma que tienes de enseñar; es cuando aparece lo peor del profesor que se torna ‘humano’, fallón… se destruye el educador y aparece el ser humano limitado, grosero, lleno de faltas, como todo el mundo. Son los malos momentos.
Pero no vamos a hablar ahora de esos momentos, aunque ha sido absolutamente intencionado el empezar esta crónica por esta reflexión. Así nos ceñimos a nuestra habitual forma de encajar las victorias y las derrotas, intentando aprender de ellas (de las unas y de las otras), con humildad, tanto cuando hay victoria como cuando uno cree ‘perder’ algo. Quiero con esto decir que estamos más que contentos de tener una nueva Campeona de Madrid como Sonia Sieiro. Estamos como unas castañuelas y no vamos a limitar nuestra alegría más que para encauzarla en los límites de la prudencia. Ya hemos explicado en anterior crónica, cuando Sonia consiguió ser campeona en la Fase Zonal, que hay mucho que admirar en ella y que tiene mucho que aprender o mejorar. A Sonia, como a los grandes campeones (ella todavía no lo es) les viene de serie el coraje, la fe en sí mismos, la confianza ciega en sus posibilidades. Eso es muy difícil de inocular en un adolescente o en un niño (que no lo tenga) y muy fácil de frustrar (en el que lo tiene), sobre todo en ciertos medios educativos demasiado proclives a ‘adiestrar’ y ‘uniformar’, más que hacer aflorar las cualidades naturales de cada cual. Dicen que cuando el niño llega al medio escolar (jardín de infancia, guardería, colegio…) ve limitados cerca del 75 u 80 por ciento de sus movimientos.
Nuestro sistema de enseñanza del yudo se basa en la explicación de unos fundamentos (los de nuestro deporte y los de la filosofía que lo inspiraron) y en dejar descubrir lo concreto a los propios yudocas, mediante su propia experimentación llevada a cabo en un clima de libertad controlada. Se marcan unas directrices y de ahí se estimula al que camina por el cauce y se va corrigiendo al que no lo encuentra, sin castigos, sin reprimir, sino con estímulos. Por eso, por ejemplo, damos puntos al acabar nuestras clases. Por eso, también hacemos controles cada vez que un niño asiste a un determinado número de clases y está en disposición de ‘pasar de dan’. Estos controles siempre se aprueban, pero, a veces, hay que repetirlos hasta tener éxito. Después, al final del curso llega el momento de convalidar los ‘danes’ para pasar de cinturón. Así, también aplicamos una evaluación continua de nuestros yudocas.
Una deportista de nuestra escuela de doce años, como es el caso de Sonia Sieiro, debe tener claro cómo equilibrar su cuerpo cuando tiene dos pies de apoyo o sólo uno. Habrá trabajado los grupos de brazo y de pierna hasta la manga amarilla, que se colocan nuestros yudocas de 10 y 11 años de edad. Luego, a los doce años se colocan la manga azul y pasan a estudiar otros grupos de llaves como los grupos ‘barai’, ‘gari’ y ‘gake’. De hecho, Sonia, todavía no domina las llaves de estos grupos, en parte por la facilidad con que se maneja con otras llaves de otros grupos y, en parte, porque todo proceso de aprendizaje lleva un tiempo (de adquisición de información, de práctica, de maduración, de asimilación…). Todo esto que explicamos aquí es sólo para recordar que cuando uno de nuestros muchachos menores de edad consigue un éxito como el de Sonia lo consideramos casi anecdótico. Entendemos que no es la culminación de nada sino la consecuencia de algo. No es la culminación de un programa hecho para ganar algún campeonato en las categorías cadete o infantil (ni siquiera en la categoría juvenil), sino la consecuencia de tener probada eficacia en la ejecución de las técnicas de nuestro programa, una especial disposición para meterse en el mundillo de ‘la competición’, etc. Seguimos entendiendo que la participación de nuestros infantiles y cadetes en este tipo de encuentros que la mayoría de la gente llama ‘competiciones’ no deja de ser parte de nuestro proyecto educativo. Nos quedamos con la parte formativa que pueda tener el saltar a un tatami con un árbitro al que no se conoce, a medir conocimientos con un deportista al que tampoco se suele conocer y superando una serie de dificultades entre las que no es la menor eso que llamamos ‘los nervios’.
A estas consideraciones añadiremos que nunca hemos olvidado dónde estamos impartiendo nuestras clases de yudo: en una escuela municipal de la Delegación de Deportes del Ayuntamiento de Parla. Es decir que nuestra labor debe ser, por lógica, la de divulgar nuestro deporte entre el mayor número posible de vecinos de la localidad. No podemos caer en la ridícula tentación de tratar de ‘sacar medallas’ para no sé qué extraños fines que parecen tener otros colectivos. Tampoco podemos subdividir nuestras clases con grupúsculos de élite, como ocurre en algunos clubes privados.
Lamentamos no haber podido estar presentes en la tarde del sábado día 28 de abril en que nuestros infantiles Sonia Sieiro y Sergio Cortés participaron en el Campeonato de Madrid. Ya bastante tuvimos con acompañar al cadete Raúl Abial, lo que originó un esfuerzo de organización en nuestro grupo que se resolvió con muy buena voluntad. Como ya sabéis teníamos una actividad a la que acudieron gran parte de nuestros alumnos: la excursión a Logroño. El caso es que podemos dar poca cuenta de lo que hicieron los nuestros, pero algo podemos contaros.
Raúl tuvo entre las cuerdas a uno de los ‘gallitos’ de la categoría, tras ganar sus dos primeros encuentros (el primero con un ipón de ude-hisigui-yuyi-gatame). Iba ganando el pase a la final con un buen movimiento que se quedó en yuko aunque pareció un soberbio uasari. No importa. El caso es que en una de sus entradas, cuando iba en ventaja se dejó sorprender por un movimiento de contra-ataque. Luego, en la repesca, no pudo con sus duros rivales y se fue sin medalla, pese a haber demostrado un gran nivel en su repertorio técnico.
Sonia dio todo un recital a base de tesón y gran capacidad combativa. Ganó todos sus encuentros y se llevó el Campeonato de Madrid con más facilidad de la prevista, pese a ser muy ligera para su categoría y gozar del privilegio de ser su primer año en la categoría infantil.
Pero no vamos a hablar ahora de esos momentos, aunque ha sido absolutamente intencionado el empezar esta crónica por esta reflexión. Así nos ceñimos a nuestra habitual forma de encajar las victorias y las derrotas, intentando aprender de ellas (de las unas y de las otras), con humildad, tanto cuando hay victoria como cuando uno cree ‘perder’ algo. Quiero con esto decir que estamos más que contentos de tener una nueva Campeona de Madrid como Sonia Sieiro. Estamos como unas castañuelas y no vamos a limitar nuestra alegría más que para encauzarla en los límites de la prudencia. Ya hemos explicado en anterior crónica, cuando Sonia consiguió ser campeona en la Fase Zonal, que hay mucho que admirar en ella y que tiene mucho que aprender o mejorar. A Sonia, como a los grandes campeones (ella todavía no lo es) les viene de serie el coraje, la fe en sí mismos, la confianza ciega en sus posibilidades. Eso es muy difícil de inocular en un adolescente o en un niño (que no lo tenga) y muy fácil de frustrar (en el que lo tiene), sobre todo en ciertos medios educativos demasiado proclives a ‘adiestrar’ y ‘uniformar’, más que hacer aflorar las cualidades naturales de cada cual. Dicen que cuando el niño llega al medio escolar (jardín de infancia, guardería, colegio…) ve limitados cerca del 75 u 80 por ciento de sus movimientos.
Nuestro sistema de enseñanza del yudo se basa en la explicación de unos fundamentos (los de nuestro deporte y los de la filosofía que lo inspiraron) y en dejar descubrir lo concreto a los propios yudocas, mediante su propia experimentación llevada a cabo en un clima de libertad controlada. Se marcan unas directrices y de ahí se estimula al que camina por el cauce y se va corrigiendo al que no lo encuentra, sin castigos, sin reprimir, sino con estímulos. Por eso, por ejemplo, damos puntos al acabar nuestras clases. Por eso, también hacemos controles cada vez que un niño asiste a un determinado número de clases y está en disposición de ‘pasar de dan’. Estos controles siempre se aprueban, pero, a veces, hay que repetirlos hasta tener éxito. Después, al final del curso llega el momento de convalidar los ‘danes’ para pasar de cinturón. Así, también aplicamos una evaluación continua de nuestros yudocas.
Una deportista de nuestra escuela de doce años, como es el caso de Sonia Sieiro, debe tener claro cómo equilibrar su cuerpo cuando tiene dos pies de apoyo o sólo uno. Habrá trabajado los grupos de brazo y de pierna hasta la manga amarilla, que se colocan nuestros yudocas de 10 y 11 años de edad. Luego, a los doce años se colocan la manga azul y pasan a estudiar otros grupos de llaves como los grupos ‘barai’, ‘gari’ y ‘gake’. De hecho, Sonia, todavía no domina las llaves de estos grupos, en parte por la facilidad con que se maneja con otras llaves de otros grupos y, en parte, porque todo proceso de aprendizaje lleva un tiempo (de adquisición de información, de práctica, de maduración, de asimilación…). Todo esto que explicamos aquí es sólo para recordar que cuando uno de nuestros muchachos menores de edad consigue un éxito como el de Sonia lo consideramos casi anecdótico. Entendemos que no es la culminación de nada sino la consecuencia de algo. No es la culminación de un programa hecho para ganar algún campeonato en las categorías cadete o infantil (ni siquiera en la categoría juvenil), sino la consecuencia de tener probada eficacia en la ejecución de las técnicas de nuestro programa, una especial disposición para meterse en el mundillo de ‘la competición’, etc. Seguimos entendiendo que la participación de nuestros infantiles y cadetes en este tipo de encuentros que la mayoría de la gente llama ‘competiciones’ no deja de ser parte de nuestro proyecto educativo. Nos quedamos con la parte formativa que pueda tener el saltar a un tatami con un árbitro al que no se conoce, a medir conocimientos con un deportista al que tampoco se suele conocer y superando una serie de dificultades entre las que no es la menor eso que llamamos ‘los nervios’.
A estas consideraciones añadiremos que nunca hemos olvidado dónde estamos impartiendo nuestras clases de yudo: en una escuela municipal de la Delegación de Deportes del Ayuntamiento de Parla. Es decir que nuestra labor debe ser, por lógica, la de divulgar nuestro deporte entre el mayor número posible de vecinos de la localidad. No podemos caer en la ridícula tentación de tratar de ‘sacar medallas’ para no sé qué extraños fines que parecen tener otros colectivos. Tampoco podemos subdividir nuestras clases con grupúsculos de élite, como ocurre en algunos clubes privados.
Lamentamos no haber podido estar presentes en la tarde del sábado día 28 de abril en que nuestros infantiles Sonia Sieiro y Sergio Cortés participaron en el Campeonato de Madrid. Ya bastante tuvimos con acompañar al cadete Raúl Abial, lo que originó un esfuerzo de organización en nuestro grupo que se resolvió con muy buena voluntad. Como ya sabéis teníamos una actividad a la que acudieron gran parte de nuestros alumnos: la excursión a Logroño. El caso es que podemos dar poca cuenta de lo que hicieron los nuestros, pero algo podemos contaros.
Raúl tuvo entre las cuerdas a uno de los ‘gallitos’ de la categoría, tras ganar sus dos primeros encuentros (el primero con un ipón de ude-hisigui-yuyi-gatame). Iba ganando el pase a la final con un buen movimiento que se quedó en yuko aunque pareció un soberbio uasari. No importa. El caso es que en una de sus entradas, cuando iba en ventaja se dejó sorprender por un movimiento de contra-ataque. Luego, en la repesca, no pudo con sus duros rivales y se fue sin medalla, pese a haber demostrado un gran nivel en su repertorio técnico.
Sonia dio todo un recital a base de tesón y gran capacidad combativa. Ganó todos sus encuentros y se llevó el Campeonato de Madrid con más facilidad de la prevista, pese a ser muy ligera para su categoría y gozar del privilegio de ser su primer año en la categoría infantil.
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