20.11.16

Rafael Ortega consigue el cinturón rojo 9º Dan de yudo



Hoy quiero felicitar públicamente, desde este YUDIARIO, a mi profesor de yudo, Rafael Ortega Fernández. Hoy que ha sido reconocida una mínima parte de su titánica labor con la concesión del 9º Dan de yudo, me siento muy orgulloso de la fortuna que he tenido y espero que disfrute de estos momentos tanto como yo siento el honor de estar entre sus alumnos. Rafael Ortega fue muy duramente sancionado por la Federación Española y ese grado que hoy se le reconoce, muchos años después, no viene a hacer más que un poco de justicia. Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena… pero ya lo he soltado.



Yo empecé a practicar yudo en mi barrio, en Caño Roto, así es que no estaba en mi destino acabar en el Gimnasio Samurai. ¿Qué se le había perdido a un chaval de una barriada de Carabanchel en un gimnasio de la calle Diego León, en pleno barrio de Salamanca? Los azares de la vida me llevaron a dicho gimnasio donde conocí a Rafa cuando corría el año 1972 y yo era un zangolotino de trece años de edad. Antes tuve un primer profesor de yudo que se llamaba Antonio Recuero y que me enseñó a caer y poco más. Pero no lo debió hacer mal porque mi ilusión por el yudo quedó intacta hasta que llegué al Samurai y creció exponencialmente. Allí, al poco tiempo me llevé la sorpresa de que Rafael se mudó y a mí -que seguía siendo un chavalín- nadie me dijo nada, Bueno, sí que me lo dijeron. En el Samurai me mintieron diciendo que Rafa se había quedado en Francia, dónde se había criado, tras pasar allí el verano. Y la verdad era que le tenía a escasos 800 metros.



Durante un breve período de tiempo tuve de profesor a Rafael Hernando, en el Samurai, hasta que me encontré por la calle a Carlos Javier García Balcones que me recriminó no asistir a las clases de yudo. Yo le contesté que el único que asistía a las clases era yo y para sacarme de mi error me llevó al Banzai. Allí volví a ver a mi profesor y a compañeros que yo tenía idolatrados como Josele Campo, Alfonso de Lucas, José Juan Hernández, Teresa Campo, Fidel…



Muchos años estuve en el gimnasio Banzai entrenando, aprendiendo… ¡viviendo! Se convirtió en mi segunda casa y aún hoy, cuando acudo de visita, esporádicamente, afloran en mi multitud de sensaciones indescriptibles. Llego a dudar -lo confieso- de que todo haya sido real; me parece increíble.



Por todo ello, narro esta historia, abreviada, para agradecer a Rafa su ejemplar trayectoria y rogarle que la alargue todo lo que pueda. Lo necesitamos legión de seguidores, alumnos y amigos. Queremos que llegue a 10º Dan, por lo menos, y que se siga haciendo algo de justicia tras muchos años duros vividos, de los que ya pocos se acuerdan y a mí -que alguna noticia he tenido de ello- me ha apetecido sacar a relucir. Él seguro que no lo hará. Yo, reitero mis más efusivas felicitaciones y hago público el orgullo de ser uno de sus miles de alumnos agradecidos hasta la médula.



¡Felicidades Rafa!


NOS VEMOS EN LOS TATAMIS



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