
Fueron sensaciones encontradas las que nos asaltaron al pisar el tatami de las extintas escuelas municipales de yudo de la Concejalía de Deportes (en vías de extinción) del Excelentísimo Ayuntamiento de Parla (también estamos en vías de encontrar sus excelencias). Una niña de nueve años de edad acudió a nosotros explicando: qué de recuerdos ‘profe’. Tampoco pudimos evitar asomarnos por la ventana y recordar la visita anual de la pareja de patos, el rincón del alféizar de la ventana en que criamos (salvamos) a yuko el gorrión que no sabía volar.

Allí estaba el tatami esperando a un grupo de yudocas injustamente expulsado del mismo, para ser arrojados a un éxodo que no sabemos dónde acabará. ¿A quién le importa entre tanta excelencia? Total, estamos hablando de un centenar y medio de licencias y por tanto de votos… ¡perdón! de familias queríamos decir. Y el caso es que el calendario va descubriendo hojas y pronto llegará la de mayo. Algunos han señalado con un círculo rojo ese domingo 22 de mayo. Ojalá que cada cual recoja lo que se merece. Ya tendremos tiempo de pensar en ello, aún queda mucho tiempo y, lo mismo, hasta escuchamos algún canto de sirena más allá de que conviene chuparles la… Digo, dorarles la píldora (¿en qué estaría pensando?) A ve si ahora que pasamos de los cincuenta vamos a tener que poner rodilla a tierra cuando no lo hacemos ni a descubierto ni en sacro recinto.

Allí estaba el tatami esperando a un grupo de yudocas injustamente expulsado del mismo, para ser arrojados a un éxodo que no sabemos dónde acabará. ¿A quién le importa entre tanta excelencia? Total, estamos hablando de un centenar y medio de licencias y por tanto de votos… ¡perdón! de familias queríamos decir. Y el caso es que el calendario va descubriendo hojas y pronto llegará la de mayo. Algunos han señalado con un círculo rojo ese domingo 22 de mayo. Ojalá que cada cual recoja lo que se merece. Ya tendremos tiempo de pensar en ello, aún queda mucho tiempo y, lo mismo, hasta escuchamos algún canto de sirena más allá de que conviene chuparles la… Digo, dorarles la píldora (¿en qué estaría pensando?) A ve si ahora que pasamos de los cincuenta vamos a tener que poner rodilla a tierra cuando no lo hacemos ni a descubierto ni en sacro recinto.
El caso es que, de nuevo, los yudocas invadimos un tatami que es más nuestro que de nadie. Ahí seguía firme el marco de madera que colocaron, para que no se abrieran las colchonetas, el profesor Wladimiro y nuestro yudoca y amigo Marco A. Castellanos. Algunos dicen que teníamos que haber hecho como los malos inquilinos que arrancan hasta los rodapiés. Nosotros no somos así.

Decíamos que inundamos el tatami los yudocas porque volvimos a ser mayoría pese a que, en este caso, ni éramos ‘locales’ ni habíamos divulgado mucho el evento. En especial habíamos estado remisos a invitar a niños de corta edad porque lo mismo no podíamos haber acudido al evento y no era cosa de dejar una jauría (perdón –como estamos hoy-) a cargo de un profesor-compañero que no les conoce de nada. Nosotros no somos así.

El caso es que teníamos un compromiso de la talla de acompañar a dos de nuestros mejores deportistas a toda una Fase Sector del Campeonato de España de Yudo Senior. No era cosa de fallarles. Pero, a la postre, nos dieron los sorteos y horarios y pudimos salir corriendo –sin comer- para atender a nuestros deportistas en todos los ámbitos. Por eso, volvemos a agradecer a Leticia Rodríguez, que, para colmo, se encontraba regulín, el que se hiciera cargo de rematar la Mañana del YU sin nosotros. Lo lamentamos de verdad, porque nosotros no somos así.

Los niños.
Fue un placer volver a ver al maestro Wladi dirigiendo una clase de niños en la que fue su casa durante tantos años y donde conoció a la mayoría de los niños que participaron en esta segunda y maravillosa Mañana del YU. Estuvo simplemente espléndido, haciendo las delicias de los pequeños y con juegos complicados que consiguió explicar y transmitir de maravilla para que todos participasen pese a la gran variedad de edades de los niños participantes. La sesión se desarrolló entre sonrisas y sudores, destacando a cada poco a los niños que más esforzaban y que solían ser siempre (¡casualidad!) alumnos de otros profesores (no eran alumnos de Wladimiro los destacados, ¡vaya!).
Al acabar la sesión se recordó a los padres que todo el trabajo que habían realizado los niños había sido en suelo y sin carga alguna, para que puedan rebatir a la legión de médicos que aseguran (sin el menor rigor ni conocimiento) que el yudo es deporte de carga. Nosotros no somos así. Nuestro yudo, especialmente el que aplicamos a niños de corta edad tiene nada de carga y mucho de respetuoso con el momento evolutivo de cada alumno en cuanto a su desarrollo neurovegetativo. A los mangas naranjas, por ejemplo, apenas los levantamos del suelo. Vienen a hacer un trabajo muy similar a la natación con dos claras ventajas: no se mojan el pelo y, por tanto, no cogen resfriados al salir; y no cogen hongos al pisar sitios húmedos y sucios (en nuestros tatamis se pisa descalzo y por eso nos cabrea tanto el que pisa calzado). Nosotros no somos así.
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