22.5.20

Daltonismo (Vieja anécdota)


Hubo una etapa en que mi profesor de yudo, Rafael Ortega, juntó fuerzas y amistad con Álvaro Pastoriza y con José Luis de Frutos. Visitábamos los locales de ambos maestros. Sobre todo, por su amplitud, visitábamos el colegio del madrileño barrio de Chamberí que regentaba Álvaro Pastoriza. Era el maestro de los hermanos Gracia (Perico y Miguel Ángel), de Ramón Ayala, del Nano (José Manuel García García)…

Recuerdo que no daban la luz (seguramente por ahorrar) y nos arreglábamos con la poca luz solar que se filtraba por las ventanas. Lo cierto es que se veía poco. Celebrábamos entrenamientos los sábados y a uno de ellos acudió otro club más invitado. De esa forma estaba un tal Ramos, que había quedado, recientemente, campeón de España. Creo que había ganado a uno de mi club que, desde entonces, tenía cuentas pendientes con él. El “picado” de mi club era Fidel y se caracterizaba por tener la vista algo alterada; entre otras cosas era daltónico.

Era mayor que yo y por entonces les teníamos mucho respeto a nuestros mayores. Yo para él era un “kojai” según la nomenclatura japonesa. Le debía respeto a mi sempai (Fidel lo era por tener ya el cinturón negro y por ser mayor – también le guardo muchísimo cariño -). Yo venía a ser un simple meritorio.

En el entrenamiento había un chaval de mi edad, Blas, que se daba un aire, en lo físico, al tal Ramos. Se parecían.

Ramos fue conminado a permanecer haciendo randori (luchas) con cuantos quisieran. Fidel me dijo que le llevase ante él en la siguiente ocasión. Me lo dijo con gesto serio y mirándome a la cara. Quería restañar viejas heridas, sobre todo quería resarcir su orgullo herido -supongo -.

De ese modo me aproximé a Ramos y le dije que mi amigo quería luchar con él, al siguiente randori. El muchacho se excusó diciendo que ya estaba comprometido. Me entró el pánico (teníamos algo más que respeto; rectifico).

En ese momento se cruzó conmigo Blas, que era un chico del montón (y más joven como queda dicho). Le dije que mi amigo Fidel quería luchar con él al siguiente randori. Se extrañó mucho, pero aceptó como buen yudoca.

Llegó el momento y llevé a Fidel - casi de la mano - ante el asombrado Blas. Le dio una soberana paliza con insultante facilidad. Al acabar le oí mascullar: “¡Vaya mierda…! ¿y ese tío es Campeón de España?”

El joven Blas se llevó un fuerte correctivo sin saber lo que pasaba, yo me libre de desairar al sempai Fidel y él seguramente soltó parte de sus resquemores. No sé si a partir de entonces cogió confianza y ganó a Blas. Lo que sé es que se veía poco y yo me salvé de males mayores. Jamás, hasta hoy, dije nada de nada a nadie.

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