3.5.20

La humanidad


En estos días es fácil acordarse de ciertas cosas. Me han dicho que el maestro José Luis de Frutos decía que había que tocar a los niños, dirigirse a ellos, hablarles en un vis a vis… al menos una vez en cada clase.

Más cerca mi profesor Rafael Ortega recuerda el valor de los aplausos. Dice que al niño le gustan porque son un reconocimiento y no deja de ser una forma baratísima de hacerlo.

Hoy día estamos a falta de que nos toquen. También el aplauso cobra protagonismo; es un momento, en cada jornada, que supone todo un jalón. Es un acto sencillo y por tanto, no vale nada (se podría decir). Es decir, que no se puede pagar con dinero (para ser más precisos). Pero quien lo recibe tampoco tiene dinero con qué pagarlo, no se necesita porque no se cuantifica. ¡Vaya ya salió el dinero! Igual algunos preferirían algo más del vil metal y menos aplausos. En todo caso creo que son cosas distintas y que la una no excluye a la otra.

Nosotros, en nuestras clases de yudo, tenemos la costumbre de aplaudir a aquel niño que se ha destacado por algo. Solemos pedir en aplauso por él y en cuanto va a sonar el segundo insistimos en que sólo uno (un aplauso). Es una broma, obviamente, pero también es una forma de llamar a la humildad; pedimos un aplauso (sólo uno) para todos igual (cuando de lo ganan).

El caso es que hemos venido a dar con dos gestos que no cuestan dinero (no hay dinero para pagarlos) como el abrazo y el aplauso. Y que hoy, más que nunca, descubrimos son de gran importancia.

Por todo esto, hoy mi humilde reflexión va hacia lo que llamamos la humanidad. Hablo de ese sentimiento que se puede esconder en una mirada, que a veces se agazapa en una sonrisa, que se puede transmitir en un abrazo o contagiar en un aplauso. Decía el genial Coll algo así como que “la boca era ese órgano sexual que algunos idiotas utilizan para hablar”.

Yo me he acordado de la frase: “Díjole el suspiro a la lengua, échate a buscar palabras, que digan lo que yo digo”.

No es que esté todo dicho, al menos no en este escrito. A veces nos falta la palabra adecuada, a veces basta con un gracias. Expresar la gratitud con alguna palabra puede transmitir tanta humanidad como un abrazo o un aplauso. Y no es excluyente. No por dar las gracias se ha de renunciar a dar un abrazo o dedicar un aplauso.

El que recibe la gratitud puede a su vez mostrarse agradecido. Se suele hacer lo contrario; se suele decir que “de nada”. No sería mejor, en lugar de no dar importancia (con ese “de nada”) mostrar la importancia que la cuestión que ha movido al agradecimiento sí que tiene. Que se ha hecho precisamente para eso (para mostrar el lado humano que todos tenemos).

Durante estos días de confinamiento me había prometido publicar algún escrito corto cada día. Y así lo he hecho. Aunque se ve a intentar prorrogar el estado de alarma también es cierto que se inician las fases de lo que se ha conocido como desconfinamiento. Por esa razón y, sobre todo, porque noto que me empiezan a abandonar las musas, seguiré escribiendo pero sin ningún tipo de atadura en cuanto a cuándo publicar. Lo mismo lo hago cada día (no creo) o cada varios días. Dependerá de que tenga algo que contar. Gracias por haberme acompañado hasta aquí. Os recuerdo que tengo un blog propio (el wladiario) y otro del club, que va por más de 250.000 visitas (el yudiario). También he publicado un libro de relatos, cuentos y cosas (que creo que ya está descatalogado en Lula – Internet -) y una novela, “50 días, 100 viajes” (https://www.bubok.es/libros/22339/50-dias-100-viajes). De pequeño quedé segundo (en un concurso de Naturaleza) y hace algunos años quedé en el mismo lugar en otro de viajes del ayuntamiento de Parla.

Además, tengo algún escrito por ahí que ya veremos cuando publico. Gracias de nuevo.

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