16.11.09

Open Internacional de Katas de Yudo de la CAM

Lo primero que se me viene a la cabeza, tras haber participado en el ‘Open Internacional de Katas de la Comunidad de Madrid’ es que una cura de humildad nunca viene mal. Aunque se la lleve un tío humilde como quien esto suscribe, nunca viene mal una ‘curita’ de humildad; que el pecado de la soberbia asola por doquier y uno no está exento de abrigarse, en un momento dado de despiste, con la siempre útil y gratificante altivez o su prima la arrogancia.

Seguramente volveremos más adelante a ellas y a la petulancia, a la desfachatez, a la altanería y a las otras muchas primas que le salen a la extendida soberbia.

Desde hace mucho tiempo me vienen llegando señales y avisos. No me gustan las katas porque son herméticas y dejan poco margen a la libertad, a la interpretación a la imaginación, a la impronta personal. A mí me gusta la libertad casi tanto como los huevos fritos, el aire fresco del amanecer y dejar que el sueño se apodere de mi cuando habla un político en la televisión. Soy un fiel amante de la libertad ahora que la gente empieza a no amarla tanto (tendrán demasiada –digo yo-).


Lo que no me gusta nada es cuando se juzga la ejecución de las katas, cuando se juzga lo bien o lo mal que alguien hace una técnica de yudo, porque cada vez me llevo más chascos de los que quisiera salir pronto. En la competición, la verdad no se esconde en el artificio, la artimaña o la capacidad dramática. Si le tiras al adversario, importa poco que la plasticidad sea evidente o que el movimiento sea tosco. Luego están los grandes campeones, los campeones rocosos, los yudocas elegantes, etc. Para eso debería de haber más árbitros-yudocas en el estamento que regula el Reglamento de Competición. Pero no vamos por ahí.


No me gusta salir de un encuentro de grandes yudocas con la sensación de que gente a la que tenía en una alta estima están incapacitados a la hora de valorar el buen yudo (el único que yo reconozco como tal) y en cambio se dejan impresionar por la artimaña, la exageración, el fingimiento, la teatralidad, la pantomima… Hablo de los jueces.

En algunos momentos, participando en el ‘Open’ de Katas pensé que el yudo empieza a parecerse al fútbol donde los jugadores, constantemente intentan engañar al árbitro para sacar beneficio en el resultado de la competición. Me pareció ver a yudocas que quedaban en desequilibrio como por arte de magia, que se rendían ante una ligera presión en el antebrazo, que salían por los aires lanzados por extrañas fuerzas que no acierto a comprender después de tantos años de yudo. Creo que voy a volver a empezar por el cinturón amarillo. Es lo que me merezco por romántico, por soñador… por gilipollas.


Hablando de cinturón amarillo. Creo que o-soto-gari está en el gokio para cinturón amarillo. Hablo de que se trata de una técnica de yudo que la gran mayoría de los profesores de yudo incluye entre las llaves que debe de saber hacer un cinturón amarillo. A mi me parece una llave de yudo harto difícil para un principiante, tanto más cuanto se trate de un niño. Por eso no la enseño a los cinturones blancos de corta edad. Pero esa es otra cuestión. En el Open de Katas todos los participantes eran cinturones negros. Algunos eran, además, altos grados. Con ello presumimos que saben, de sobra, realizar osotogari. También sabrán, como lo sé yo, que significa gran siega exterior y que esta siega se realiza con la pierna. Pues bien… ¿que me expliquen a mí cómo son capaces de segar con las dos piernas en el suelo? Debemos de ser los únicos que se dieron cuenta de este detalle y recuerdo que en el primer ataque de palo (en la Kodokan Gosin-yitsu no kata), en el furi-ague, tori replica al ataque de uke con un osotogari.


Yo ya me temía algo de todo esto que empiezo a insinuar cuando tomé la decisión de participar en una competición de katas (y bien que me costó). Me tomé años en decidirme a participar en un torneo de katas. Creo que cuando hay un nivel alto de ejecución de movimientos ordenados, como se supone que hacen los experimentados cinturones negros con las katas, los jueces sienten una enorme tentación por dirimir los vencedores en los detalles insignificantes (los centímetros de distancias, por ejemplo) y no en lo esencial (la calidad de los movimientos, por ejemplo). Por ese motivo no acababa de decidirme a tomar parte en algo en lo que me parecía que iba a haber mucho paripé y poca satisfacción como yudoca.

Ahora creo que puedo hablar de otro modo. De momento, al tomar la decisión creo que he dado un paso al frente desterrando sospechas de otra índole. Creo que por algún rincón de mi existencia siempre anda agazapada la pereza para saltarme encima y dormirme con se letal beso anestésico. En esta ocasión, al menos, seguirá agazapada buscando mejor oportunidad ¡que se joda!


También creo que para criticar algo hay que meterse en ello y conocerlo desde dentro. Claro que también corro el riesgo que corrí cuando me metí de lleno en el mundo del arbitraje (otro sub-mundo que vive del yudo y camina en paralelo a él… jamás se encontrarán; y menos con los comelones rebaña-platos que se meten en él). Hace unos años, cuando iba a los campeonatos uniformado de chaqueta azul, pantalón gris y calcetines negros empecé a decir: cuanto mejor arbitro me consideran, peor yudoca me siento. Empecé a notar que perdía la sensibilidad del que ha pisado el tatami sin calcetines. No fue grave. No debí de acabar de perderla jamás porque también en ese mundillo me llevé una excelente cura de humildad de la que salí casi jodido pero contento; volví a ser yudoca. Digo que casi salgo jodido porque quisieron darme por el bul unos cuantos chicos bien afeitados a los que nunca caí bien. Son cosas de la libertad de la que antes hablé. Cuando llegó el momento de consagrarme en la secta del políglota revienta hoteles me pasaron una factura que tenían pendiente. Ni siquiera era mía y tardaron años en cobrarla, pero todo lo que no tienen en el saco escrotal les rebosa en paciencia y mala leche. No hay nada como darle una cuota de poder a un mindundi para que se acerque al climax cada vez que lo ejerce en abuso de su cargo. Ya se sabe lo dejarle la gorrita al tonto.



Volvamos al apasionante mundillo de las katas.


Hace tiempo descubrí que este Yudiario lo leen algunas personas que me quieren (pocas) y muchas a las que produzco el sentimiento contrario (muchísimas). No es que me sienta una persona poco querida; todo lo contrario. Lo que pasa es que tengo esta herramienta para conocer algunos de los sarpullidos que levantan mis cometarios y opiniones. Confieso que llego a disfrutar con ello. Esa es una de las claves de que le siga dedicando tiempo a este vehículo de comunicación.


En los análisis que realizamos del Yudiario observamos que no es Parla la población en que más lectores tenemos. Eso quiere decir que mis alumnos (la gran mayoría de ellos residentes en Parla) pasan olímpicamente de la mayor parte de las cosas que traemos a este espacio. La incoherente es que nació para ellos; pensando en ellos. Son las paradojas que se va uno encontrando en esta vida.

Con este comentario, quiero subrayar que me hago una idea de que de los cien lectores que preveo tenga esta crónica, tú que has llegado hasta aquí eres uno de esos que se considera poco afín a mi persona (por decirlo de una manera suave). Seas del tipo de lector que seas, te felicito por haber llegado hasta aquí y voy a pasar a tratar de ser un poco más constructivo a partir de ahora. Creo que te lo has ganado.


Me da la impresión que la Federación Madrileña hace un gran esfuerzo por promocionar las katas. Sus motivos tendrá y no hace falta ser un hacha para vislumbrar la mayoría de ellos. Una vez que he dicho esto añado que, tal vez le vendría bien a la Federación que este tipo de eventos se promocione para que, cada vez, haya más seguidores. Hablo de participantes y de espectadores en las gradas.


En las gradas no estaban ni las novias de los participantes. Yo se de dos abnegadas mujeres a las que costará volver a llevar a la grada de un certamen de este tipo…. ¡menudo coñazo!

Se me ocurre que hay cosas simples que harían al espectador sentirse más próximo al seguimiento del campeonato. Por ejemplo, creo que si tras cada kata o, mejor, tras cada grupo (incluso tras cada movimiento) se levantar a una puntuación, habría una especie de interacción entre público y organización. Siquiera se oirían aplausos al ver una puntuación alta. ¡Ah! Se me escapaba una cuestión. Igual lo que se pretende es que e juez pueda seguir teniendo la impunidad del anonimato. No se sabe lo que puntúan y a quién. Entonces, nos permitirán volviendo al principio, que nos llevemos un chasco al ver la incapacidad de los que creíamos grandes yudocas a la hora de juzgar el yudo y no la kata. No sé si me explico. Voy a tratar de precisarlo mejor.


Durante el transcurso de la competición fuimos aprendiendo las reglas del juego; unas reglas, que por cierto, ni a mi amigo Rodolfo ni a mi nos interesaban demasiado. No sabíamos lo que se valoraba ni cómo se puntuaba. El colmo de nuestra lejanía con la parafernalia fue que nos enteramos in situ, de que nuestro palo era más corto que el de los demás. Todo un símbolo en un país algo machista y cargado de símbolos fálicos por doquier. Bromas aparte, este detalle denota que nuestro interés era el de saltar al tatami de nuevo, el de tratar de demostrar una manera de interpretar el yudo, el de saber si seríamos capaces de retomar viejas sensaciones de nuestro paso por el mundillo de la competición. Todo eso fue positivo. Además, íbamos los primeros en la clasificación… ¡ventajas de salir los primeros! Y seguimos los primeros hasta que salió la tercera pareja a la que ni vimos realizar su ejercicio. Fue una pena, pues a la postre resultarían los campeones. Al ver la puntuación llegó el primer momento de reflexión; habíamos sacado casi 13 puntos a los compañeros que salieron tras nosotros a ejecutar la kata, pero los siguientes (los que quedaron campeones) nos habían sacado más de 16.

Empezamos a sospechar que esa sería nuestra posición final en el medio de la tabla, pero la ilusión –dicen- es lo último que se pierde.


Sólo hizo falta que salieran tres parejas más para que viéramos que no había opción alguna a subir al podio. A partir de ese momento empezamos a entrar en otra cuestión. Empezamos a tratar de valorar la tarea de los compañeros. Intentamos ser muy objetivos y reconocer nuestros errores (que los hubo, por supuesto) y los aciertos de los demás, así como los posibles fallos. Fue entonces cuando acabamos de chafarnos la tarde. No entendíamos nada. Llegamos a pensar que la distancia recorrida en legar al lugar del campeonato daba algunos puntos más, pero comprobamos que no era así cuando la pareja de Mallorca era puesta en la picota después de haber realizado, a nuestro juicio uno de las mejores ejecuciones de la Kodokán Gosin-yitsu-no-kata. Luego, volvió a apoderarse de nosotros el pequeño enanito (le solemos llamar ‘ego’) que a todos nos persigue. Juzgamos como bastante deficitarios algunos ejercicios de compañeros que nos superaron ampliamente en nota. Pero tampoco encajaban nuestros juicios en la clasificación general.

Con todo esto que digo no habría más remedio que reconocer que no tengo criterio para valorar las katas. Pero, por otro lado, tengo que decir que conozco desde hace años la Kodokan Gosin-yitsu-no-kata. Me examiné de sexto dan en el mes de julio de 2006 y me felicitaron, precisamente, algunos de los que en el Open actuaron como jueces. Precisamente ese fue el primer momento en que me enviaron una señal. Algunos de los que en el Open oficiaron de jueces me animaron a inscribirme en el Campeonato de Madrid de katas. He tardado más de tres años en decidirme a tomar parte en un campeonato de katas y siguen sin gustarme. Pero, además, tengo que confesar que en mi casa tengo un diploma que me califica como Juez Nacional de Katas. Pese a todo, sigo sintiendo (lo digo honestamente) que no soy capaz de aplicar parecidos criterios de valoración a los que emplearon los jueces del Open de Katas. Bien es cierto que no estuve pendiente de toda la competición, pero gilipollas del todo no somos (aunque a veces no nos importe pasar por tales). Notamos que la zona sur de Madrid tiene mucho peso en esto de las katas. Pero no creemos que sea por un motivo climatológico o territorial. Además, de la zona sur es nuestro club. Debe de ser otra cosa.


Algunos de los participantes hablaban de que “el año pasado…”, “en el Campeonato de España de hace dos años…” ¡Meses, años!


Uno piensa si esto de las katas, antes de conseguir echar a rodar no se ha convertido ya en un coto. Son pocos pero llevan en el ajo años. Como en la canción de los Celtas Cortos: ‘ahora mando yo, mañana tú’. Nos recuerda, un poco, al yu-yitsu; son cuatro, todos se conocen y se llevan así, así. Pero en cuanto aparece le invade la sensación de que todos le miran cómo preguntándose “¿y este qué hace aquí?” Y, claro, uno piensa enseguida: “éstos lo que no quieren es que les toquen los… inventos”.


Me he acordado mucho en todo este asunto del fugaz paso por el mundo de las katas de dos yudocas a los que, tras haber ganado muchas ‘cositas’ acabaron convenciendo para que tomaran parte en el Campeonato de Madrid de katas. Ya eran, ambos, Campeones de España de… ¡verdad! Participaron precisamente con el Kodokan Gosin-yitsu y… nunca más se supo de ellos. A mi juicio lo hacían muy bien y yudo tenían a raudales. No ganaron. Ya entonces sospeché que no se juzgaba el yudo de los judansas. Aquellos dos yudocas que no volvieron a tomar parte en competiciones de katas eran Ernesto Pérez y Carlos Amores. Igual suenan esos nombres.


Recordó Rodolfo una frase de un amigo suyo que viene al pelo: “si me mido no soy nadie, si me comparo soy la hostia”. Algo de eso hay.


En el Open Internacional de katas vi gente paseando con arrogancia como si hubieran inventado algo. Claro que al saltar al tatami no había un rival esperando a medir esa templanza y esa arrogancia. Escuché veladas quejas y lamentos, excusas y pretextos. Claro que nadie se hubo de medir a rival alguno de esos que te retratan cuando quieres lanzar una llave y no desequilibras. Me gusta el yudo porque destierra las excusas. Si en un campeonato no ganas es que pierdes; no hay más. Si pierdes es que te han ganado y lo ha hecho un rival que ha podido contigo. Punto.

En este mundillo al que acabo de llegar de los campeonatos de katas resulta que puedes ganar y perder intercambiando ambos roles con bastante elasticidad. Es verdad que la copa de campeón se la dan al primero de la clasificación, pero pasa como tras un referéndum: todos ganan. Unos ganan porque se llevan copa. Otros ganan porque sólo han podido ensayar un mes; otros porque ya no tienen tantos puntos de diferencia y es en relación a los que siempre ganan (y ya se sabe por qué).


Rodolfo y yo no hemos ganado nada. Hasta ahí podíamos llegar tras haber quedado séptimos. Tampoco tenemos excusas, ni paliativos (tan idiotas no somos). Aunque tuviéramos excusas, ya hemos arrastrado mucho los güevos por los tatamis de España como para contarlas. Pero tenemos otra cosa que también crece cuando has peleado con rivales de la talla de los que no pudimos vencer (y aún de los que en ocasiones sí pudimos vencer). A eso nos vamos a agarrar si decidimos volver a este mundillo de maestros de kabuki.


Para ir concluyendo diremos que Rodolfo Cruz me acabó convenciendo de tomar parte en una competición de katas en la que tras 40 años de yudoca jamás había tomado participado. Si me convención una vez puede que me convenza otra. Además, hemos quedado séptimos entre 11 parejas a concurso de las que sólo aparecieron 10. No es para estar orgullosos así es que no lo estamos. Más bien estamos muy cabreados. Decidamos lo que decidamos, no volverá a pasar (ni lo del cabreo, ni lo del puesto).


A modo de resumen vamos a valorar lo que nos gustó y lo que no nos gustó tanto.



Cosas que nos gustaron mucho


  • Saltar al tatami a hacer una demostración de yudo. Nos encanta practicar yudo.

  • Tener la oportunidad de ser juzgados por grandes maestros al realizar movimientos de yudo

  • Que acudieran a la grada nuestros amigos a vernos actuar

  • El haber encontrado un objetivo para tratar de avanzar en el Do

  • La sensación de cosquilleo al momento de ir a comenzar el ejercicio

  • El estado de concentración de los momentos previos al campeonato



Cosas que nos gustaron poco


  • El sistema de puntuación que no acabamos de entender en ningún momento

  • El gélido ambiente de las gradas

  • La duración del campeonato (igual hacen falta más tatamis y más jueces)

  • El silencio en el vestuario que tuvimos que romper con una broma

  • El comentario de un participante que aseguraba que el participar en este tipo de campeonatos tiene el mismo mérito que el hacerlo en ‘shiai’.

  • Pocas muestras de reconocimiento a la labor de los compañeros y demasiadas quejas, lamentos y excusas.

  • Poca transparencia en las puntuaciones al ser anónimas y opacas las valoraciones de los jueces (la mujer del césar tiene que ser honrada y, además, parecerlo)

  • Que no haya habido dos categorías (veteranos y aficionados) como se había anunciado en un principio

  • Que se propusiera una forma determinada de salir a competir (¿no está ya bastante codificada la kata para que además se intente regularizar la entrada al tatami también?)

  • La escasísima presencia de mujeres en este ‘Open’

  • Constatar que progresar en el mundillo de las katas (mejorar en la clasificación) no es mejorar como yudoca sino ser más pijotero en las cosas sin importancia

  • Comprobar que algunos maestros a los que admiro (no sé cuáles porque las notas son anónimas) acaban dando más valor a las cosas sin demasiada importancia que a las que lo tienen en yudo

2 comentarios:

  1. Leticia Rodríguez17/11/09, 0:22

    Totalmente de acuerdo contigo en lo referente a las puntuaciones. Lo cierto es que yo me quedé un poco "pillada". Acostumbrada a que en Jiu Jitsu vemos la nota al terminar cada grupo y eso te da la posibilidad de intentar hacerlo mejor en la siguiente serie, el hecho de no saber nada en el Open me dejó un poco perdida. También es cierto que el ambiente que había en el pabellón no parecía, ni por asomo, el de una competición, más bien, parecía que allí estaba sucediendo algo malo...

    Por otra parte, os felicito por vuestra actuación y por vuestro valor y ganas de seguir avanzando en vuestro camino por el Judo.

    Un saludo!!

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  2. Enhorabuena por vuestro séptimo puesto. Siempre es agradable ver a conocidos participando en este tipo de cosas... Nuestro reconocimiento y nuestro saludo.

    Hay una noticia en el blog de silver, de este acontecimiento y me he tomado la libertad de nombraros. Y poner una foto porque en fmjudo no salís, o no os he visto yo....

    un saludo
    SILVER

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