Como últimamente se me afila la pluma, parece que pincha (¡de nuevo!). Y eso que el alma me va cándida y limpia al juzgar a amigos y hasta a los que quizás no lo sean tanto. Cosas que pasan.
Voy a intentar escribir con brocha gorda para no pinchar más, a riesgo de perfilar menos mis comentarios. Siempre quedará el color (al menos el tono).
Concluida la semana de concentración de infantiles y cadetes hacemos un balance muy positivo del proyecto y de todos cuantos se han inmerso en él (en mayor o menor medida). Felicitamos a la Federación Madrileña de Yudo por la organización y dirección y a los responsables por su desarrollo y esfuerzo para con nuestros jóvenes (complicado colectivo, por cierto). También felicitamos a nuestros deportistas que han participado en todas o alguna de las sesiones de entrenamiento.
Hemos expresado aquí nuestra opinión sobre lo que nos parece adecuado enseñar o dejar de enseñar (‘mostrar’ es uno de los sinónimos de ‘enseñar’) a yudocas jóvenes. En esta convocatoria se permitía la participación de niños y niñas nacidos en 1998. Por poner un ejemplo, de nuestra asociación (AYUDAS) acudió Marina Cabrero –todas las mañanas- y aún no ha cumplido los 11 años. Pero no sabíamos que expresar en público una opinión supusiera que algunos sintieran menospreciada su magnífica labor, su arduo esfuerzo y su profesionalidad (cosa que siempre hemos reconocido y nunca hemos intentado sombrear).
Pero no nos cuesta nada insistir para aclarar algunas cosas. Todo lo contrario; es un placer dar respuesta a quienes nos la piden, siempre en el ánimo de que la palabra acerca a los seres humanos. Y no dejaremos de apostar por la palabra. Allá van unas cuantas más.
Procuramos ser coherentes y cuando criticamos (ojo, que criticar no es sinónimo de denostar o zaherir) lo hacemos con mejor o peor fortuna. Pero no lo hacemos para socavar la imagen o el prestigio de nadie (y menos si no nos atacan y, aún menos, cuando se trata de amigos). El caso es que no hemos puesto en duda ni el sentido ni la oportunidad de la concentración a la que hacemos mención; tampoco nos hemos metido con la planificación ni con el programa (técnico o cualquier otro). Tan es así que hemos aconsejado a todos nuestros alumnos infantiles y cadetes, que acudiesen a la cita y muchos lo han hecho. Seis de nuestros yudocas (infantiles, cadetes y alevín de último año) han acudido a alguna de las sesiones llevadas a cabo a lo largo de esta semana que ahora concluye. ¿Es eso mostrarse en contra? De estos seis muchachos todos debieron desplazarse en tren y Metro, desde Parla hasta el CSD y regresar del mismo modo, empleando cerca de tres horas diarias en transportes. El caso de Itziar es especial pues comía en veinte minutos para regresar por la tarde, con lo que doblaba el teimpo empleado en transporte público.
No estamos contando penas sino dando datos de cómo hemos respaldado, como grupo, la iniciativa.
Por cierto que los yudocas de AYUDAS han ido en transporte público por la imposibilidad de sus padres y del profesor Wladimiro Martín de llevarlos en coche y por ningún otro motivo. Esa es otra de las razones de no haber visto al profesor Wladimiro con sus alumnos, como suele hacer siempre que puede.
Si hemos ofendido a alguien explicando que nos parece inadecuado que un yudoca de doce años se tire al suelo para hacer morote-seoe-otosi… pues bien que lo lamentamos; pero es nuestra opinión (no la saquen de contexto). Y no por ello colijan del comentario que faltamos al respeto a nada, ni a nadie (no nos falten Uds. a nuestra inteligencia, por favor).
Los hermanos Ramírez son dos grandes campeones y dos fenomenales yudocas en los que nuestros muchachos tienen un gran modelo a seguir. Es un lujo contar con ellos en un entrenamiento para niños¡, para adultos y para quien sea. Además, sacrificaron su tiempo en insuflar a nuestros jóvenes yudocas de energía positiva y ganas de seguir entrenado y de formarse como yudocas. ¿Quién ha dicho lo contrario?
El equipo que dirige la sección madrileña de infantiles y cadetes está compuesta por ejemplares y capacitados profesionales del yudo. Pero no es eso lo que más valoramos de ellos, sino su calidad humana que está por encima de cualquier otra consideración. Tampoco se ha dicho nada en sentido contrario en momento alguno. Pero es que además, creíamos estar unidos a todos o la mayoría de quienes integran el fenomenal equipo del que hablamos por lazos de algo más que camaradería. Por este motivo, también a nosotros nos ha dolido un poco (sólo un poco) tanta susceptibilidad, que ignoramos de donde vendrá y esperamos estar absolutamente ajenos a su origen.
Concluiremos rogando un poco de tolerancia y ofreciendo volver a escribir en adelante, más con brocha que con afilada punta de lápiz. Pero tampoco exageremos, por favor. Nos gusta la palabra y, sobre todo, lo mucho de positivo que con ella se puede hacer. No intenten siempre sacar lo poquito que haya de mala leche (que ya nos presumen siempre tener). Hasta cuando deslizamos un comentario se nos intenta dar un sentido oculto que nunca hemos buscado.
Esto me recuerda un comentario surgido en un debate entre críticos y estudiantes de cinematografía al analizar una película de Buñuel. Al parecer se entabló una larga discusión sobre el valor que tenía en una escena la aparición en una mesa de comensales de un cocido que se disponían a comer. Surgieron multitud de interpretaciones de todo tipo. Al poco tiempo se le preguntó a Luis Buñuel por el sentido y la oportunidad de que apareciese el cocido en su película. El genial director explicó que en el bar de al lado, el más próximo al lugar en el que estaban rodando, no tenían otra cosa en aquel momento en que les hacía falta llenar los platos con alguna comida.
Pues eso, que pedimos perdón por haber puesto cocido a la mesa.
NOTA: A veces vamos tan ligeros que se nos olvidan las buenas maneras. Hemos tomado las fotos de esta crónica y de la anterior, de la página de la Federación Madrileña de Yudo (cosa que habíamos comentado sólo de pasada). Pedimos disculpas y agradecemos el servicio que se nos brinda de manera tan eficaz y generosa.
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