2.2.07

Compartimos entrenamiento con los niños karatecas


Ayer jueves se produjo la ausencia del profesor de karate de las escuelas municipales de Parla. Estaba de mudanza y nos pidieron que nos ocupáramos de sus alumnos. No en vano sólo nos separa una mampara cuando impartimos nuestras clases a las mismas horas y a niños de similares edades. Así es que lo hicimos de mil amores y más viendo a los niños tan magníficos que acudieron a nuestras clases.

Sabíamos que tenía muchos niños el profesor de karate, casi tantos como hay en yudo. Lo que no sabíamos era que se les había ofrecido a todos los niños de Parla que quisieran practicar karate que lo hicieran de forma gratuita durante todo el mes de enero. Nunca tuvimos una campaña así en yudo y bien que nos costó levantar nuestras clases. Ahora podemos sacar pecho al decir que empezamos con apenas una veintena de alumnos y estamos en 84, sólo en las escuelas municipales de yudo. En cuatro cursos hemos cuadruplicado y hemos formado tres cinturones negros, así como conseguido que nuestros equipos ganen varias medallas en los campeonatos de Madrid. En fin, otro caso más de agravio comparativo, cuando el karate no deja de ser una especialidad de pugilato nada recomendable para la formación de los niños -en nuestra humilde opinión-, que ni siquiera es deporte olímpico, ni tampoco en Japón (de donde es originario) deja de ser una especialidad minoritaria.



Dos karatekas haciendo randori en suelo

Otros dos karatekas disfrutando con el randori en suelo


El caso es que los niños, son niños. Aunque sus padres les apunten a karate y crean, con ello, que hacen lo mejor por sus retoños, los niños no dejan de ser magníficos seres de una asombrosa capacidad plástica. Por eso, tenemos que decir que pasamos una jornada maravillosa compartiendo nuestra clase de yudo con los karatekas. Fue enriquecedor, pues nuestros yudocas no sabían nada del encuentro y se mostraron muy receptivos a la idea. Estuvieron magistrales, aplicando el principio del mutuo beneficio. Pese a ser, algunos de ellos, de muy corta edad, se postularon como guías o pequeños monitores ante sus nuevos y temporales compañeros. Entre tanto, los karatekas asistieron impresionados a las particularidades de nuestrasclases. Aprendieron a contar en japonés, hicieron el famoso salto del tigre que consiste en saltar por encima del profesor (que se tumba boca arriba) y hacer una increíble pirueta (que el profesor ayuda a finalizar)… También se llevaron puntos, les dieron un aplauso (sólo uno, que si no se ponen nerviosos) a quienes lo merecieron y sudaron sus karateguis como auténticos yudocas. En fin, sabemos que ahora que han conocido el yudo, estos karatecas no olvidarán lo bonito que es el yudo y, pese a todo, lo diferente que es al karate.

Yudocas y karatecas del segundo grupo posan juntos

En estos tiempos que corren, algunos se asustan del rebrote de la violencia en nuestra sociedad. Existe el acoso escolar o ‘bulling’, existe la violencia machista o de género, que a cada poco se cobra una nueva vida de alguna mujer. Existe la violencia de las bandas juveniles, existe el renacer de grupos neonatos y existen manifestaciones racistas y xenófobas en el marco de algunos deportes (fútbol, baloncesto…) Existe la violencia en el aula en la que alumnos son capaces de golpear a sus profesores y lo graban en sus teléfono móviles. Existen pandillas que dan palizas a mendigos, policías que se extralimitan en sus funciones, jefes que acosan a sus empleados…

Existe el karate...

Al acabar, todos jugaron al "water-polo seco"

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