Lo único malo
En el platillo de lo negativo nos hace mucho contrapeso el percance sufrido por Carlos Muñoz, nuestro ‘ligerito’ peso pesado (se las vio con rivales de mucho más peso). Acabó pagando su esfuerzo con una pequeña lesión cuyo alcance aún desconocemos, pero que esperamos en estos momentos en que escribimos estas líneas, se quede en poca cosa. Al salir del Pabellón, apenas podía mover la muñeca.
Somos de los que solemos decir que todo ha ido bien cuando volvemos todos como llegamos, es decir, ‘enteros’. Esta vez no ha sido así, de ahí nuestro disgusto. Pero ya decimos que el percance de Carlos parece que no va a ir a mayores. Así lo deseamos.
Todos, unos jabatos
Es difícil convencer a un muchacho de que lo ha hecho bien cuando su rival le ha conseguido levantar por los aires un par de veces y ha acabado ganándole. En esta sociedad todo se cuantifica, califica, recalifica, ‘tarifica’, magnifica…
Decíamos que es difícil explicar que lo que hace un deportista es de excelente calidad si no cuenta con el respaldo de un éxito tangible (en el marcador, en la calificación final). Sin embargo es hora de pedir un poco de fe o confianza en la opinión de los profesores. En este caso, Javier Linger y Wladimiro han hablado de la labor de sus pupilos y coinciden en que mostraron muy buenas maneras, hicieron lo que se esperaba de ellos (técnica y tácticamente) y estuvieron incluso por encima de lo que se pretendía que hicieran en cuanto a su entrega y combatividad. ¡¿Qué más se puede pedir!?
Yudo de calidad
Cuando Wladimiro y Linger decidieron unir fuerzas presentando un equipo vieron grandes posibilidades en el proyecto. Se habló de que los muchachos se conocieran mejor, de que se dieran cuenta de lo mucho que se parece el yudo que aprenden pese a entrenar en lugares distantes con profesores diferentes, de las posibilidad de tener un equipo para poder acudir a las convocatorias sin obligar a nadie o que alguien pudiera sentirse obligado… Pero nunca, se habló de que al juntar fuerzas se fuera a sumar medio punto más siquiera. Nuestros objetivos siguen estando muy distantes de la ecuación fatídica: ganar-perder. Gracias a eso, casi siempre ganamos (a pesar de que nuestros rivales se van con la sensación de habernos derrotado –mejor para ellos-).
El mundo de la competición es muy duro y pasajero (como todo en esta vida; pero mucho más). Por eso, lo que brindamos a nuestros deportistas es la oportunidad de participar en un evento que les aporta a su formación, que les forja el carácter, que les mantiene interesados en sus entrenamientos, que les hace ver cómo crecen como yudocas y, por tanto, como personas. Si además ganan… ¡debe de ser la leche! Como en el chiste del que le gustaba jugar al mus y perder.
Bromas aparte, nuestros chicos llevan la iniciativa incluso cuando van en ventaja. No es una actitud temeraria, sino una forma de educarles. Nunca protestan una decisión del árbitro (más les vale) y admiten que si son sancionados (por no atacar, por ejemplo) es porque no hacen lo que les dicen sus profesores y los árbitros no tienen más remedio que recordarlo. Nuestros yudocas no recurren a llaves difíciles de contra-atacar, pero de poco valor técnico. Buscan conectar todos los elementos necesarios para hacer efectiva una llave (oportunidad, desequilibrio del rival, equilibrio propio, agarre, potencia…) Y lo hacen pese a verse ‘contrados’ en algunas ocasiones. Es la forma de progresar. Pero, claro, hay que tener grandes dosis de paciencia.
Rivales de gran calidad
A todo lo que hemos comentado hay que añadir que nuestros rivales fueron magníficos deportistas de un gran nivel y de mucha experiencia. No nos cuesta nada reconocerlo porque es la verdad. Lo raro hubiera sido vencer a tan expertos rivales, con alumnos que todavía están en plena etapa formativa. Por eso tiene aún más mérito la actitud de los nuestros. Tontos no son y saben en cuanto saltan al tatami que el que tienen en frente es un rival durísimo (si así sucede). Aún así, acuden con determinación a su cita, con el firme propósito de jugar sus escasas bazas, de dar guerra y vender cara la derrota. Con esa actitud podemos ser optimistas y pensar que podemos tener equipo para rato. Nuestros chicos han nacido en 1993 y 1992 todos, menos Miguel que es de 1991. Ya sabemos que pueden participar muchachos nacidos en 1990. La mayoría de los equipos punteros tienen a muchos muchachos de 17 años en sus escuadras. En estas edades todavía se nota mucho que un rival tenga 17 años si se tienen 14 o 15.
Pero basta ya de lamentaciones o excusas. Lo que hay que hacer ahora es aplicarse a corregir lo que se ha hecho regular o se puede mejorar. Y para eso solemos decir que los campeonatos se ganan en el doyo (en el club de cada cual) y no en el polideportivo donde se disputa el torneo en cuestión. Así es que, a aplicar, como siempre la regla de las ‘cuatro emes’. Comer Mucho, entrenar Mucho, dormir Mucho y estudiar Mucho.
¡Buenas tardes, Wladimiro! Soy Miguel Casanova, de Judo San Fernando / Club Judo Coslada. Gracias por tus "alabanzas" en esta crónica, pero... ¿Qué judoka se es si no se aplica, como bien dices, la máxima de Jigoro Kano? No podíamos decir que no porque no nos sentiríamos bien con nosotros mismos, lo que lamento es no haber llevado de más (y mira que a veces lo hemos hecho por lo de las medidas reglamentarias...) para poder haberlos usado todos cuando tuvimos la mala suerte de competir con el mismo azul en tapices distintos... Yo tampoco conocía las novedades, así que tuvimos que recurrir a un competidor de Alcala 2000 para que le prestara el suyo a nuestro competidor más pesado. ¿Imaginas no haber podido competir por una tontería como el color del judogui? En ese caso, no habríamos tenido el placer de "pegarnos" con vosotros... Como se dice por ahí, "muchas veces". No olvido que os debo un video: Os lo pasaré por mail y me guardo una copia con más calidad para entregarosla a tí o a Javier en mano, espero que pronto. Un cordial saludo, el tatami de "La Via" (Coslada) es vuestro Dojo también.
ResponderEliminarGracias Miguel. Gracias por todo y, muy especialmente, por vuestra invitación.
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