19.4.09

Carta del profesor Wladi a sus alumnos




Estimados yudocas:

Este es uno de esos días en que uno nota que anda por ahí con el pecho inflado, con os omóplatos apretados en la espalda, casi sin evitarlo. Hay días en que la cabeza te pesa y apenas dejas de mirar el suelo. Los pies parecen pesar más de lo normal y uno siente que más que levantarlos se arrastran de un paso a otro. En cambio, como decía, ocurre, también en ocasiones, todo lo contrario. El peso corporal parece ser menor y uno camina casi deslizándose entre pequeños saltitos como de alegría. Hay una cierta ingravidez, un cierto optimismo que quita peso a nuestra existencia, el centro de gravedad parece flotar unas pulgadas por encima de donde habitualmente se sitúa. Son días en que hay que tener cuidado por todo ello; se puede uno dar el batacazo. Pero, aún a riesgo de caerse, vamos a sacar pecho como decíamos al principio y lo vamos a explicar, porque no es para menos.


Soy de esos profesores (maestros nos llaman algunos) que se muestra siempre orgulloso de sus alumnos. En líneas generales siempre me gusta presumir de ellos; de todos. Con mis limitaciones tengo una cualidad especial: soy un verdadero pesado. Persigo al alumno que cae en mi doyo hasta que creo que le he enseñado algo que se me antoja le hace falta. Sólo empiezo a declinar en mi persecución cuando vislumbro a alguno de esos sujetos (que os hay) que no está dispuesto a entender que le quiero ayudar. En esos casos, muy discretamente, me muestro educado (otra de mis cualidades, creo) y me distancio; dejo de perseguir.


Esta actitud me ha venido caracterizando como formador, especialmente de adolescentes. Creo, humildemente, que lo he venido a aprender de mi maestro Rafael Ortega, un auténtico mago en la materia. A mí, al menos, me ha ayudado más que ninguna otra persona, sin estar obligado a ello, por el simple hecho de ser un maestro honrado y tenaz (creo que tampoco fui un caso sencillo, ni mucho menos).


Toda esta introducción puede parecer grandilocuente cuando, ahora a continuación, pase a explicar que un puñado de nuestros yudocas ha conseguido excelentes resultados en San Martín de la Vega. Por eso voy a seguir matizando algunas cuestiones.


Es verdad que acudieron a la cita deportiva dos cadetes y seis infantiles y que todos ellos consiguieron medalla. Es verdad que cuatro consiguieron subir a lo más alto del podio, que uno más se fue con la medalla de plata y que de los ocho deportistas seis se han metido en la Final Autonómica. Sólo eso es para estar muy satisfecho como entrenador. Pero ahora habla el profesor, ese que persigue a sus pupilos para tratar de aportarles algo en su formación.


La actitud de nuestros deportistas fue soberbia. Son muchachos que tienen fe ciega en lo que se les enseña y practican un yudo tan noble como sus almas límpidas. No especulan con el resultado, intentan vencer sus propias limitaciones entendiendo que no se gana más que a uno mismo. Quiero decir con esto, que aunque no son tontos y saben cuando van ganando y cuando van perdiendo, renuncian a cambiar de actitud por ello… siguen atacando con las llaves que quieren llegar a dominar.


Además de su conducta dentro del tatami, también están excelentes fuera de él. Como somos un club humilde, es normal que nuestros deportistas hayan de quedarse solos tras alguna mesa de control esperando su turno. En esos casos, siempre acaban haciendo amigos de entre los propios posibles rivales. También en eso siguen mi consejo. Suelo recordarles en todo tipo de competición, torneo, trofeo o como se los quiera llamar: “aquí venimos a hacer amigos”. Ellos van más allá de la cortesía y se implican con los demás, en camaradería y espontaneidad.


También es habitual que entre ellos se ayuden, se animen, se aconsejen… La idea del shita kyoei (beneficio muto) que el fundador del yudo nos legó (y que muchos entrenadores han olvidado, desgraciadamente), la llevan también a rajatabla. Eso también me enorgullece por encima de otros factores deportivos corrientemente ensalzados sin merecer tantas alharacas.


Todos nuestros muchachos estuvieron espléndidos, pese a que algunos incluso están pasando por etapas complicadas en su vida personal. En estos momentos, también son capaces de manifestar una madurez impropia de sus edades y una capacidad de superación que les honra. Ya no hablo de que el resultado acompañe (que en este caso ha acompañado) sino de enfrentarse a un compromiso sabiendo dejar los problemas aparcados para mejor ocasión.


Finalmente, también en el apartado técnico quiero aportar alguna que otra reflexión, pues nuestros chicos han sabido progresar en estas semanas en que hemos estado preparando la cita de San Martín de la Vega. Y digo que la hemos estando preparando porque hemos hablado de ella, pero no hemos dejado nuestro programa por ello. Es decir, que hemos seguido intentando progresar con lo que ya teníamos proyectado, sin inventar nada en los últimos momentos. Nuestros fenomenales yudocas supieron imponer su bagaje técnico (movimiento especial, complementario, por el otro lado, combinación, hacia atrás) sin necesidad de recurrir a tirarse al suelo, a sujetar o agarrar piernas, ni a dejar de atacar cuando se va en ventaja. Estuvieron colosales, incluso ante rivales más fuertes, más capacitados o más experimentados. Tenemos cantera; tenemos un gran futuro.


Enhorabuena a todos.

Wladimiro Martín




Clasificación final:

Cadetes.- Sergio Cortés (2º) y Lidia García (3ª)

Infantiles.- Itiziar Sánchez (1ª), Adrián Rodrigo (1º), Víctor Manuel Pérez (1º), Víctor Irala (3º), José Manuel Sieiro (1º), Carlos Mingorance (3º).

Se clasifican para la Final Autonómica del próximo sábado día 25 en Arroyomolinos:
Sergio Cortés, Itziar Sánchez, Adrián Rodrigo, Víctor Manuel Pérez y José Manuel Sieiro.














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