24.6.12

Certamen nacional de katas de yudo 'Kataylú'

Sólo faltan María y Pau en esta foto de grupo y, claro, nuestra fotógrafa Cristina Carbonell

Todo ha salido muy bien y hemos vuelto contentos de Guadalajara (¡Miento!).

(Empiezo de nuevo).

Nuestros chicos han vuelto a darnos motivo de alegría tras su concurso en el Kataylú celebrado ayer sábado. (No soy sincero del todo)

(Vuelvo a comenzar).

Hemos participado en el V Trofeo nacional de katas de yudo Kataylú con once parejas y dos muchachos que no pudieron concursar por lesión… (Mucho mejor).

Llevamos participando en este singular trofeo de Nague-no-kata cinco años, tantos como ediciones se han celebrado. Estamos más que agradecidos a su organizador, nuestro amigo Pepe Merino, por haber contado siempre con nosotros y será muy difícil que fallemos mientras nos siga invitando. Pero es posible que haya sido en esta ocasión cuando más amoscados nos hayamos vuelto. A ver si nos explicamos.

Pilar ejecuta uki-otosi

La nague-no-kata es quizás (y sin quizás) la kata de yudo más violenta de cuantas conocemos. Pero también es la primera con la que se enfrenta (normalmente) la gran mayoría de estudiantes de yudo. No en vano en los programas de casi todas las federaciones de yudo de todo el mundo es la que se pide a un cinturón marrón para optar al cinturón negro. En ese sentido, no está mal visto tener un evento de estas características con el que ir familiarizando a los más jóvenes en este terreno. Por otra parte, el estudio de las katas de yudo es otra forma más de disciplinar a los muchachos: todo tiene una única forma de realizarse, una distancia estipulada, un ritmo marcado, una dirección en que realizar las proyecciones… Nada es de libre interpretación; se acepta y se busca la perfección; la excelencia ¡punto!

Naira, magnifico uke, gran yudoca

Por todo ello, no se puede exigir un alto nivel de perfección a los Sub-13, categoría en la que también concursan algunos Sub-11. Pero sí que molesta que algunos no guarden unos mínimos. Por ejemplo, el muchacho al que llevamos todo el curso recriminando que no se anude los cordones del pantalón salta a la cancha, una vez más, con ellos colgando dando un aspecto lamentable. Por ejemplo, el adolescente acostumbrado a enseñar sus estupendos calzoncillos de marca al que hemos recriminado una y mil veces dicha actitud vuelve a colocarse el pantalón del yudogui de manera que sobresalga para que se vea que es Calvin Klein, también en el momento del concurso.

Tenemos que recordar una vez más que el yudo es, además de un deporte completo donde los haya, una magnífica herramienta de educación infantil; de educación ¡vaya! Pero no estamos seguros de que alcance para educar a padres y familiares de yudocas. Otro ejemplo que denota el interés con que hemos afrontado esta cita: El profesor recibe una llamada telefónica el día anterior (a escasas nueve horas del comienzo del certamen) para solicitar la dirección exacta del lugar del evento. ¿Puede ser falta de interés, cuando se le ha entregado a cada niño la circular con toda la información, se ha publicado en el YUDIARIO, en Facebook y en Tuenti?

Ariadna se prepara para su actuación

Tuvimos, como todos los años, que recomponer parejas, en el último momento, por ausencias de algunos muchachos (más que justificadas, por supuesto). No se ha podido trabajar o entrenar con las parejas finales más que en contadas ocasiones, en las últimas semanas en que dedicamos algunos minutos para preparar esta kata en nuestras clases de yudo. Algunos niños no coincidían para preparar su participación por tener agendas complejas en las que, además del yudo, están actividades de todo tipo (recitales, reuniones, cumpleaños, clases de natación, de música, compromisos familiares…) nada que objetar. Pero que te llamen el día anterior cerca de la media noche para preguntar dónde es el Kataylú o que te llegue un muchachito una hora tarde… ¡Manda güevos! que dijo el presidente del Congreso aquel.

En lo que a la actuación de cada cual concierne hubo de todo, al margen de lo ya relatado (gayumbos de colores, cintas colgantes y otras gualdrapas por el estilo). Algunos chavalines y chavalinas dieron una auténtica lección de implicación y de dejarse la piel en el tatami. De ellos, algunos pocos tuvieron la suerte de contar con una buena pareja a la altura de dicha implicación y compromiso. Otros se vieron ‘traicionados’ por compañeros pasotas en los que todos hemos confiado y que no supieron dar el rigor mínimo que se merece la ejecución de una kata de yudo así la ejecute un niño o un anciano. Y ahora no hablamos sólo de los chiquitines precisamente.

Olga ejecuta kataguruma con Santiago

Nunca nos han gustado denominaciones como la de ‘artes marciales’ para nuestro querido y educativo yudo. Pero, ni tanto ni tan calvo. Quizás la palabra que estamos bordeando es la marcialidad… ¡voto a bríos! Algunos de nuestros muchachitos que se acercan a la posibilidad (por grado y por edad) de optar al cinturón negro carecieron de marcialidad –ya que hemos dado con esta palabreja- por no decir de falta de interés. Hubo, en algunos casos, excesiva lasitud, modorra, indolencia, infantilismo… En cambio, hubo niños que dieron lo mejor de sí mismos; unas veces secundados por su equipo o pareja, otras veces, a pesar de su compañero.

Un certamen en el que da gusto participar

Vamos a poner un paréntesis en nuestra recriminatoria para no cargar tintas. Ya es sabido que somos exigentes (con nosotros mismo y con todos los nuestros). Entendemos que es la forma de mantener el tono y la voluntad de seguir corrigiendo para seguir perfeccionando; es lo que nos enseña el yudo.

Jaime lanza a Santiago con kataguruma

Cuando llegamos al Polideportivo Brianda de Mendoza comprobamos alborozados que un año más la participación era masiva. 94 parejas a concurso según nos comentó el organizador José Merino.

Una de las más agradables sorpresas de la mañana fue ver al maestro Rafael Ortega y a su esposa Puri Polo, también maestra de yudo, donde las haya. Me hizo muchísima ilusión y enseguida pensé en la suerte que tenía de que Rafa y Puri vieran a mis alumnos aplicarse en este terreno de las katas de yudo que Ortega tanto defiende y promociona. También, por qué no decirlo, hervía en deseos de saltar al tatami a ejecutar los tres primeros grupos de la nague-no-kata ante mi maestro, después de tanto tiempo sin poder recibir sus consejos y críticas, para aplicarme el cuento y poder seguir progresando. No es que me hubiera comportado como un modélico yudoca en cuanto a la preparación del concurso. Pero, animado por mi amigo el maestro Rodolfo habíamos ensayado a ratos esta ceremonial forma de yudo y teníamos decidido participar en la categoría ‘Máster’ como ya hiciéramos el año pasado.


Para poder tomar parte en este Kataylú la normativa indica que cada club concursante debe proporcionar un juez. De este modo, como en las cuatro ediciones anteriores, el profesor Wladimiro tomó asiento donde se le indicó y muy gustoso se aplicó a la siempre difícil labor de juzgar a los demás. Hay que reconocer que algunos niños realizaron maravillosos ejemplos de nague-no-kata demostrando la gran labor de estudio y sacrificado entrenamiento que había detrás de esa simple demostración de apenas cinco minutos.

María con Pau
La disciplina, el yudo y las katas

Hoy día la disciplina ha debilitado su presencia en la sociedad ante el empuje de otras cuestiones como la espontaneidad, el trabajo en equipo… No obstante, está a la orden del día acusar a nuestra juventud de falta de disciplina cuando no de falta de motivación, de falta de ideales, de falta de compromiso. Yo seguiré defendiendo a mis jóvenes alumnos porque tengo muy claro que, por suerte, cuento con lo mejor de lo mejor. Si es que ya sólo por practicar yudo y aguantarme a mí merecen una consideración especial. Pero no por ello debemos dejar de inculcar disciplina a estos maravillosos jóvenes… No por ello debemos de seguir clamando por mayor cooperación con algunos padres de algunos de estos maravillosos jóvenes.

José Manuel barre a su compañero Carlos

Como uno no es sociólogo, ni psicólogo, corre el riesgo de soltar paridas al hablar de cosas serias. Espero se me excuse. Pero simplemente voy a dar mi opinión para consideración del que así lo estime oportuno.

La disciplina la entiendo desde dos ámbitos: uno interno y otro externo. En mi humilde opinión la verdadera disciplina es la que emana del interior de la persona; ese ámbito en el que se fragua el deseo y con él se funde la autoestima para cristalizar en el proyecto, en el poder. Hay otra cosa parecida a la disciplina que emana del exterior. Sería algo así como la disciplina militar. Toque de corneta y todos salan de la litera para  ponerse las botas y… ¡a formar! Pera un servidor esa disciplina es más bien coacción. O por decirlo de otra manera, es más disciplinado el que salta de la litera sin que le toquen la corneta (ni las partes pudendas). Porque lo hace de motu proprio y con eso basta y sobra la prosopopeya, la estética y la tontería de la derechona y también de la izquierda radical. (Demasiados ‘fachas’ ha dado el yudo por no saber distinguir una disciplina interna de una coacción externa).

Miguel con su compañera Cristina
Aún en el caso de que este párrafo anterior sea válido, lo cual es muy discutible, aún nos queda mucho. ¿Cómo se inocula el deseo en el interior de una persona para que busque el combustible de la disciplina –autodisciplina si se quiere una palabreja absurda a la moda- con el que poner en marcha la máquina de la acción que persigue la concreción del proyecto? Indudablemente llamando al profe de yudo la noche anterior para saber dónde ir con el hijo yudoca al que se está disciplinando no. Con esta anécdota (que pudiera ser inventada) no quiero que nadie la tome a la tremenda, hablo de otra cosa (¿no sé si me están entendiendo?)


Eduardo Punset en su libro Excusas para no pensar lanza una pregunta que viene muy al caso. “¿Alguien cree de verdad que los niños sabrán convivir de mayores sin que nadie les haya mencionado nunca en qué consiste saber ponerse en el lugar del otro? Y una buena forma de mencionarles en qué consiste ponerse en el lugar del otro es ponerse en el lugar de nuestros propios hijos. No siempre tienen los padres perfectos que creemos ser para ellos. Al menos podríamos ponernos en su lugar y respetar la ilusión con la que preparan un concurso, darle la seriedad que ellos mismos ponen, alentarles a asumir las consecuencias de dicha participación (las buenas y las malas). Si es que ya digo que a veces no tenemos los hijos que nos merecemos, pero, casi siempre, tenemos los padres que no nos merecemos. Un poco de esfuerzo. Eduquen a sus hijos sin pensar tanto en Uds. mismos que saldrán ganando… ellos y también Uds.

Pura (puta) disciplina

Según el DRAE -maravilloso instrumento al alcance de todo el mundo hoy en día- la palabra disciplina tiene varias acepciones. La primera sería Doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral”.  Eso último de “lo moral” me lleva de nuevo a mi primera diferenciación. ¿Qué hay de disciplina (moral) en levantarse de la cama a toque de tambor?

En una segunda acepción el propio Diccionario se habla de “Arte, facultad o ciencia” y me recuerda cuantísimas veces nos hemos referido al yudo como una disciplina de origen japonés, por no citarlo como simple deporte. ¿Cabría el fútbol en este sentido en esta palabra? ¿Cabrían otros deportes? Ya sé que estamos (o deberíamos estar) todos eufóricos con nuestra querida Selección Nacional de jóvenes millonarios que por fin ha ganado a los perversos galos esos de los muñequitos irónicos… ¡Ya lo sé! Pero pretendo hablar en serio ¿vale?

Finalmente hablaré de otra acepción del DRAE un tanto inquietante: “Instrumento, hecho ordinariamente de cáñamo, con varios ramales, cuyos extremos o canelones son más gruesos, y que sirve para azotar”.

Sergio Velarde con Javier Martínez

 Tendré que recurrir a mi lado más poético para coger esta acepción con mucho cuidado. Esa disciplina del dolor es horrible, sin duda. Retrotrae a sentencias de otros siglos como esa de: “la letra con sangre entra”. ¡Qué horror!

Bueno, bueno. Un poco de calma.

Vamos a considerar ahora eso del dolor no cómo una desgracia, que es cómo se tiene catalogado en nuestra sociedad en los últimos siglos. Vamos a hablar de la función del dolor como alerta o señal. Si alguien careciera por completo de la posibilidad de sufrir dolor alguno estaría expuesto a peligros insospechados. Se imagina sentarse por descuido sobre un calderín en llama viva y consumirse por no sentir el dolor del fuego haciendo carbón nuestra carne humana. Algo de dolor ha de haber en la repetición, pero de dolor como señal y no como alarma. Dolor de progreso y no de sufrimiento o sacrificio. Ese dolor del que yo hablo es el que uno está dispuesto a soportar porque cuenta con el antídoto o arma del deseo del que ya he hablado antes. Deseo dominar un movimiento que no me resulta natural o sencillo y el dolor me indica que me acerco a su ejecución. Deseo dominar un hábito que no me es fácil adquirir y el dolor me señala que mi deseo vence obstáculos para concretar mi proyecto. ¿Será por eso por lo que todo yudoca que se precie es un tío -o tía- duro?


Parece que duele también, como el latigazo de varios ramales de cáñamo, la voz de la conciencia personificada en el maestro. Es otra alerta-dolor que marca la lasitud que nos aleja del camino.

En nuestra sala de yudo hay una foto del joven yudoca –que fue- Wladimiro con su maestro Ortega y sobre ella una frase que nos impactó en su momento: “Aprender es un regalo, incluso cuando el dolor es el maestro”. Creo que muy pocos han reparado en esta foto y menos aún en la bella frase.

¿Puede ser también disciplina el escuchar al maestro?


Ejemplos y ejemplares

En estos días en que el fútbol arrasa (¿y cuándo no?) nos damos cuenta de que en yudo no tenemos tanta suerte. Un niño que practica fútbol, pone la tele y ve ejemplos a seguir (¡mala suerte chaval!) Un niño que practica yudo no va a encontrar ejemplos en la tele, ni en los video-juegos, ni en casi ningún lugar. El casi único ejemplo que tiene es su profesor. ¡Mala suerte chaval!

Sergio Velarde tras un uki-otosi

Hay un momento en que el niño (y la niña) cree que su padre (y su madre) es el más guapo del mundo, el más fuerte, el más listo… Luego, el niño crece, llega a eso que conocemos como la pubertad y necesita afirmarse… necesita ‘matar al padre’. Por la misma razón, nos sentimos asesinados a menudo –los profesores de yudo- por nuestros alumnos adolescentes. De haber sido –como buen modelo único que somos- el más guapo, el más fuerte y el que más yudo sabe, pasamos a ser gordos, feos, viejos, tontos… por no decir crueles, egoístas, maleducados, metomentodos, peseteros, ineptos, mediocres, débiles, ignorantes…

No hace mucho, una alumna monísima me explicó que ella pensaba que un buen profesor no debía mezclar sus problemas personales con su tarea como tal. Otra, me preguntó sentada en el asiento de atrás de mi propio coche si me parecía dar buen ejemplo a mis alumnos al fumar.

Indudablemente ambas tenían razón y descubrieron imperfecciones de su profesor; un ser imperfecto que había sido en algún momento dechado de virtudes. ¡Vaya ejemplo!


En el mismo libro que he citado antes, Eduardo Punset nos recuerda que “Siempre estamos dispuestos a admitir que deberíamos aprender de nuestros propios errores, pero difícilmente estamos  dispuestos a admitir que nos hemos equivocado”.

Como veo que me voy alargando voy a empezar por admitir que me he equivocado. También admito que me seguiré equivocando y que voy a intentar dejar de fumar (ya va para dos años que retomé este estúpido vicio que adquirí a los 23 años cuando dejé el mundo de la competición por lesiones varias).

Y puestos a hacer concesiones también admito que haga lo que haga queda el ejemplo que queda es el del pitillo fumado en la intimidad de mi coche y no otros muchos que -creo- voy dando (sin dolor, sin toque de corneta…) Es una pena pero es así.


El profe queda sub-campeón… ¡digo, último!

Hablando de ejemplos y de personas ejemplares me acuerdo de mi maestro al que tanto y tantas veces he decepcionado. Ya no le tengo por el más guapo, ni por el más fuerte. Simplemente por la persona que me ha enseñado todo el yudo que sé; todo el yudo de dentro del tatami y de fuera de él. Hacia Rafael no puedo tener más que agradecimiento, sobre todo por la paciencia que ha tenido conmigo. Mil veces he estado a cientos de metros del camino y mil veces me lo ha hecho saber; unas veces con autoridad, otras con cariño. Unas quizás acertó al hacerlo otras quizás fumó en su coche. Eso no importa; en conjunto es el que me enseño (desde fuera) que la disciplina se la pone uno mismo, como hace él cada día de su existencia (desde dentro).

Mi amigo Rodolfo me convenció hace tiempo para preparar una kata y tomar parte en el Campeonato de Madrid y en algún que otro certamen. Siempre salimos decepcionados con la calificación final y jurando, casi al mismo tiempo, no volver a participar y ponernos a entrenar como posesos. ¡Otra imperfección!

Rodolfo luciendo orgulloso la camiseta con la foto de su maestro
Ayer sábado, mi amigo Rodolfo volvió a insistir en que tomásemos parte en el concurso de katas en la categoría de Máster como hiciéramos el año pasado en que salimos cabreados por no haber ganado con lo bien que lo hicimos… ¡pues no somos nosotros guapos, fuertes y listos!

Este año hemos quedado sub-campeones y más cabreados todavía que el año pasado porque también hemos sido los últimos. Les debe dar un gran placer a algunos eunucos que conozco el putear al Wladi. Sé que fuimos mejores que los que nos ganaron porque lo hicimos mejor mi amigo Rodolfo y yo; lo digo objetivamente y también subjetivamente. Al conocer el puesto en que el jurado nos dejó volvimos a cabrearnos y a jurar en abierta contradicción y a la misma vez no volver a participar y ponernos a entrenar como locos.


Me quedo con las palabras de mi maestro. Me corrigió detalles que tengo que mejorar y me aseguró que lo habíamos hecho muchísimo mejor que nuestros oponentes. Me lo dijo mi profesor de yudo. Por cierto, creo que Ortega jamás ha fumado y eso que también yo he montado en el asiento de atrás de su coche cuando tenía 13 o 14 años. Lo que pasa es que íbamos a correr a la Dehesa de la Villa un martes o un jueves a las 7 de la mañana. A la niña de 13 años que me vio fumar en mi coche la iba a llevar a una barbacoa de yudocas. ¿Qué pintaría en esa celebración nocturna una niña de 13 años? ¿Qué pintaría un niño de 13 años corriendo a las 7 y media de la mañana en pleno invierno en la Dehesa de la Villa?

Me quedo con las palabras de mi profe de yudo. Es el más fuerte, el más guapo y el más listo… (¡mala suerte chavales!)

ENHORABUENA A TODOS LOS PARTICIPANTES y mil gracias a sus familiares por secundar una vez más nuestras actividades y propuestas.



Parejas de WLAC-Yudo.
SUB-13:
María Sánchez y Pau Inglés
Pilar Rubio y Naira Pérez
Ariadna Gamito y Noemi Gallego
Sergio Velarde y Javier Martínez
Javier Martínez y Andrés David Díaz
Javier Moreno y Marco Antonio Migorance
SUB-15:
Olga Corredera y Santiago Mingorance
Jaime González y Santiago Mingorance
SUB-17:
Miguel Serrano y Cristina Moreno
Senior:
José Manuel Sieiro y Carlos Mingorance
Máster:
Wladimiro Martín y Rodolfo Cruz

Atentos a la WEB del gimnasio Aylú donde suelen publicar un excelente reportaje con multitud de bellas imágenes de mi amigo yudoca y fotógrafo José Andrés Merino

La kata de los profesores Rodolfo y Wladimiro

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