28.10.08

Yudocas en lugares insospechados

Hemos encontrado un artículo curioso. se trata de entrenadores españoles de deportes poco habituales, sobre todo, en lugares poco comunes. Y, claro, tenía que haber algún yudoca por medio... Ya se sabe: hay yudocas en los lugares más insospechados. Os incluimos a continuación la noticia encontrada en MARCA ayer mismo.




ENTRENADORES ESPAÑOLES TOMAN EL CAMINO DIFÍCIL Y SE LANZAN A LA AVENTURA EXÓTICA

Aquellos chalados con sus locos trabajos

Por QUIQUE PEINADO Entrenar hockey patines en Angola, judo en Malta, triatlón en Guatemala o fútbol sala en Japón son aventuras no al alcance de cualquiera. Sin embargo, una legión de entrenadores españoles, locos de su trabajo, escogieron el camino más difícil para ser profesionales (o ni eso) de los deportes que aman. MARCA.com os los presenta.

Carlos Carbonell tiene 32 años y tiene una profesión que ninguno de sus amigos podría ni imaginar: es el seleccionador nacional de judo de Malta. Desde su Alcoi natal y criado en el gimnasio de Miriam Blasco, decidió irse a estudiar a Inglaterra y consiguió su sueño de ser entrenador de judo a nivel profesional. ¿Hacerlo en Malta? Es extraño, pero fue su camino. Carbonell es un ejemplo del espíritu aventurero de muchos entrenadores españoles que, aunque en sus deportes no es fácil ganarse la vida, deciden irse a vivir a lugares que algunos ni visitaremos de vacaciones.

En Angola el hockey patines habla catalán
Miquel Umbert es un histórico del hockey patines español. Fue seleccionador nacional y entrenador de grandes equipos en la OK Liga. Funcionario del Ministerio de Sanidad, entrena al GEiEG de Girona, de 1ª Nacional, y desde hace un año es seleccionador de nada menos que Angola. Seleccionador... y muchas cosas más: "Ahora tenemos a varios jugadores viviendo en Girona. Yo les busco familias para alojarse y el equipo donde jugar. Se lo paga todo la Federación angolana y, al final, son más profesionales que mis jugadores de aquí", dice Umbert. Así que Cataluña cuenta con una colonia de angoleños que juegan al hockey gracias al trabajo del técnico. "Yo les busco el visado, los estudios... Todo".

Desde hace un año vive a caballo entre Girona y Angola. Tiene un piso en Luanda, la capital, pero se traslada por todo el país. Da clinics, entrena a chavales y busca talentos para una selección envejecida. "Aquí viven sin reloj. Todo cuesta una barbaridad. Tengo que pedir un papel y hay que llamar un montón de veces para que se haga rápido", señala.

"Son un país maravilloso, con una fuerza enorme. Además, están sacando 2,8 millones de barriles de petróleo al día, así que el gobierno está invirtiendo una barbaridad. Serán una potencia en breve", añade Umbert, marcando las dos orillas en las que vive África. "A veces llego a mi casa de Luanda, a 40 grados, y no hay agua. Y sabes que no se solucionará en cuatro días. Además, no salgo a la calle sin el guardaespaldas que me asignaron. Mi casa está a 700 metros de la Federación y no se me ocurriría ir solo. Aquí una pistola vale 30 euros", dice.

Con 52 años, 30 como entrenador y 10 como seleccionador absoluto, hay que estar hecho de otra pasta para irte a Angola. La familia, dice, "se lo toma bien, sabe que es mi vida", pero para Umbert está siendo una experiencia mucho más allá de sticks y pelotas. "Son gente muy respetuosa, se aprende mucho de ellos", acaba.

Murcia, Guatemala, Eslovaquia y mucho, mucho triatlón
Un madrileño medio murciano, de 31 años, que entrena triatletas juveniles y sub-23 de Guatemala y cuya novia trabaja para el cónsul de Eslovaquia. Suena raro, ¿no? "Dicho así, es una locura", se ríe al teléfono Jaime Martínez, que lleva año y medio viviendo en Ciudad de Guatemala, capital del país, entrenando a los triatletas más jóvenes. A través de la Federación española consiguió el trabajo y allí sigue.

"Siempre había pensado irme un tiempo a Latinoamérica, pero pensaba más en Argentina o México; al final acabé aquí", dice Martínez. Cuando le llegó la oferta investigó por Internet. "Había dos tipos de ciudades: las muy peligrosas y las medio peligrosas. Para los extranjeros, según vi yo en webs oficiales, no había ni una sola ciudad segura. Aquí sabes que no tienes que ir a determinados sitios y te dicen que vayas siempre con el seguro de la puerta del coche cerrado", señala.

En un país sin demasiada tradición deportiva (a los últimos Juegos Olímpicos fueron 12 deportistas, y ninguno estuvo siquiera cerca de ganar un diploma), vivir del deporte es una quimera... que cumple Jaime Martínez. En un país con una renta per cápita de unos 4.300 dólares al año él gana 1.500 al mes, un sueldo normalito aquí y de lujo allá. Sin embargo, es difícil sacar adelante buenos deportistas por la falta de profesionalización. "Al final, a la edad de los míos es cuando están a mayor nivel. Todavía estudian y pueden entrenar más. Cuando empiezan a trabajar, se acabó el triatlón", acaba Martínez.

Mira que está lejos Japón, y su fútbol sala
Sito Rivera ha entrenado al Polaris World Cartagena y al Martorell de la LNFS. A sus 52 años, no lleva más de cinco dedicándose a entrenar profesionalmente. Sin embargo, el año pasado la clásica historia negra del deporte español (el Martorell desapareció) le llevó directamente a Japón, al Urayasu, con el que la pasada temporada conquistó la Copa Puma. Ahora es co-líder de la Liga japonesa, de ocho equipos, en la que sólo dos de ellos son profesionales. No es el caso del equipo del entrenador catalán. "Aunque aquí, primero montan una estructura y luego ya vendrá el equipo. En las oficinas trabajan profesionalmente cuatro personas, y tres de ellas hablan español o portugués", cuenta.

De Japón admira su veneración por el respeto a los demás. Entiende que la represión de su cultura genera fenómenos depravados, pero afirma que "la gente aquí es feliz como vive y siempre tratan de hacerte la vida fácil, desde cuando preguntas algo en la calle hasta en el trabajo". Sin embargo, tanto orden conlleva desventajas, sobre todo en el fútbol sala. "Su competitividad es muy buena, pero a veces son muy 'cabezas cuadradas', les falta imaginación. Por ejemplo, si les dices que hay que centrar al segundo palo, lo harán 100 veces, incluso cuando no haya nadie", señala.

Cuando, pasada la cincuentena, dejas a tu familia (mujer y dos hijos) en Mataró y te vas a Japón solo es porque lo que haces te gusta demasiado. "En las conversaciones que tuve con la familia sobre esto hablábamos de que es mi manera de realizarme, algo que no todo el mundo consigue. A veces lo paso mal, pero en el fondo sé que soy un privilegiado", señala.

Rivera reconoce que quiere volver a España, pero sabe que, posiblemente, no será a hacer lo que más le gusta. "Hay muy pocos puestos de entrenador, y en el fondo sabes que tu futuro va a ser volver a tu anterior trabajo [funcionario] y a entrenar algún equipo cerca de Mataró por las tardes", acaba.

Entrenador español más Turquía no es igual a Luis Aragonés
El Arkas de Esmirna, equipo de voleibol, no es el Fenerbahçe de fútbol, ni mucho menos, "pero somos el tercer deporte después del baloncesto", dice Fernando Muñoz, ex seleccionador de categorías inferiores (y segundo de la absoluta) en España, que comienza su tercera temporada en la Liga turca de voleibol.

Hace dos años, cuando llegó, ganó la Liga. Él y su Güiza particular, Pedro Suela (internacional español que se fue con él al Arkas), forman el binomio español del equipo. Y aunque tenga su 'compañía' y hace 10 años ya entrenara en Italia (Cosenza), reconoce que "a veces te sientes un poco solo cuando vives fuera, es lógico. Mi objetivo es regresar a España y ser seleccionador", reconoce. Divorciado y con su hija en Madrid, afirma que una aventura de este tipo requiere "estar respaldado económicamente, porque no es fácil" el cambio.

En Turquía, además de por Luis Aragonés, le preguntan "por los toros y por San Fermín. Aunque seamos mediterráneos y tengamos muchos puntos en común, somos muy diferentes", acaba.

No hay que irse tan lejos para buscar diferencias entre seres humanos. Si nos comparamos con estos valientes, aunque seamos del mismo país, encontramos que ellos tienen un gen, el de la aventura, que no todos poseen.

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