En este tiempo de espera podemos, quizás, ponernos las pilas y pensar en todo ello. Nunca está de más reservarse unos minutillos para reflexionar sobre el valor de nuestros esfuerzos y lo mucho que pesan en nuestros proyectos –en su contra- los desánimos y las frustraciones. Quizás una buena receta ante estos ‘obstáculos’ sea la de planificar bien las cosas y, luego, ser disciplinado. No obstante, es verdad que en esta vida hay que encontrar motivaciones para que nuestros deseos sigan vivos y, por tanto se constituyan en el motor que nos lleven a alcanzar el objetivo de nuestros proyectos. Pero no es menos cierto que hay ocasiones en que no viene mal el recurrir a ejemplos que tenemos a nuestro alcance. Todos tenemos un par de personas, al menos, a las que mirar para fortalecernos en nuestros momentos de debilidad. Son personas a las que creemos no les afectan las mismas cosas que a nosotros nos preocupan. Nos parecen sujetos inmunes a cuestiones que a nosotros nos desconciertan, nos paralizan, nos impiden rendir.
Por otra parte, acabamos de presenciar el espectáculo de los Juegos Olímpicos, que cuando se van traen consigo un interesantísimo epílogo. Hablamos de los Juegos Paralímpicos. En esos torneos deportivos las escenas de superación personal, las muestras de no resignarse, las hazañas que se contemplan son increíbles; increíbles de verdad. Pero más vale creérselas porque son la verdad despojada de tapujos, la verdad sin desodorante, sin marcas estupendas ni deportistas de los llamados mediáticos o metrosexuales. La lucha por vivir se plasma a diario en un barrio cualquiera de Madrid, de Nueva Delhi o de Sidney, cuando una persona tiene que hacer algo anormal para cruzar una calle. Y mientras algunos protestamos de lo lejos que tenemos que ir a trabajar.
Nos queda un largo curso por delante; aún no ha comenzado. Pronto empezarán a llegar madres preocupadas con que alguno de sus yudocas ya no viene tan contento a
Dentro de pocos días anochecerá en el mismo momento en que hace poco dudábamos si salir de casa porque aún hacía demasiado calor. Indudablemente tendremos que pasar nuestro peculiar proceso de adaptación de cada año, de cada comienzo de curso. Y es entonces cuando podemos reflexionar sobre las hazañas de esos deportistas que, a diario, tienen dificultades para tomarse un café en un bar cualquiera de los cientos que hay en el barrio de Atocha.
Hace un par de días que hemos tenido una actividad que nos hubiera gustado que aprovechasen algunos de nuestros jóvenes deportistas. Nos llevamos de excursión a un amigo que tiene, de nacimiento, el impedimento que proporciona una parálisis cerebral. A estas alturas, es fácil imaginarse a alguien aquejado de una de estas enfermedades, recurriendo a la imagen que proporciona una de las personas con discapacidad más famosa del mundo. Hablamos de Stephen Hawking, del físico cosmólogo y divulgador científico nacido en 1942 en el Reino Unido; miembro de
Lo dicho, que para ir cogiendo fuerzas, se nos ha ocurrido que, tras estas palabras de ánimos, puede venir bien leer el artículo que hemos encontrado en LEVANTE. El Mercantil valenciano. Lo firma Vicente Añó y dice así:
Hace unos días terminaron los Juegos Paralímpicos, que desde Barcelona en 1992 no sólo adquirieron carta de naturaleza propio, sino que gozaran de una gran atención por parte de la organización, del público y los medios de comunicación, que no habían tenido hasta ese momento. En Pekín rebasaron todas las expectativas y las instalaciones aparecieron llenas para verles.
El esfuerzo de estos deportistas es digno de destacar porque además de realizar su vida normal cotidiana, con las dificultades que acarrean sus carencias físicas, y deben resolver como pueden, en muchos casos, puesto que siguen habiendo muchas barreras arquitectónicas, las casas no están preparadas, y menos sus puestos de trabajo, practican deporte. Y practican deporte, ¡ojo!, en muchos casos como los deportistas de elite, porque de lo contrario no habría podido ir a Pekín.
Un ejemplo de ello, son dos alumnos míos de la Universidad de Valencia: Mónica Merenciano y Maurice Eckhard, estudiantes de 4º curso. La primera, además medallista de bronce en yudo. Los dos me han aprobado y Maurice con notable (un 8,75 sacó en el segundo parcial). Los dos son de los que vienen a clase, algo, por desgracia en nuestra actual Universidad, no demasiado frecuente.
Es decir, que son de los que cumplen con su trabajo diario, como cualquier otra persona y encima se "pegan unos machaques" de entrenamiento muy superiores a la mayoría de sus compañeros sin dificultades físicas. Mónica, como hace yudo, se mete en una sala cubierta y, quizás, es algo más llevadero, pero el bueno de Maurice salen a esas carreteras del Señor con su bicicleta. Ahí es nada.
De manera que vaya este artículo como un homenaje a ellos, que los conozco directamente, y a los que, sin conocer, llevan una vida de exigencia superior a lo normal en un intento de integración social extraordinario.
Como lo es el del abanderado español y medalla de oro en lanzamiento de peso, y bronce en disco, David Casinos, que ya lanzaba cuando era vidente y fue internacional junior en martillo. Una hiperglucemia lo dejo ciego, estuvo unos años sin hacer deporte y volvió, y lo hizo a lo grande porque ya fue campeón en Atenas. Además del peso y el disco, también lanza martillo. ¿Vds., se imaginan lo que es lanzar un martillo, donde uno puede hace varios giros, sin ver?. Pues pruébenlo y verán. Y comprenderán su grandeza. Si, encima, lanza más de 14 metros en peso, que ya es tremendo.
Lo mismo que
Lo que hacen muchos emigrantes, pero con su minusvalía. Pero, le salvo el deporte, cuando un día, como él mismo ha contado, quedo vigésimo en
Los Juegos Paralímpicos se celebran después de los otros, y España es una potencia en los mismos, situada en noveno lugar en el medallero. Han conseguido tener su propio espacio mediático, lejos de los Juegos normales, pero avanzando cada vez más hacia su lugar en el Olimpo. Y en algunos casos se plantean competir en los Juegos Olímpicos, como el famoso Pistorius, que ha mantenido un contencioso con la IAAF que no le dejaba competir en 400 metros con los "atletas normales". Este atleta sudafricano tiene amputadas sus dos piernas de rodilla para abajo, pero con sus prótesis es capaz de correr por debajo de 46 segundos en esa prueba. Ganó los 100 metros en Pekín y lo paradójico es que la IAAF no le dejaba participar porque consideraba que su prótesis de fibra de carbono, al parecer, le daba ventaja (¿?).
Al final ,el tribunal de arbitraje le dio la razón, pero no logró la mínima de participación. Lo intentará en Londres 2012 y puede ser un buen espectáculo verle correr con Wariner, Taylor, y compañía. Ya lo ha hecho y en ciertos mítines le han contratado para correr. Hasta eso se puede conseguir con el valor del esfuerzo, una cultura en decadencia, salvo, precisamente, para quienes no pueden dormirse en los laureles.
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