La salida la tuvimos desde Parla a eso de las 11:30 horas. Nuestra primera parada fue en tierras quijotescas, en Puerto Lápice, junto a la Venta del Quijote, precisamente. Allí nos aprovisionamos del buen pan manchego y de algunos de sus afamados embutidos, con idea de dar buena cuanta de ellos en cuanto apretaran las hambres. Y viajando con deportistas de corta edad eso sucedió tan pronto pisamos la localidad de destino: Daimiel. Después de dar unas cuantas vueltas tratando de situarnos, dimos con un tranquilo parque junto a la estación de tren, que, por demás, contaba con fuente de aguas frescas y cristalinas. Allí despachamos en poco tiempo los bocadillos que algunos ya llevaban preparados y nos aprestamos a dar un paseo hasta la hora del pesaje, toda vez que ya sabíamos dónde estaba la residencia donde se efectuaría tal trámite.
Una vez formalizamos el pesaje y el control de documentación los muchachos decidieron ocupar sus habitaciones entrando en el lógico ‘pleito’ del reparto de camas. Las diferencias no menudearon y se limaron al estilo de los yudocas, imponiéndose los veteranos (cinturones ‘más altos’) a los novatos. En todo caso, los yudocas se quedaron en la residencia decidiendo si hacer nuevos amigos, de entre el resto de deportistas, o si ganar (por antipatías) nuevos enemigos (cosas de niños).
Como nuestro grupo era numeroso y compuesto por algunos muchachos especialmente sociables, ganaron algunas nuevas amistades aunque fueron juntos a jugar un partidillo a una cancha que había a la puerta de
Tras la cena el grupo volvió a reunirse y hubo tiempo para acercarse a la vecina localidad de Malagón que andaba en plenas fiestas y dónde David Monforte (uno de nuestros jóvenes yudocas) se dio cita con su abuela y su tío. Precisamente sus familiares invitaron a los muchachos a montar en alguna de las atracciones de
El cálculo del veterano profesor falló. Pensando que la feria aplacaría las emergías de los jóvenes yudocas y que, de tal modo, fatigados, dormirían hasta bien entrada la hora del alba, se retiraron todos a sus aposentos. Pero ya decimos que el cálculo falló y parece ser que las energías de los deportistas eran tales y tal su estado de excitación y alborozo, que les llegaron las fuerzas para no pegar ojo en toda la noche, salvo a cortos intervalos. De este modo tan poco saludable se pasó la noche y llegó el momento del desayuno. El espectáculo de bocas abiertas hasta chirriar los goznes de las mandíbulas delataba que nuestros muchachos no habían sido nada originales. Los yudocas de todas procedencias (manchegos, extremeños, madrileños, vascos…) parecían haber iniciado la competencia, siquiera en cuanto a ver cuál dejaba más al aire libre la campanilla de la garganta.
Así las cosas, el calentamiento, ya en el cercano Polideportivo, fue más un despertar que un tonificar músculos y estirar palancas. Pese a todo, enseguida se pudo comprobar que, como ya habíamos vaticinado, estábamos en una dura prueba deportiva en la que los participantes contaban con mucha experiencia, pese a su corta edad. Pronto se fueron sucediendo los encuentros en que muy eficaces yudocas daban buena muestra de que el talento no queda oculto por la juventud, sino que se acusa prominente como bandera de futuros éxitos.
A los nuestros, en lo deportivo, las cosas no les fueron demasiado bien. Pero siempre hay que matizar en estos juicios para tratar de ser justos en máxima medida. Ya habíamos avisado de que nos debía mover el espíritu olímpico (el de ‘lo importante es participar’). Sabíamos que al trofeo de Daimiel se desplazaban selecciones autonómicas con deportistas muy avezados y especialmente preparados para el mundillo de
Finalmente, decir que si en el reciente Campeonato de Europa de Yudo sub-20 casi todos los componentes de la selección nacional perdieron el primer combate y no tuvieron más opciones, otro tanto sucedió con los nuestros. La diferencia fue que en varios pesos se pudieron organizar liguillas con lo que algunos de nuestros deportistas pudieron disputar hasta tres encuentros. Este fue el caso de Sonia Sieiro y de Iván García. Nuestra jovencita yudoca se midió a rivales muy expertas y fuertes. Pese a todo realizó un espléndido encuentro consiguiendo hacerse rendir a una de sus rivales sin que los árbitros se dieran cuenta de ello. También marcó un fenomenal ipón de uchi-mata, consiguiendo quedar la tercera de su liguilla, pero sin opciones de disputar las semifinales. Los demás, se vieron desbordados por rivales muy expertos y eficaces, salvo Sergio Cortés que, en su caso, ya hemos analizado en multitud de ocasiones que tiene cualidades, pero necesita ‘entrar en calor’. Su ritmo cardíaco es tan lento que precisa de un severo calentamiento para saltar a la cancha con suficiente tono. Es decir que, lo que por un lado es garantía de poder acceder a grandes cotas deportivas, por otro limita el asalto a pruebas como las de yudo en que un segundo es algo más que un instante.
En todo caso, hemos dejado para el final el sorprendente éxito de Iván García que se volvió (como vaticinó su madre al despedirnos en Parla) con una copa para su vitrina. En su caso se trató de un premio a
Para acabar y refutando estas últimas palabras, hay que decir que todos estos yudocas volvieron a acudir a su cita sin buscar excusas. De esta manera, ayer martes, todos los participantes en la excursión volvieron a acudir a nuestro doyo a realizar un nuevo entrenamiento. Al mismo se sumaron José Manuel Sieiro (que sólo pudo ser acompañante en la excursión a Daimiel),
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