No obstante, hay que señalar que Carlos sigue progresando y que obtuvo un meritorio quinto puesto tras quedar tercero en su liguilla. Marcó dos soberbios ipones y confundió la táctica a emplear frente a un rival muy fuerte al que se quiso medir precisamente en fuerzas. No es el yudo una competición de fuerza, por mucho que impere ese sentir entre muchos entrenadores (solemos hablar de ello). Y cuando así sucede, no deja de ser una especie de lucha con yudogui… y ahora me lloverán los reproches por criticar la lucha (noble arte, por cierto). A ver cuando se enteran los que leen el YUDIARIO que aquí se apuesta por el ‘yu’ y que intentamos, como sugirió Yigoro Kano, hacer de eso ‘modus vivendi’.
En fin, habrá que volver a ceder para vencer.
En cuanto a la competición de Valdemoro, felicitamos a nuestros amigos Julián Flores y Críspulo de la Vega por su dinamismo, su ambición y su energía a la hora de promocionar el yudo. Otra cosa es el lío que había en el tatami en que participaba Carlos. El muchacho salió más despistado de lo normal por el mareo a que fue sometido entre las veces que le llamaban para saltar al tatami y las que le indicaban que aún no le correspondía participar. Luego, tampoco quedó claro el lío de tachones en las liguillas y que le cambiasen de una a otra; nada que objetar, pero contribuyó al mareo general que se acabó contagiando a todos los acompañantes de Carlos (su hermano Santiago, su amigo José Manuel Sieiro y su profesor).
Aprovechamos para recordar que las fotos de esta crónica son obra del ‘profe’ Wladi, pero también del estupendo reportero que ha resultado ser Santiago Mingorance. A ver si sigue en la brecha que le vemos en la Agencia Magnum en unos añitos.
ENTRENAMIENTO del DOMINGO
Al acabar la participación de Carlos Mingorance en el Pabellón Polideportivo Manzanares de Valdemoro, teníamos entrenamiento para infantiles, cadetes y juveniles. Habíamos quedado para hacer un poco de Putin y sólo acudieron Oscar Manchado y Sergio Cortés. Enhorabuena para ellos, que demostraron su deseo de progresar y disposición a sacrificarse, si es preciso, para seguir creciendo. A los demás (y no vamos a dar nombres) un tiró de orejas. Habíamos quedado a la una y no creemos que ninguno de los ausentes estuviera estudiando o durmiendo en ese momento. Así se van pasando las ocasiones y hay que entender la vida, a ciertas edades sobre todo, como un partido de tenis. No se trata de perder una ocasión sino de pensar que otro la va a aprovechar (y tú te quedas en desventaja). Luego, pasa el tiempo y podemos mirar para atrás… entonces veremos cuántos domingo nos quedamos en el sillón o dándole a la ‘play’.
AUTORES REPORTAJE: Santiago Mingorance y Wladi Martín
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