He escuchado hablar de fases en lugar de fechas y me parece
genial. Es la única referencia a la política que me permito y sólo
porque me induce a esta reflexión que paso a intentar plasmar al
oírlo. Lo siento.
Digo que me parece genial eso de priorizar la fase frente a lo que
casi todo el mundo espera: la fecha… ¡el número! Y me recuerda al
yudo: a esos niños inquietos que preguntan por cuándo pasan de
cinturón. La pregunta implica también una fecha, los niños (y
recuerdo que todos somos niños para ciertas cosas) no suelen
conformarse con respuestas del tipo “cuando sepas hacer tal o cuál
llave”.
El yudo es originario de Japón y su fundador el japonés Yigoro
Kano. Allí sólo tienen el cinturón blanco el marrón y el negro
que viene a ser el primer dan. Luego se pueden ir consiguiendo otros
danes (1º, 2º, 3º, 4º…) pero siempre dentro del mismo color de
cinturón; el negro. Así hasta que se alcanza el sexto dan. El color
del cinturón sigue siendo el negro, pero también puede ser Blanco y
Rojo. En Japón ese Blanco y Rojo lo pueden llevar los sextos,
séptimos y octavos danes. Al llegar al noveno dan, en yudo, el
portador puede llevar el cinturón de color rojo. Posteriormente, el
que llega a décimo dan se puede volver a poner el cinturón blanco
(pero más ancho) cerrando así un círculo. Yigor Kano, por ejemplo,
no tenía ningún dan. Usaba el cinturón para lo que debe de ser:
para ajustarse la chaqueta. Dicen que tenía cinturón de color
blanco.
En España se sigue el modelo japonés con alguna salvedad que
pasamos a explicar.
Uno de los maestros que salió de Japón, enviado por Yigoro Kano,
para divulgar el yudo fue Kauasi. Fue a parar a Francia y se encontró
con la impaciencia de los occidentales. “¿Cuando paso de cinturón
maestro?” Así es que para que no se desanimaran entre el cinturón
blanco y el marrón, introdujo el amarillo, el naranja, el verde y el
azul, que consecutivamente se interponen entre los antes citados
(blanco y marrón). Para hacerlo más llevadero a la impaciencia
occidental.
Más tarde, uno de sus discípulos, el maestro francés Rolan Burguer
llegó a España e introdujo los “medios cinturones” para los
niños. De ese modo, entre el blanco y el amarillo diseñó el
blanco-amarillo. De igual modo creo el amarillo-naranja, el
naranja-verde, el verde-azul y el azul-marrón. Así es cómo está
en España y, pese a todo, es raro el profesor que no ha escuchado
alguna vez la famosa pregunta: “¿Cuándo paso de cinturón”?
Volvemos a esa distinción entre fase y fecha con la que hemos
arrancado esta reflexión.
En nuestra escuela creemos haber solucionado el tema de la
impaciencia. Desde hace años, hacemos un examen extraordinario, a
mediados de curso, sólo para quienes tienen edad para pasar al
siguiente cinturón (sólo al siguiente que eso también les cuesta
entenderlo, a sus padres sobre todo). Para ello tenemos unas
fantásticas tablas en que se especifica el cinturón máximo que se
puede tener según la edad. Hablamos del cinturón máximo que se
puede tener y no del cinturón que se debe tener. Pero ya decimos que
cuesta entenderlo. Cuesta distinguir entre poder y deber, no va a
costar entender entre fecha y fase.
A final de cada curso tenemos el examen ordinario para todos. O sea
que se pasa una vez por curso, al menos, de cinturón.
Volvemos a nuestra reflexión inicial. Pasar de fase debe indicar que
se ha conseguido la habilidad de entrar en una dominando la anterior
(no se olvida una fase anterior ya superada). No se olvida lo que se
aprende en un cinturón cuando se pasa al siguiente (como debe de ser
en la vida misma).
Hace unos días en otro escrito de este mismo espacio titulado “La
máquina de refrescos” hacíamos referencia a todo esto. Hablábamos
de pasar a cinturón negro en tiempo récord y no sentirse plenamente
satisfechos pese a ello. Hablábamos del tiempo de maduración.
Pasar una fase implica sufrir (disfrutar) cada momento mientras esta
dura; implica olvidarse del tiempo (casi “ná”). Llegar a una
fecha no implica aplicarse en cada momento, sólo el simple
sacrificio de dejar pasar el tiempo. Y, a veces, no es tan sencillo.
No se trata sólo de dejar pasar el tiempo, sino de qué hacer con
él. Hay que tener siempre presente el objetivo (aunque sea lo último
que se consigue). La vida es una sucesión de fases y no de fechas.
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