29.4.20

Fechas y fases


He escuchado hablar de fases en lugar de fechas y me parece genial. Es la única referencia a la política que me permito y sólo porque me induce a esta reflexión que paso a intentar plasmar al oírlo. Lo siento.

Digo que me parece genial eso de priorizar la fase frente a lo que casi todo el mundo espera: la fecha… ¡el número! Y me recuerda al yudo: a esos niños inquietos que preguntan por cuándo pasan de cinturón. La pregunta implica también una fecha, los niños (y recuerdo que todos somos niños para ciertas cosas) no suelen conformarse con respuestas del tipo “cuando sepas hacer tal o cuál llave”.

El yudo es originario de Japón y su fundador el japonés Yigoro Kano. Allí sólo tienen el cinturón blanco el marrón y el negro que viene a ser el primer dan. Luego se pueden ir consiguiendo otros danes (1º, 2º, 3º, 4º…) pero siempre dentro del mismo color de cinturón; el negro. Así hasta que se alcanza el sexto dan. El color del cinturón sigue siendo el negro, pero también puede ser Blanco y Rojo. En Japón ese Blanco y Rojo lo pueden llevar los sextos, séptimos y octavos danes. Al llegar al noveno dan, en yudo, el portador puede llevar el cinturón de color rojo. Posteriormente, el que llega a décimo dan se puede volver a poner el cinturón blanco (pero más ancho) cerrando así un círculo. Yigor Kano, por ejemplo, no tenía ningún dan. Usaba el cinturón para lo que debe de ser: para ajustarse la chaqueta. Dicen que tenía cinturón de color blanco.

En España se sigue el modelo japonés con alguna salvedad que pasamos a explicar.

Uno de los maestros que salió de Japón, enviado por Yigoro Kano, para divulgar el yudo fue Kauasi. Fue a parar a Francia y se encontró con la impaciencia de los occidentales. “¿Cuando paso de cinturón maestro?” Así es que para que no se desanimaran entre el cinturón blanco y el marrón, introdujo el amarillo, el naranja, el verde y el azul, que consecutivamente se interponen entre los antes citados (blanco y marrón). Para hacerlo más llevadero a la impaciencia occidental.

Más tarde, uno de sus discípulos, el maestro francés Rolan Burguer llegó a España e introdujo los “medios cinturones” para los niños. De ese modo, entre el blanco y el amarillo diseñó el blanco-amarillo. De igual modo creo el amarillo-naranja, el naranja-verde, el verde-azul y el azul-marrón. Así es cómo está en España y, pese a todo, es raro el profesor que no ha escuchado alguna vez la famosa pregunta: “¿Cuándo paso de cinturón”?

Volvemos a esa distinción entre fase y fecha con la que hemos arrancado esta reflexión.

En nuestra escuela creemos haber solucionado el tema de la impaciencia. Desde hace años, hacemos un examen extraordinario, a mediados de curso, sólo para quienes tienen edad para pasar al siguiente cinturón (sólo al siguiente que eso también les cuesta entenderlo, a sus padres sobre todo). Para ello tenemos unas fantásticas tablas en que se especifica el cinturón máximo que se puede tener según la edad. Hablamos del cinturón máximo que se puede tener y no del cinturón que se debe tener. Pero ya decimos que cuesta entenderlo. Cuesta distinguir entre poder y deber, no va a costar entender entre fecha y fase.

A final de cada curso tenemos el examen ordinario para todos. O sea que se pasa una vez por curso, al menos, de cinturón.

Volvemos a nuestra reflexión inicial. Pasar de fase debe indicar que se ha conseguido la habilidad de entrar en una dominando la anterior (no se olvida una fase anterior ya superada). No se olvida lo que se aprende en un cinturón cuando se pasa al siguiente (como debe de ser en la vida misma).

Hace unos días en otro escrito de este mismo espacio titulado “La máquina de refrescos” hacíamos referencia a todo esto. Hablábamos de pasar a cinturón negro en tiempo récord y no sentirse plenamente satisfechos pese a ello. Hablábamos del tiempo de maduración.

Pasar una fase implica sufrir (disfrutar) cada momento mientras esta dura; implica olvidarse del tiempo (casi “ná”). Llegar a una fecha no implica aplicarse en cada momento, sólo el simple sacrificio de dejar pasar el tiempo. Y, a veces, no es tan sencillo. No se trata sólo de dejar pasar el tiempo, sino de qué hacer con él. Hay que tener siempre presente el objetivo (aunque sea lo último que se consigue). La vida es una sucesión de fases y no de fechas.

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