Lo pasamos en grande. ¿A ver? …estábamos haciendo lo que más nos gusta y rodeados de niños maravillosos aplicados con deseo en su deporte favorito ¿Qué más vamos a pedir? Bueno, hombre sí; por pedir que no quede. No nos ha tocado ni un euro en la Lotería de Navidad. Pues permítanme que les diga, que casi mejor. Si no estaría hablando de otra cosa y no dando las gracias a la fortuna que nos rodea por permitirnos experiencias como las de la mañana de este pasado sábado 22 de diciembre; inolvidable sábado.
Fueron multitud de anécdotas, un millón de sonrisas, infinidad de gestos lindos, cientos de niños deportistas que apuntan a formar una sociedad mucho mejor que la nuestra, padres que (para colmo) nos agradecían lo que hacíamos por sus hijos… ¡Una pasada! (si me permiten la expresión). Nos agradecieron a nosotros lo que hacemos cuando nuestro sentimiento dominante –además de una inmensa felicidad- era la de gratitud. Estamos agradecido por permitirnos sentir vivos y un pelín necesarios; estamos agradecidos por hacernos un hueco en esa maravillosa tarea de contribuir a la formación de seres sanos y maravillosos, estamos agradecido a poder ser testigos en primera persona, en tribuna de privilegio de cómo crecen –y no hablo de la talla- nuestros yudocas. Somos nosotros los que agradecemos a los padres de nuestros alumnos que hayan dedicado un rato a nuestro deporte, que nos hayan acompañado en esa mañana de sábado y que hayan apostado por nuestra propuesta en una mañana en que ya habían comenzado las vacaciones escolares, en una mañana de compras, de visitas familiares y de multitud de otras ocupaciones tan o más importantes que la nuestra.
Somos unos privilegiados. De vez en cuando conseguimos reunirnos un grupo de amigos que nos queremos como hermanos, como padres y como hijos; como una familia que somos. Y en esas ocasiones nuestros espíritus echan a flotar en algo indescriptible. Sólo lamento que las palabras no alcanzan a expresar lo que se siente y que el burdo intento acaba en una especia de soflama. Lamento, de verdad, que al tratar de explicar lo contentos que estamos parezca que somos parte de una extraña secta o algo así. Espero que se nos entienda, pues, por otra parte, somos del género de los descreídos.
Lo que pasa, es que hoy día no es fácil hacer de la solidaridad, el compromiso y la disciplina bandera de grupo ninguno, salvo llenos de correajes que decía aquel. Lo que se vivió en el tatami de Juvenalia, en el día y hora en que se inauguraba la participación general fue algo impresionante. Niños de todas las edades fueron evolucionando aparentemente a su libre albedrío, cuando, en realidad, actuaban bajo un mismo esquema magistralmente guiados por una eminencia de persona; nuestro amigo Javier Linger. No vamos a escatimar adjetivos para explicar lo que hace Javier Linger por nosotros, año tras año. Pero tampoco nos vamos a recrear porque, de nuevo las palabras, no alcanzan para explicar algo que hay que comprobar en persona. Linger se deja la voz, se deja la piel y seria capaz de dejarse la vida en cada una de las citas en que nos reunimos y le dejamos al pie de los carros. Maneja decenas de niños (nerviosos, despistados, torpes o hábiles, gordos o flacos, avispados o aturullados, pequeños o grandes, de 3 años o de 16), con la soltura que otros se toman un café con leche. Pero conjuga esa soltura con una devoción religiosa, con un compromiso como sellado en sangre, con una profesionalidad como sólo nuestros maestro Rafael ha sabido inculcarle.
También hay que agradecer a Nely, de la Federación Madrileña, todo el apoyo que se nos brinda. Nuestras solicitudes se atienden con el rigor de las órdenes cuartelarias, pero con una sonrisa y espontaneidad casi infantiles. Los monitores distribuyeron los regalos con tanta eficacia como cariño. La instalación estuvo preparada exquisitamete; con mimo. gracias también a los dos Miguel Ángel y a Carlos que volvieron a dar toda una lección de buena educación, profesionalidad y atención, desde bien temprano, incluso antes de acceder a las instalaciones. Su sonrisa vale más que mil palmaditas en la espalda.
Gracias a los que se acercaron a felicitarnos por lo que hacemos. Las palabras de aliento y gratitud de muchos padres que se acercaron a felicitarnos nos da la vida. Recarga nuestros ánimos y renueva nuestro compromiso. Muchas gracias.
Fueron multitud de anécdotas, un millón de sonrisas, infinidad de gestos lindos, cientos de niños deportistas que apuntan a formar una sociedad mucho mejor que la nuestra, padres que (para colmo) nos agradecían lo que hacíamos por sus hijos… ¡Una pasada! (si me permiten la expresión). Nos agradecieron a nosotros lo que hacemos cuando nuestro sentimiento dominante –además de una inmensa felicidad- era la de gratitud. Estamos agradecido por permitirnos sentir vivos y un pelín necesarios; estamos agradecidos por hacernos un hueco en esa maravillosa tarea de contribuir a la formación de seres sanos y maravillosos, estamos agradecido a poder ser testigos en primera persona, en tribuna de privilegio de cómo crecen –y no hablo de la talla- nuestros yudocas. Somos nosotros los que agradecemos a los padres de nuestros alumnos que hayan dedicado un rato a nuestro deporte, que nos hayan acompañado en esa mañana de sábado y que hayan apostado por nuestra propuesta en una mañana en que ya habían comenzado las vacaciones escolares, en una mañana de compras, de visitas familiares y de multitud de otras ocupaciones tan o más importantes que la nuestra.
Somos unos privilegiados. De vez en cuando conseguimos reunirnos un grupo de amigos que nos queremos como hermanos, como padres y como hijos; como una familia que somos. Y en esas ocasiones nuestros espíritus echan a flotar en algo indescriptible. Sólo lamento que las palabras no alcanzan a expresar lo que se siente y que el burdo intento acaba en una especia de soflama. Lamento, de verdad, que al tratar de explicar lo contentos que estamos parezca que somos parte de una extraña secta o algo así. Espero que se nos entienda, pues, por otra parte, somos del género de los descreídos.
Juvenalia 2007. Festival de Yudo |
Lo que pasa, es que hoy día no es fácil hacer de la solidaridad, el compromiso y la disciplina bandera de grupo ninguno, salvo llenos de correajes que decía aquel. Lo que se vivió en el tatami de Juvenalia, en el día y hora en que se inauguraba la participación general fue algo impresionante. Niños de todas las edades fueron evolucionando aparentemente a su libre albedrío, cuando, en realidad, actuaban bajo un mismo esquema magistralmente guiados por una eminencia de persona; nuestro amigo Javier Linger. No vamos a escatimar adjetivos para explicar lo que hace Javier Linger por nosotros, año tras año. Pero tampoco nos vamos a recrear porque, de nuevo las palabras, no alcanzan para explicar algo que hay que comprobar en persona. Linger se deja la voz, se deja la piel y seria capaz de dejarse la vida en cada una de las citas en que nos reunimos y le dejamos al pie de los carros. Maneja decenas de niños (nerviosos, despistados, torpes o hábiles, gordos o flacos, avispados o aturullados, pequeños o grandes, de 3 años o de 16), con la soltura que otros se toman un café con leche. Pero conjuga esa soltura con una devoción religiosa, con un compromiso como sellado en sangre, con una profesionalidad como sólo nuestros maestro Rafael ha sabido inculcarle.
También hay que agradecer a Nely, de la Federación Madrileña, todo el apoyo que se nos brinda. Nuestras solicitudes se atienden con el rigor de las órdenes cuartelarias, pero con una sonrisa y espontaneidad casi infantiles. Los monitores distribuyeron los regalos con tanta eficacia como cariño. La instalación estuvo preparada exquisitamete; con mimo. gracias también a los dos Miguel Ángel y a Carlos que volvieron a dar toda una lección de buena educación, profesionalidad y atención, desde bien temprano, incluso antes de acceder a las instalaciones. Su sonrisa vale más que mil palmaditas en la espalda.
Gracias a los que se acercaron a felicitarnos por lo que hacemos. Las palabras de aliento y gratitud de muchos padres que se acercaron a felicitarnos nos da la vida. Recarga nuestros ánimos y renueva nuestro compromiso. Muchas gracias.
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