Me las veo, casi a diario, con madres de niños maravillosos, de niños traviesos, de niños inquietos, torpes, hiperactivos, tímidos, reservados, extravertidos e introvertidos, de niños sociables y solitarios, de niños agresivos y timoratos… Por mis clases de yudo han pasado millares de niños y he cruzado palabras con muchas de sus madres (y con algunos de sus padres). No es prepotencia, mis clases no son tan multitudinarias como para pensar en colectivos de cientos de alumnos. Pero raro es el año que no he tenido cien alumnos y llevo décadas en esto de la docencia (aunque sea a través de esa maravillosa herramienta que llamamos yudo).
A todas esas madres que se preocupan de sus hijos en muchas cosas baladíes (que no vayan a pasar frío) y se olvidan de otras esenciales (que se sepan desenvolver sin la ayuda de la propia madre); a todas ellas les dejamos, con todo nuestro cariño, el decálogo del juez Emilio Calatayud, que nos ha hecho llegar nuestro amigo Nacho Iglesias.
No queremos decir que las madres no sepan educar a sus hijos, pero parece que los delincuentes también tuvieron infancia y madres abnegadas. No queremos decir que entre nuestro colectivo se esté educando mal a los hijos pero parece que lo que ocurre en los institutos (mala formación escolar, absentismo, violencia, acoso, bandas, escuchar música en plena clase, mandar mensajes con el móvil, amenazar a profesores o compañeros, pintar muebles o fachadas, romper cosas…) nunca es cosa de nuestros hijos. Felicitamos a las madres de nuestros yudocas pues ya han demostrado con el simple hecho e de tenerles en tan singular deporte, apostar por su educación. Lo que aportamos es el decálogo de un juez de menores muy acostumbrado a ver la realidad de la juventud actual desde el ángulo menos amable, desde los que traspasaron la fina línea que separa la delincuencia de la gamberrada; se trata de una fina línea fácil de traspasar en una dirección, pero que se torna muro a la hora de intentar regresar al punto de partida.
'Decálogo para formar un delincuente'
1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
Pincha aquí para leer el decálogo completo y algo más
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